Acaba de estrenarse en cines pero viene ya con buenas referencias: tras su exitoso paso por el Festival de San Sebastián, con Premio Fipresci y Premio Irizar al Cine Vasco incluidos, Suro ha recibido dos notables nominaciones a los Goya: la de Mejor Dirección Novel para Mikel Gurrea y la de Mejor Actriz Protagonista para Vicky Luengo.
Si los premios no os parecen razón suficiente para ver la película, os traemos otras cuatro. Porque Suro habla de cosas importantes o, como mínimo, interesantes: de una relación de pareja, de cómo se interactúa con un lugar, de un modo de vida no tan conocido para todos y de una manera muy actual de hacer cine.
Crónica de una pareja
Suro cuenta la historia de una pareja joven, Iván y Helena, que se muda de Barcelona al campo, a la finca que Helena ha heredado. Como arquitectos, su plan es reformar la casa, pero también reactivar la explotación del bosque de alcornoques que la rodea, de donde se adquiere el corcho (el "suro").
Iván y Helena se quieren, pero en la readaptación a esta nueva vida van a tener que reconstruir también su relación, sus expectativas y sus planes de futuro. Helena, además, está embarazada.
Ese verse obligados a olvidar la imagen idealizada de la vida en el campo en favor de la realidad ocurre también con su relación. Suro habla de cómo se crea un hogar y del juego de poder en las relaciones, con sus mecanismos de superioridad económica y de clase, pero también moral y de género.
Al final, todo es política. Lo es cuando Helena dice “mi propiedad” para referirse a la casa de ambos, y lo es cuando él le dice “no estás para eso” para evitar que haga ciertas tareas físicas estando embarazada, pero no evita que haga otros esfuerzos que a él le convienen.
«Es muy fácil ser un idealista apasionado cuando la gente se encarga de lo que tú no quieres ocuparte».
Helena a Iván en Suro
Crónica de un lugar
Fotograma de Suro
Iván y Helena son outsiders en esa zona a la que llegan sin conocer demasiado. Pero llegan con su know-how y sus privilegios de ciudad. Son arquitectos, y a la hora de reformar la casa aparecen las primeras dudas: ¿harán una casa moderna y de diseño o respetarán el estilo de la zona, para que no se salga del paisaje del entorno?
Igual que ocurría en As bestas (Rodrigo Sorogoyen, 2022), se ven obligados a plantearse para quién son las casas que potencialmente podrían restaurar: ¿son para los vecinos de la zona o para los urbanitas que quieran mudarse allá?
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En Suro vemos una España vaciada que se enfrenta a muchos retos: desde el racismo surgido de las tensiones entre locales y temporeros inmigrantes hasta la crisis climática, que hace los incendios cada vez más frecuentes.
Estos problemas van cargando de tensión la película, que toma forma de thriller con unos planos y un ritmo cuidadosamente escogidos, elevando la violencia contenida del principio a una inevitable explosión de agresividad.
Crónica de un modo de vida
No caigamos en la romantización del trabajo, pero hay algo hipnótico en esa manera de pelar los árboles para conseguir corcho, una actividad que todavía se hace a mano. Como en La mano invisible, aquella novela de Isaac Rosa en la que la jornada laboral de varios obreros se convertía en espectáculo para un público de ciudad, nosotros disfrutamos de esa artesanía con la que van extrayendo el material.
Con esto nos acordamos también de Glas (1958), el corto documental de Bert Haanstra que ganó un Oscar y que muestra la manera en la que se trabaja en una fábrica de vidrio; a ritmo de jazz, Haanstra hace que ese trabajo artesano sea una coreografía, un baile. Lo mismo ocurre con la cámara de Gurrea.
Crónica de una manera de hacer cine
Fotograma de Suro
Suro está dentro de una corriente reciente del cine español. Es curioso: tardaron 8 años en levantar esta película, pero se ha estrenado el mismo año que Alcarrás (Carla Simón) y As bestas, y ambas hablan a su manera de gente de ciudad que se va al campo en busca de una vida mejor.
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Estas historias de urbanitas que llegan a una zona rural buscando modos de vida alternativos a la inhóspita vida de ciudad y chocan con los lugareños están contadas desde la culpabilidad del privilegio. Se ha criticado a estos directores como burgueses que han ido a prestigiosas escuelas de cine y quieren redimirse contando historias de los menos privilegiados. Hay ahí algo de verdad, claro; pero nunca está mal poner el foco en problemas que están ahí, sobre todo si es con historias tan bien contadas como estas tres.
Y qué le vamos a hacer, la mayoría de nosotros también somos esos espectadores privilegiados que ven esta película en la sala de cine de una ciudad y poco hacen desde allí para frenar esos fuegos que vemos que inevitablemente se acercan al bosque de alcornoques. Pero salimos sabiendo y empatizando más. También para eso está el cine.
Ya puedes ver Suro en cines.
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