En los últimos años parece que se ha empezado a poner en valor en España el audiovisual creado fuera de la capital. En concreto, en Galicia se popularizó el Novo cinema galego y ha llegado a hablarse hasta del subgénero Galician Noir. Fariña (Ramón Campos, 2018), El desconocido (Dani de la Torre, 2015), El desorden que dejas (Carlos Montero, 2021), O que arde (Oliver Laxe, 2019) o Auga Seca (Alfonso Blanco, 2019) son algunos ejemplos de ficciones gallegas que han tenido éxito fuera de las fronteras. Pero por debajo de estas grandes producciones hay una industria muchas veces olvidada y que es igual de fértil y diversa. Además, Galicia tiene algo muy importante sobre lo que se asienta gran parte de su creación audiovisual: el idioma. Hoy, día de las letras galegas, compartimos 8 cortometrajes gallegos:
Soy una tumba (Khris Cembe, 2018)
Fotograma de Soy una tumba
Nominado al Goya a mejor cortometraje de animación, Soy una tumba cuenta la historia de un niño que acostumbra a ver por las noches cómo su padre descarga tabaco de contrabando en la ría. Pero una noche no hay sólo tabaco en la descarga, y lo que parecía una noche normal se convierte en una pesadilla para el protagonista.
Muller personaxe (Lucía Estévez, 2018)
Fotograma de Muller Personaxe
Lucía Estévez graba una entrevista a su madre en la que las dos construyen un personaje de una mujer para una ficción. También recopila una serie de imágenes de los personajes femeninos del audiovisual gallego, y es a través de esa conversación y esas imágenes que reflexiona sobre la realidad de la representación de las mujeres en el propio audiovisual gallego.
Matria (Álvaro Gago, 2017)
Fotograma de Matria
Matria es uno de los cortometrajes gallegos con mayor proyección internacional. Cuenta la historia de Ramona, una mujer que trabaja en una conservera y vive la opresión tanto en casa como en el trabajo. Para huir de ello, se refugia en su relación con su hija y con su nieta. El corto la sigue a lo largo de un día en su vida. Álvaro Gago desarrolla esta historia en Galicia para hablar de la explotación laboral de las mujeres.
Limbo (Dani Viqueira, 2019)
Fotograma de Limbo
Antes de que el aislamiento fuera un tema recurrente Dani Viqueira aisló a sus personajes en una casa y construyó una historia de terror y violencia. Lo que impacta de Limbo es el ambiente, la música y cómo se mueve la cámara en la oscuridad. Se utiliza el terror para contar una historia de violencia de género, de culpa y de autodestrucción.
Mariñeiro (Juan Galiñanes, 2018)
Fotograma de Mariñeiro
Este falso documental cuenta el día a día de un marinero de la Ría de Arousa. Narra la relación con el mar, la vida de los marineros… Para crear al personaje principal, interpretado por Celso Bugallo, el director realizó decenas de entrevistas a marineros y aunó sus historias en Antonio, ese hombre que no conoce otro modo de vida más allá del mar.
A nena azul (Sandra Sánchez, 2018)
Fotograma de A nena azul
Una niña se escapa del colegio para buscar a su padre en una playa solitaria que se convierte en un lugar misterioso en el que conoce a otra niña. El cortometraje juega con el paisaje, la fantasía y el misterio para contarnos una historia sobre el fin de la infancia y la pérdida de la inocencia.
Homomaquia (David Fidalgo, 2019)
Fotograma de Homomaquia
En Homomaquia David Fidalgo construye una metáfora sobre la tauromaquia, enfrentando a los humanos a las situaciones que ellos enfrentan a los animales. Personas tratadas con crueldad, violencia y, sobre todo, falta de libertad… personas tratadas como animales. El corto se convierte en una denuncia contra esta violencia y nos obliga a vivirla en primera persona y a no mirar hacia otro lado.