Dieciséis años. Ese ha sido el tiempo que Todd Field ha pasado alejado de la gran pantalla. Después de En la habitación (2001) y Little Children (2006) el director regresa a las salas con Tár, su tercera película. Previamente nominado al Oscar con los guiones de sus dos películas anteriores, esta vez la cifra se duplica. Tár ha recibido seis nominaciones, incluidas Mejor película, director, guión original y actriz principal. Protagonizada por una colosal Cate Blanchett, la cinta sigue los pasos de Lydia Tár, una compositora y directora de orquesta que encabeza la élite de la música clásica. Con una extensa y brillante carrera, esta se coronará con dos esperados logros. El primero, el lanzamiento de sus memorias. El segundo, la dirección de la Quinta Sinfonía de Gustav Mahler con su renombrada orquesta en Berlín. Pero todo cambia cuando las consecuencias de sus propias acciones empiezan a acorralarla.
Bajo esta premisa ficticia se suceden hechos y situaciones más que reales. Desde la cultura de la cancelación, pasando por el movimiento #MeToo, hasta el popular debate sobre separar la obra del artista. El estudio de personaje es tan meticuloso y específico que da la sensación de ser un biopic. ¿Podríamos decir que Cate Blanchett ofrece aquí el papel de su carrera? Definitivamente, porque en cada gesto y en cada palabra (en varios idiomas, por cierto) logra un efecto hipnótico. Le acompañan Nina Hoss —La audición (Weisse, 2019)— como su mujer, y Noémie Merlant —Retrato de una mujer en llamas (Sciamma, 2019)— como su asistente personal. Un triángulo que además de sostener toda la trama, une las nacionalidades de las tres actrices: australiana, alemana y francesa.
Cate Blanchett en un fotograma de la película | Fuente: MUBI
En cuanto al director, a Field ya le habíamos conocido con su papel como el pianista de Eyes Wide Shut (Kubrick, 1999), pues empezó siendo actor antes de animarse a dirigir. Cuesta creer que tras semejante parón, y siendo Tár tan solo su tercera película, el cineasta americano tenga una mano tan diestra. Es impresionante cómo juega con el encuadre, los diálogos o el tiempo en pantalla para conseguir una arquitectura cinematográfica impecable. La película, a modo de tragedia griega, tiene rasgos de drama, pero su esencia es de thriller, que estremece y emociona a partes iguales. Y si algunas partes se inclinan hacia el terror o el suspense, otras lo hacen hacia el humor, logrando ese contrapunto característico de las partituras más equilibradas. Un halo de misterio rodea las casi 3 horas de metraje, provocando en el espectador no solo un sentimiento de curiosidad, sino una necesidad de seguir a Cate Blanchett por donde quiera que vaya.
Ι Leer más: Decision to leave, el mejor cine de Park Chan-wook
Monstruos y maestros
Hay varios elementos que me llamaron la atención. El primero es el punto de vista, que va cambiando conforme avanza la película. A través de la cámara, nos posicionamos como espectadores de Lydia Tár —a quienes todos llaman “maestro”—, empezando como simples desconocidos. Pienso en escenas iniciales donde la cámara se coloca entre butacas de auditorios, llegando a fusionar lo que vemos en pantalla con la realidad de una sala de cine expectante. Poco a poco, la protagonista nos va dando más acceso a lo privado, tanto si está sola como bajo la atenta mirada de su asistente o de su mujer. Momentos previos antes de salir a escena, donde nadie la ve, o pequeños gestos agrandados por el plano. Además, también vemos, en menor cantidad, algunas imágenes de su mundo interior. Sus sueños, sus pesadillas o sus miedos se hacen palpables frente a la cámara. De esta forma, encontramos una proximidad in crescendo por parte del espectador hacia el personaje de Tár, planteando cuestiones sobre la sexualidad y el género dentro de un mundo con tradición heteropatriarcal.
Hay muchos presagios para Lydia Tár durante la película. Perseguida por sus propios fantasmas, el estudio psicológico que ofrece Field es espeluznante. Como él mismo afirma, el guión fue escrito únicamente para la actriz. Y se nota, porque es un traje hecho perfectamente a medida. Sin la música, ¿quién es Tár? A pesar de ser un personaje difícil, narcisista y atormentado, como espectadores encontramos cosas con las que identificarnos. El aislamiento, el regreso a los orígenes, la necesidad de tener todo bajo control, o la falta de un único hogar se traduce en encontrarse perdida. Y eso es lo que provoca una extraña empatía.
Noémie Merlant en un fotograma de la película | Fuente: MUBI
Preguntas sin respuesta
En una escena, se dice algo como «solo se necesita una pregunta para controlar a la audiencia». Esto aquí se toma al pie de la letra. El elemento de escándalo está presente, persiguiendo a la protagonista con la deconstrucción de su endiosamiento. De esta forma, la cinta lanza dilemas morales al espectador. ¿Qué hace el poder? ¿Cómo se beneficia uno de ello? ¿Y quién es cómplice? La fuerza del personaje de Blanchett también radica en la diferencia entre la percepción exterior de una persona y quién es en realidad, o las consecuencias de sus acciones. Con el podio y la batuta como elementos de poder, se cuestiona la distancia entre democracia y dictadura.
El tiempo también juega un papel interesante, ya que algunas secuencias (por ejemplo, la entrevista inicial) son filmadas en tiempo real, sin cortes, estirando un guión que brilla por sus diálogos y sus giros. Otro aspecto a destacar es la integración del lenguaje cinematográfico para retratar la personalidad de Tár, por medio de la repetición de ciertas escenas, dando importancia al movimiento de las manos, miradas, o incluso objetos (los trajes, las partituras, los espejos, etc.).
Curiosamente, la narración es bastante pausada, con primeros planos y largas tomas sostenidas en el tiempo, que construyen un tempo perfecto para que la película se pase volando, a pesar de su duración. En ella todo es limpio, elegante, enigmático y potente. También es muy rica, intelectual y culturalmente hablando, con conversaciones sobre música bastante profundas, incluso en varios idiomas. Después de una maravillosa primera hora, los fotogramas se suceden hasta llegar al clímax, una secuencia brutal y explosiva que demuestra la maestría con la que Field dirige a Blanchett. Así, la cinta sorprende infinitamente con lo inesperado.
¿Te ha gustado?
¡Ayúdanos a seguir escribiendo!
Invítanos a un café a través de Ko-fi.
Muy bueno.
Muy bueno.