En un festival con gran presencia de películas sociopolíticas como es el Festival de Cine de San Sebastián, no es de extrañar que muchas de ellas pertenezcan a la sección de Horizontes Latinos. Si algo destacaban los equipos que participaban en coloquios y presentaciones, era la dificultad de sacar adelante un proyecto y lo difícil que es grabar en según qué entornos. De entre las doce películas que la componen —todas ellas inéditas en España, producidas en parte en Latinoamérica y centradas en comunidades latinas— hemos seleccionado nuestras cinco favoritas.
Carbón (Carolina Markowicz, 2022)
Desde Brasil llegaba esta comedia negra con tintes sociales que sorprendió a propios y extraños. El primer largometraje de Markowicz se centra en una familia pobre que acepta ocultar a un narcotraficante en su casa durante un tiempo indeterminado. Lo que parece una premisa muy dramática pronto se convierte en un punto de partida para el humor, derivado de las interacciones del narco con la familia, quién tendrá que dejar de lado sus comodidades para confiar en aquellos más perjudicados. Pero este humor no olvida el comentario social y estarán presentes temas como la religión y su opulencia, las relaciones homosexuales en los pueblos, el cuidado de nuestros mayores o la infelicidad dentro de la familia.
Sublime (Mariano Biasin, 2022)
La primera película de Biasin destaca en la sección por su carácter musical. Cuenta la historia de un adolescente que se enamora de su mejor amigo, ambos compañeros de banda. Así, se nos presenta una coming of age fresca y al ritmo de una música original que recuerda a Bestia Bebé, en la que Manuel, el protagonista, tendrá que hacerle frente al riesgo de perder su amistad con Felipe. Si bien no es demasiado original ni sorprendente el desarrollo del argumento, la película es sólida y hace gala de una sensibilidad enorme a la hora de tratar a sus personajes, que siempre se moverán en un entorno seguro al ritmo de música rock, capturando con acierto lo que es la adolescencia y la intensidad con la que se vive.
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1976 (Manuela Martelli, 2022)
Obra cercana al thriller, en la que la directora construye un relato clásico pero eficaz sobre la represión en Chile durante la dictadura de Pinochet. Carmen, una mujer acomodada, decide ayudar al sacerdote de su localidad a ocultar a un joven que huye del régimen. Abandonará la vida despreocupada que lleva y se cuestionará su postura y la de su familia ante las atrocidades de la dictadura. Lo más destacable es el trabajo que realiza Aline Kuppenheim como la protagonista y la habilidad de la directora para revelarnos datos sobre ella a través de conversaciones y acciones cotidianas. A medida que Carmen se compromete más con ese mundo clandestino, irá reconociendo las heridas chilenas y dándose cuenta de que el silencio es el mayor aliado de la dictadura.
Tengo sueños eléctricos (Valentina Maurel, 2022)
La ganadora del Premio Horizontes propone una historia de maltrato y dependencia que incomodará a más de uno. Según contaba la propia directora, quería alejarse de maniqueísmos y mostrar la relación de maltrato de un padre con su hija (una maravillosa Daniela Marín Navarro) sin perder de vista el cariño que ella le profesa. El camino que recorrerá la joven protagonista la llevará a la desidealización de la figura paterna y a un posterior desengaño, lo que recuerda vagamente a El sur (Víctor Erice, 1983). Maurel evita juzgar a sus personajes y, en su lugar, establece una sana distancia para que sea el espectador el que decida sobre sus actos.
La jauría (Andrés Ramírez Pulido, 2022)
Ópera prima demoledora y asfixiante que consigue crear una ambiente surreal en el corazón de la selva colombiana. La película nos sitúa en una institución experimental para rehabilitar a menores criminales. Para alcanzar este fin, el director somete a los internos a trabajos forzados, rezos que hacen que aquello parezca una secta y castigos desproporcionados. Todos los jóvenes vienen de entornos de pobreza y violencia extremos y han realizado algún acto atroz; el protagonista, por ejemplo, cometió un asesinato bajo los efectos del alcohol. Durante su estancia en este centro de rehabilitación se encontrará con su cómplice, quien está interesado en escapar y volver a una sociedad violenta. Este entorno es el catalizador ideal para que el director analice la violencia a la que se ven sometidos muchos jóvenes de su país, que se ven inmersos en un ciclo que son incapaces de romper al no tener ninguna herramienta para ello, condenados a repetir los errores de sus mayores.
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