Aún no hemos podido olvidar la genial Dickinson (2019-2021), la serie de Alena Smith sobre la poeta Emily Dickinson que se despidió con una abrumadora tercera temporada hace poco más de un año. La ficción de Apple TV enamoró al público, en parte, por su particular acercamiento al biopic y su habilidad para adaptar el poemario de la artista estadounidense en forma y contenido. Hoy, Día de la Poesía, queremos hablar de cómo consiguió trasladar sus versos a la pantalla.
Emily según su poesía
Emily (Hailee Steinfeld) en Dickinson
(…) No creo que Emily Dickinson fuera triste. Creo que era extremadamente pasional y estaba muy interesada por el mundo que la rodeaba, a pesar de que el mundo que la rodeaba fuera muy limitado en el sentido de lo que experimentó, porque su vida fue confinada y doméstica, reducida a su propia casa, su ciudad y su habitación. Pero fue capaz de encontrar el infinito en lo pequeño.
Alena Smith
La creadora tenía eso clarísimo cuando se lanzó a escribir Dickinson, desoyendo la narrativa de historiadores y escritores que había dibujado a Emily Dickinson como una mujer fatalista y triste, enamorada de un hombre que no le correspondía. La serie de Apple TV+ es, más que un biopic, una especulación sobre la vida de la poeta reconstruida a partir de lo que su poesía inspira.
La obra de Dickinson, para empezar, la define como una artista adelantada a su tiempo. Quizá por eso Smith decidió llevar a la época de Emily retazos de una modernidad que ella ya fue capaz de anticipar. Así, en vez de un drama de época —la opción obvia para retratar a una figura histórica—, decidió contar su historia con una serie de comedia adolescente que explora el día a día de Emily en el siglo XIX desde una perspectiva totalmente actual.
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La protagonista de este coming-of-age es natural, entusiasta, ingeniosa, dramática, entregada y, efectivamente, pasional; aún no tiene claro quién es pero tiene mucho que dar. A pesar de la absoluta despreocupación por el rigor histórico, este inesperado retrato se acerca mucho más al espíritu de la poeta que se refleja en sus numerosos poemas. Y, seguramente, a la realidad.
¿Cómo se adapta la poesía?
Emily y Sue en Dickinson
Como decía, el Amherst del siglo XIX que dibuja la serie tiene mucho de actualidad. Dickinson sienta sus bases sobre las grandes similitudes entre el pasado y nuestro presente, sobre los temas compartidos y la atemporalidad de la condición humana. Pero también abraza sus diferencias y se hace gigante en el contraste. Emily afronta el desafío de definirse a sí misma, de madurar como persona y de construirse como artista, pero lo hace asumiendo conflictos y comportamientos típicos de la generación Z. Ella y sus vecinos más jóvenes bailan twerk en amplios vestidos decimonónicos, se enredan en triángulos amorosos, se drogan con opio, se desahogan a ritmo de hip hop y practican sexo con una libertad, si no social, sí personal.
Dickinson hace de sus anacronismos una bandera. Y eso es, quizá, un ingeniosa forma de transmitir no solo el espíritu de la poeta, sino también su poesía, ya que comparte con ella la ruptura de la forma con fines expresivos. Emily Dickinson escribía extrañas rimas, utilizaba una puntuación desconcertante y reinterpretaba la ortografía. Conocía las reglas, las de la escritura y las del mundo que le tocó habitar, y eligió conscientemente no seguirlas. Escogiendo sus propias anomalías, Smith encuentra también una voz fresca, única y sorprendente que, salvando las distancias, replica la de Emily.
Secuencia onírica de Dickinson
Pero, por supuesto, esa no es la única manera de adaptar su poesía que halla la serie. La trama de cada episodio busca su inspiración en un poema, imaginando qué llevó a Emily en su vida diaria a escribirlos y fijando ahí sus conflictos, pero también trasladando los versos directamente a la pantalla en secuencias oníricas y fantásticas que aúnan lo bello y lo inquietante que convivía en su mente.
La historia de amor con Sue que sugiere su poemario moldea a la protagonista a lo largo de las tres temporadas; la Muerte que tanto la fascinaba se convierte en un secundario imprescindible, tomando la forma de un rapero misterioso y elegante que la visita en su carruaje para reflexionar con ella sobre aquello que la angustia; la Guerra de Secesión que marcó su obra la conduce en la serie a una muy literal bajada a los infiernos: Smith y su equipo se adentran en su imaginación, en sus inquietudes y en su corazón, y hacen con las imágenes una poesía tan singular como conectada a la de la propia Emily Dickinson.
Dickinson recrea el imaginario de Emily y todo lo que la inspiró, el inmenso universo que ella creó y habitó en la diminuta Amherst y, después, entre las cuatro paredes de su habitación. Con su tono amable y cautivador, su humor y su sensibilidad, Alena Smith nos abre una ventana no solo para conocer o revisitar la obra de la artista americana, sino para redescubrirla a través de sus ojos y su muy personal interpretación.
Porque no pude detenerme ante la Muerte –
Amablemente se detuvo ante mí –
El Carruaje solo nos encerraba a Nosotros –
Y a la Inmortalidad.
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