Hay películas buenas sobre gente normal; sobre gente mediocre, incluso. Pero luego están esas sobre personas que viven vidas extraordinarias, esas historias sobre las que no cabe la menor duda de que merecen ser contadas.
Hoy os hablamos de una de esas historias: el hipnótico documental nominado al Óscar Fire of Love (Sara Dosa, 2022). Si no habéis visto todavía esta crónica de amor y muerte protagonizada por una pareja de vulcanólogos, puede que sea la dosis de magia real que necesitabais en vuestras vidas. Porque hay otros mundos, pero están en este.
Vidas y amores extraordinarios
Katia y Maurice Krafft en Fire of Love
A Katia y Maurice Krafft los unió el amor a los volcanes. Katia era geoquímica y Maurice geólogo. Se conocieron en la Universidad de Estrasburgo y desde ahí jamás se separaron: desde los 70 hasta los 90 se dedicaron a recorrer el mundo para ver y estudiar de primera mano las erupciones de los volcanes a lo largo y ancho del globo.
Los Krafft vivieron una vida extraordinaria, llena de aventuras. Para poder vivir de esa manera el amor fue necesario; encontraron al compañero ideal sin el cual probablemente no hubieran podido dedicarse plenamente a ese sueño de locos, rendirse del todo a esa misión de irse acercando a los mortales volcanes para aprender sobre ellos. Como dice el documental, «la comprensión es otra manera de llamar al amor».
Porque Maurice y Katia cada vez se iban acercando más. Ellos conocían mejor que nadie los peligros que entrañaban los volcanes, pero a medida que su fascinación y su amor crecía, se iban volviendo más temerarios. Maurice tenía el sueño kamikaze de bajar en canoa por un río de lava.
Volcanes hipnóticos
Katia en Fire of Love
Katia y Maurice iban documentando sus viajes a los volcanes, y es ese vasto archivo el que ha utilizado Sara Dosa para ilustrar el documental, junto con imágenes de entrevistas y apariciones en medios —nuestros científicos se convirtieron prácticamente en celebridades en Francia—.
Es imposible no rendirse ante esas imágenes de belleza hipnótica y abrumadora. Son irreales, parecen de otro planeta, pero eso es paradójicamente lo que le da verosimilitud a la historia: por supuesto que alguien dedicaría su vida entera a estudiar algo tan enorme, tan diferente, tan incontrolable, tan bello.
Ver las minúsculas siluetas de los Krafft frente a borbotones de lava o erupciones de piedras y gases nos hace ser conscientes de nuestra insignificancia frente a la naturaleza. Suena a tópico cuando lo pones en palabras, y por eso son tan potentes las imágenes, tan cinematográficas, tan de ciencia ficción.
Los volcanes son un misterio, que Katia y Maurice dedicaron toda su vida a tratar de comprender. «Como en el amor, hay misterios. A uno le apasiona lo que conoce, pero más aún lo que desconoce», nos dice la voz de Miranda July.
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Los documentalistas documentalizados
Katia y Maurice en Fire of Love
Porque esta historia está narrada por la también hipnótica voz de Miranda July, directora, escritora y artista en general. Es ella la que le da un toque todavía más poético, más profundo, a este documental que pese a estar producido por National Geographic va mucho más allá de ser un documental sobre naturaleza.
Sara Dosa construye su relato a partir del material recogido por los propios Krafft, que además de filmar los volcanes se filmaban el uno al otro (porque mirar es comprender y, decíamos, comprender es amar; las cámaras también son una manera de mirar lo que se ama).
Esas imágenes ayudaron al mundo a comprender la ciencia detrás de los volcanes, y también a concienciar a los gobiernos de su peligrosidad, especialmente después de la tragedia de Nevado del Ruiz en Colombia, donde murieron cerca de 25.000 personas.
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Pero esas imágenes iban más allá de la pura documentación, decíamos. «Yo no soy cineasta, soy un vulcanólogo errante que se ve obligado a hacer películas para poder seguir vagabundeando», dice Maurice. Pero la voz de Miranda July responde que sus imágenes sugieren lo contrario. Porque sus vídeos muestran a los vulcanólogos asomándose al abismo, despiertan emociones y capturan momentos que no son científicos, sino que son humanos. Está claro que, aunque sea a su pesar, Maurice sí es cineasta.
La belleza mortal del volcán
«Esta es Katia y este es Maurice. Es el 2 de junio de 1991. Mañana será su último día». Así se nos presenta a la pareja de vulcanólogos.
Así que el final ya lo conocemos desde el principio. Pero es que la romántica historia de esta pareja no podía tener otro final que no fuera ese; parece que hay profecías que ya están escritas.
Y ellos también lo sabían. «Prefiero tener una vida corta e intensa que una vida monótona y larga», dijo Maurice en varias situaciones.
Así fue. En 1991, Katia y Maurice fueron a ver y registrar la erupción del Monte Unzen en Japón. Jamás volvieron. Dejaron un legado de horas y horas de vídeo, fotografías, libros, entrevistas. Dejaron una historia que ahora recupera Sara Dosa; una historia bella, poética, fascinante y épica, como la vida de los Krafft.
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