Hoy es el Día Mundial de la Salud Mental y es tan buen momento como cualquier otro para reflexionar sobre esa realidad tan compleja, tristemente escondida y muchas veces malinterpretada. Y como el cine se ha encargado desde sus orígenes de ser una ventana al mundo, de mostrar la realidad, de cuestionarla —y en algunas ocasiones hasta de tergiversarla—, vamos a aprovecharlo acercándonos a nueve caras de la salud mental a través de nueve películas y series diferentes:
La depresión infantil (Lilo y Stich, Dean DeBlois y Chris Sanders, 2002)
Hace ya casi 20 años de la maravillosa Lilo y Stitch y continúa siendo tan necesaria como en su momento. Mucho antes de que Pixar empezase a hablar de temas adultos y realidades más difíciles de tragar, DeBlois y Sanders se lanzaban con una película profunda y amargamente dulce sobre la depresión infantil. Lejos de glamurosas pretensiones, con una trama sencilla —en el mejor de los sentidos— y hablándole a los ojos al público al que se dirige, Lilo y Stitch nos entretiene con Elvis Presley y collares hawaianos para cogernos de la mano a través de una historia profundamente triste.
La adolescencia (Elephant, Gus Van Sant, 2003)
Una película dolorosamente real sobre la matanza ocurrida en el instituto Columbine de EE. UU. en el año 1999. Ni penséis en ella los que buscáis una trama trepidante que te deje pegado al asiento esperando el siguiente giro, pero no dudéis en verla si lo que queréis es un viaje calmado que te envuelva por completo. Elephant es una historia que te hace vivir dentro de un instituto americano, sentir sus corrientes internas y sus silencios para entender las cicatrices que lo llevan a acabar de una forma tan trágica, desde el bullying, la bulimia o la autoestima hasta la soledad y la violencia.
La tristeza (Inside out, Pete Docter y Ronaldo del Carmen, 2015)
Un clásico de nuestro siglo que no puede faltar en una lista sobre la salud mental, una película preciosa que nos abraza durante hora y media para que nos conozcamos un poquito mejor y nos queramos un poquito más. La importancia de estar tristes, de saber llorar y de saber entenderse, contada con la delicadeza de Pixar, es sin duda algo que podría ver sin parar y no dejaría de apreciar cosas nuevas.
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La aceptación de uno mismo (Shame, Steve McQueen, 2011)
A través del sexo McQueen no nos habla solo de la adicción, del autocontrol y de la obsesión, sino también sobre aceptarse a uno mismo, conocer nuestros rincones más oscuros, asumirlos y lidiar con ellos. Enfrentarnos a nuestro lado más desagradable para entender quiénes somos en una película preciosa que elige las palabras y los planos con la misma sutileza y precisión que lo hace un relojero suizo.
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El psicólogo (Big Little Lies, David E. Kelley, 2017-2019)
Big Little Lies brilla por mil razones: una música envolvente, una fotografía delicada, unas casas en las que a cualquiera le gustaría vivir y una historia no solo bien contada sino que además se acerca con muchísima inteligencia a una realidad social como el machismo… Y entre todas estas maravillas se encuentra, tal vez no con tanto protagonismo en la serie pero sin duda siendo imprescindible para su trama, la figura de la psicóloga. Hablar de salud mental implica por necesidad hablar de romper los prejuicios y tabúes sobre ir al psicólogo, y pocas series lo hacen con tanto mimo, tanto respeto, tanto conocimiento y tanta profundidad como Big Little Lies.
La soledad de ser diferente (Take Shelter, Jeff Nichols, 2011)
Jeff Nichols es un cineasta fácil de reconocer por su forma de contar historias fantásticas desde la intimidad de la familia y la humanidad de unos personajes mundanos e imperfectos. En este caso, se acerca a la mente de Curtis (Michael Shannon), un padre de familia que entra en una espiral de obsesión sobre el fin del mundo, con alucinaciones y paranoias que le rompen por dentro y le inundan de miedo por un final inminente. Take Shelter no solo se acerca a la locura, sino que se centra en la soledad que supone percibir el mundo de otra forma y la distancia que tomas con la sociedad y tus seres queridos.
La autoestima (Pequeña Miss Sunshine, Jonathan Dayton y Valerie Faris, 2006)
Si esta película es el icono de la maravillosa mezcla entre comedia y drama es por utilizar ambos géneros para acercarse al fracaso, a los perdedores, a las expectativas, a los sueños y a las derrotas. A través de una familia que con muchas cosas por cumplir y muchos baches por superar avanza como puede por una sociedad consumista e insaciable. Una pequeña historia de pequeños personajes que lidian con mil balas que machacan su autoestima pero que encuentran la manera de salir adelante.
El dolor (Servant, Tony Basgallop, 2019-)
Hace un par de años Apple TV estrenó esta serie producida por M. Night Shyamalan que pasó sin pena ni gloria y que, aunque solo sea por su tremenda originalidad narrativa, debería haber estado en boca de muchos. Unos padres lidian con la prematura muerte de su hijo de la mejor forma que pueden, con terapias y dinámicas tan desesperadas como oscuras. Una estética turbia e inquietante nos acompaña a través del viaje de una pareja que intenta enfrentarse al dolor como un muro de papel a un tifón.
La vida es dura (A dos metros bajo tierra, Alan Ball, 2001-2005)
Me resulta simpático terminar esta lista con ese tópico tan frío como real que se le dice a alguien que sufre y que resume la maravillosa A dos metros bajo tierra: «La vida es dura». Esta serie nos habla de todas las cosas de las que hablan las anteriores películas y series de la lista a la vez durante cinco maravillosas temporadas: la depresión, la tristeza, la aceptación, el psicólogo, la autoestima, el dolor… y sobre todo, la muerte. Capítulo a capítulo acompañamos a unos personajes a los que cogemos tanto cariño como a nuestra propia familia, unos pobres infelices que sufren y no les queda otra que tirar para adelante. Así construyen una serie en la que cada episodio nos hace pensar y nos sirve tan maravillosamente bien de terapia emocional que casi asusta.
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