¿Qué convierte a un cineasta en un director de éxito? Aunque la respuesta parece obvia, últimamente no está del todo clara.
El estreno de Los Fabelman en España está a la vuelta de la esquina, y nosotros ya estamos listos para ir a ver qué tiene el bueno de Spielberg para contarnos esta vez. Sin embargo, la película viene marcada con un sello muy desagradable: el del fracaso en su mercado doméstico.
En Milana creemos que este es un buen momento para hablar sobre ir al cine, sí, pero también ser conscientes de lo que significan los datos en taquilla.
Steven Spielberg y Los Fabelman
Lo que el cine moderno de aventuras y taquillazos le debe a Steven Spielberg es sencillamente inabarcable. El director estadounidense, al que podríamos nombrar Santo honorífico de todo lo que está bien en el cine de espectáculo, es el padre de algunas de las películas y franquicias más influyentes de los últimos 30 años.
Aunque todos tenemos relativamente asumido que todo lo que sube acaba bajando, es —hasta cierto punto— descorazonador. Y también desconcertante. Los Fabelman no es la primera película de Steven Spielberg en sonar a pifia en taquilla recientemente (y posiblemente tampoco sea la última). Después de una decepcionante recaudación en su también reciente West Side Story (que, por otro lado, tenía gran parte del camino hecho al ser un remake), nos podríamos preguntar si la figura de Spielberg está en picado por su habilidad con la cámara (no), una promoción desafinada o un público que ya no está interesado en este tipo de taquillazo.
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En Milana estamos expectantes por el estreno de la nueva película de Spielberg, pero iremos al cine con cierta sensación de derrota. La misma, al menos, que nos invadía con la reciente Babylon (Chazelle, 2023): probablemente se trate de otra película magnífica, dirigida por una mano maestra, que no ha logrado encontrar su lugar entre los espectadores.
La nueva cultura del blockbuster
Fotograma de Avatar: El camino del agua
«Si Avatar: El camino del agua fracasa en taquilla, será un duro golpe para el cine que no sea de superhéroes». Esta predicción, que sobrevolaba Internet ante el inminente estreno de la secuela de James Cameron a finales del año pasado, no era una sensación aislada ni faltante de lógica. Igual que pasa con Spielberg, Cameron es uno de los estandartes del blockbuster hollywoodiense. Si su titánica película (secuela de una de las más taquilleras de la historia) se la pegaba, ¿qué futuro le auguraba a películas más pequeñas con argumentos originales?
No quiero entrar en debates (que ya parecen milenarios) sobre si la última película de Black Panther es cine de verdad o no. La cuestión va mucho más allá: cómo la percibe el público, qué marketing la sostiene y cuánto espacio deja a otro tipo de historias. La cartelera tiene un tamaño limitado, y algunos la miramos con algo de recelo, viendo cómo los artistas ocupan menos hueco en favor de la franquicia que tienen al lado.
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Al final, esta cuestión no deja de reducirse a titanes compitiendo por seguir en la cima, pero rara vez las cosas son tan simples en una industria multimillonaria. Sin embargo, la realidad del blockbuster cae en cascada sobre el resto de industrias cinematográficas del mundo, influyendo en ellas e incluso moldeándolas. ¿Qué riesgo corremos en España, después de lo visto en la taquilla mundial, de alimentarnos a base de adaptaciones y franquicias interminables? ¿Durante cuánto tiempo absorberá la taquilla la casa Marvel? Sin colocar unas cosas sobre otras, la falta de diversidad en la oferta es lo que realmente resulta preocupante.
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