Si del cerdo se aprovecha todo, el cine es para Borgen lo que el cerdo es para el carnicero. Pocas series exprimen tanto la cinematografía como para terminar el último capítulo y que solo quede decir: “esto es cine”. Esa es la única frase, redonda y directa, que nos sale cuando vemos una obra maestra y, sin ninguna duda, Borgen (Adam Price, 2010-) es cine.
Ser un espejo fiel de la política, no solo danesa, sino europea, a través de una historia tan local, y acabar sirviendo de referencia a producciones en todo el mundo es algo que solo se consigue aspirando a la perfección en todos y cada uno de los valores que el cine nos ofrece. Echemos un vistazo a la forma en la que la serie de Adam Price utiliza en todos ellos el subtexto.
El diálogo
Como no puede ser de otra forma, es en el diálogo donde estamos acostumbrados a ver cómo los personajes hablan de una cosa, mientras queda claro que lo que están diciendo es otra. Así lo hace también Borgen en la que puede ser la mejor escena de la temporada, aquella en la que prepara un discurso inaugural. Ni ella ni su jefe de prensa lo han preparado bien, y este le pregunta desesperado: “¿Por qué quieres ser primera ministra?”. Y es ahí donde Birgitte Nyborg, nuestra protagonista, demuestra ser la primera ministra que merece Dinamarca.
Improvisa un duro y motivador discurso que termina como termina el himno de su país: “Luchad por lo que amáis”. Eso dice, con lágrimas en los ojos, sabiendo que ella no luchó por el hombre que amaba, que lo ha sacrificado, que lo ha dejado morir por proteger su política. Y es que en Borgen no puedes ser a la vez política y amante sin morir en el intento.
Fotograma de Borgen
El acting
Si utiliza el subtexto en sus diálogos, también lo hace en su postura. Sidse Babett Knudsen, con una impecable actuación, interpreta a una primera ministra que, en su carrera política, está dejando atrás aquello que entendía como hogar. Y este es el conflicto principal de la temporada, que no nos cuenta, sino que nos muestra. Resulta espectacular ver cómo evoluciona la forma en la que esta mujer se mueve por la casa.
En los primeros capítulos estamos acostumbrados a verla en su casa en pijama, con chepa, y sin la más mínima preocupación por lucir “guapa”. Que nos veamos reflejados en ella cuando nos levantamos con sueño y legañas en nuestra peor hora del día habla muy a favor de la forma en la que Borgen consigue que nos identifiquemos con los personajes. Y esto hace que sea más impactante cuando vemos a la Nyborg que conocíamos cambiar. Consumida sin saberlo por el trabajo, ya no llega igual a su casa. Ya no la vemos como Pedro por su casa, sino recta, firme, serena, políticamente asertiva, tratando a su marido y sus hijos como si de un ministro o un periodista se tratasen. La barrera entre el palacio Borgen y su casa está a punto de derrumbarse.
Fotograma de Borgen
El vestuario
En la misma línea que la interpretación, el vestuario juega un papel esencial. Vemos cómo en el ámbito familiar Nyborg se desvanece, quedando solo de ella la primera ministra. E igual que desaparece su chepa y sus legañas, desaparece su pijama. Ya solo la vemos en traje por casa, da igual que sea para desayunar o para discutir con su marido. Y esto se traslada también al palacio y los platós. Al principio, Nyborg luce siempre vestidos formales pero que resultan cercanos y lejos de la serenidad de su oposición. Sin embargo, poco a poco, se convierte en uno más de ellos, tanto en sus decisiones como en sus vestidos.
Fotograma de Borgen
La puesta en escena
Y cómo no, la manera en la que se distribuyen personajes y atrezzo en la escena es otro juguete más para Adam Price. Hay una estrategia muy clara que evoluciona con el objetivo de dejar a Nyborg totalmente sola a medida que se mete en el traje de primera ministra. En los primeros capítulos tanto el encuadre como los personajes que entran en él y la distancia que los separa gritan a voces una misma palabra: compañía. Vaya donde vaya, Nyborg tiene a su marido, a sus hijos, a sus amigos o a sus enemigos cerca, porque les necesita. Es una buena mujer, una buena madre, una buena amiga y una buena política. Sin embargo, en los últimos capítulos no queda nada de eso, y el concepto latente es otro: soledad. Nyborg ya solo es una impecable primera ministra.
Fotograma de Borgen
El casting
Hemos visto utilizar el subtexto de formas distintas, pero llegar a hacerlo con el casting ya es el colmo de una buena serie. Igual que ocurre en las campañas políticas actuales, y ya sabemos que no hay diferencia entre estas y la serie, el quién interpreta cada papel es algo importante. Por supuesto que los partidos no hacen un casting para elegir a sus candidatos como ocurre en el cine, pero no podemos negar que la energía natural que desprende cada uno de ellos influye en la forma en la que los vemos. En política, no es lo mismo aquel hombre mayor, experimentado, formal, calvo, sereno y de voz tranquila, que aquella joven sin arrugas, mirada desafiante, rebelde y de voz en grito. Y por su puesto, en el cine tampoco, y la actriz Sidse Babett Knudsen lo tiene todo. Es un rostro familiar, que transmite confianza y seguridad. Sin saber quién es, nos quiere sonar. Y es que es también tierna, vulnerable y, al fin y al cabo, humana. Es capaz de rompernos el corazón con su carita de cordero degollado, y por tanto, de enorgullecernos cual padre de graduado cuando la vemos cumplir sus metas. Sin duda, tendría mi voto.
Fotograma de Borgen
Decir que solo hay cinco elementos en los que el subtexto de Borgen brilla por su astucia sería absurdo, pero analizarlos todos sería inabarcable: cómo la estructura narrativa plasma la evolución de Nyborg, con aquellas trampas que le tienden y que luego ella utilizará, o cómo el atrezzo de su despacho nos dice todo de su política, o cómo la propia intro es una metáfora perfecta de sus conflictos… Demasiados.
Para no seguir escribiendo interminables titulares, despido el artículo con una clara conclusión. Y es que el mérito de plasmar con tanta naturalidad los entresijos de Borgen, y de cualquier parlamento, no nace de un inmenso conocimiento de los entresijos políticos, sino de una inmensa creatividad a la hora de poner esos conocimientos al servicio del cine.
Borgen está disponible en Netflix