Con una atmósfera extraña y un universo muy personal, Chema García Ibarra nos invita en Espíritu sagrado (2021) a darnos una vuelta por una particular visión de su Elche natal. Con varios cortos premiados en distintas competencias y acompañado de Leonor Díaz en el arte e Ión de Sosa en la fotografía, plasma en este largometraje todas sus obsesiones e intereses, y nosotros, con gusto, nos embarcamos en este viaje cósmico de su mano.
La cinta gira en torno a la asociación ufológica Ovni-Levante, cuyo presidente fallece, dejando en manos de José Manuel el continuar con un plan que cambiará el destino de la humanidad para siempre. Hablar más del argumento caería en el destripe, pero puedo decir que todas las facetas de las anteriores obras del director ilicitano están aquí presentes y es una continuación coherente con el resto de su obra. Una de las cosas más características sea seguramente el hecho de evitar usar actores y actrices profesionales. Esto hace que los diálogos, que a veces parecen recitados en lugar de interpretados, creen una sensación de extrañeza y de estar atendiendo al discurso de unos marcianos que casa muy bien con lo que se nos cuenta, casi como una constatación de que algo de realidad hay en todo esto y de que nuestros ojos, privilegiados, están siendo testigos de una revelación ancestral.
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Los miembros de la asociación Ovni-Levante
Sería complicado encorsetar en un único género esta obra, que parece saltar de uno a otro evitando precisamente el encasillamiento. Sobrevuela toda la cinta un humor, absurdo en algunas ocasiones, negro en casi todas, del que somos partícipes como espectadores, ya que atendemos con cierta incredulidad a cómo el fenómeno ovni puede juntar a personas la mar de dispares y cómo este afecta a sus vidas, convirtiéndose, en ocasiones, en un faro de aceptación y cordura para sus seguidores. El realizador toma cierta distancia con los personajes y nos hace cómplices de una broma que existe en consonancia con ellos y nunca a su costa, y esto funciona como un reloj que nos sorprenderá revolviéndonos en la butaca con la duda de si estamos haciendo bien en reírnos o no, acrecentándose esto aún más cuando el argumento se vaya tensando poco a poco.
La ciencia ficción y el suspense, como ya es habitual en los trabajos previos del realizador, se mezclan con este humor y se inserta todo junto en un relato costumbrista al ritmo de Los Sobraos. Los azares cósmicos y mágicos se filtran en el día a día, en lugares donde no habríamos pensado encontrarlos, y alteran la visión del mundo de los personajes, un mundo que, por otra parte, se hace tremendamente reconocible y cercano. Esto es debido a que casi todos hemos conocido a esas señoras cotillas del pueblo, que comentan las noticias con aire de gravedad mientras se toman su carajillo, y al cani de nuestro barrio que nos saluda con cercanía a pesar de no haberle visto en diez años.
Es en la representación de estos estereotipos, desde la empatía y el amor de la convivencia y nunca desde la parodia, donde además encontramos una pátina de cine social, que retrata con precisión la vida en el barrio obrero de Carrús. Así, el director evita ejercer cualquier juicio moral sobre sus personajes y, ni mucho menos, mirar con condescendencia a nadie, sino que siempre los respeta y los trata con el cariño que se merecen. De este modo, se reconoce al barrio como ese elemento importantísimo a la hora de crear comunidad: un tejido social que propicia la formación —en su interior— de otros grupos, y se examina la dimensión humana que rodea al fenómeno ovni.
Las señoras del bar Charly, localización central en Espíritu sagrado
A un cóctel ya de por sí único tenemos que sumarle el esoterismo y las supersticiones, esa historia de que echar tierra del cementerio en tu cama te ayuda a dormir mejor me recordaba a cuando mi madre me decía que poner el pan boca abajo en la mesa era de mal agüero, ese concepto que es un pilar fundamental del universo construido (o recreado, mejor dicho) en la película. Y lo mejor es que la fórmula no deja de mutar a lo largo del metraje, sorprendiendo en cada nueva secuencia y consiguiendo que nunca se pierda la frescura.
Todo desprende genuinidad en la película y, además del amor por los personajes que mencionaba antes, también se desprende un cariño igual de grande por el vestuario y las localizaciones, que están perfectamente recreadas, con un maravilloso trabajo de Leonor Díaz, quien nos contaba en una presentación de la cinta que hasta los cajones de la casa de José Manuel tenían sus objetos donde el propio personaje los guardaría. Además, hay detalles repartidos por los escenarios que tomarán relevancia cuando más vayamos sabiendo sobre la historia, haciendo a Espíritu sagrado merecedora de más de un visionado para descubrir todos los detalles que hemos pasado por alto.
Una vidente en plena sesión
Con todo esto dicho se me hace complicado no declararme enamorado de esta película (y de las anteriores), que es capaz de juntar lo más oscuro de la naturaleza humana con lo más fascinante y de incomodarme mientras lo hace. Puede que no todos los espectadores entren en lo que propone Espíritu sagrado, pero los que lo hagan y decidan embarcarse en la búsqueda de la verdad cósmica encontrarán una de las joyas del cine español de este año y, me atrevería a decir, del cine español en general, que abraza su excentricidad, lo castizo y el misterio sin miedo alguno a lo desconocido.
Espíritu sagrado está ahora mismo en cines.