Un cielo estrellado, una conversación entre una madre y un hijo en dos lenguas diferentes, una pulserita de España colgando del espejo retrovisor. Asedio (Miguel Ángel Vivas, 2023) habla en imágenes antes de hacerlo con diálogos, y las que nos muestra son tan familiares que resultan incómodas.
Natalia de Molina interpreta a Dani, una recién llegada a la brigada de antidisturbios encargada de desahuciar a Nasha (Bella Agossou) y a su hijo Little (Óscar Eribo) en un edificio que rápidamente se convierte en campo de batalla. Este thriller de acción ambientado en un barrio conflictivo de Madrid introduce temas de tinte social sin dejar de lado ni el entretenimiento ni su ambiciosa propuesta estética.
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Asedio se estrenó en salas el pasado fin de semana, así que hablaremos de ella sin spoilers.
El mundo real tras un hueco en la pared
Si se ponen el casco es por tu bien
Al ver Asedio recordamos otras cintas de género como The Raid (Gareth Evans, 2011), una película de artes marciales con ritmo y temática similares; o tal vez percibamos elementos de La jungla de cristal (John McTiernan, 1988), donde también vimos a un policía solitario en un juego del gato y el ratón por todo un edificio. Pero la premisa sobre la que trabaja Miguel Ángel Vivas hace imposible desligar la trama de una realidad en la que todos entendemos un desahucio como síntoma de un sistema podrido.
La historia hace guiños constantes a nuestro imaginario colectivo para reforzar este sentimiento. En el primer encuentro entre las dos protagonistas, Dani estrangula a Nasha con su rodilla para llevar al espectador de vuelta a ese vídeo que causó una respuesta unánime de repulsa en todo el mundo. El personaje que interpreta Natalia de Molina está tan cargado de grises como la profesión a la que se dedica.
Porque Asedio es una película que intenta remover conciencias, a veces atacando demasiados flancos al mismo tiempo, pero al menos nunca sermoneando. Deja que sea el propio espectador el que reaccione al racismo, la corrupción y el abuso del débil por parte de aquellos que deberían protegernos. Quizá el mensaje que transmite de forma más eficaz es el que aprende la propia Dani: la policía no defiende los derechos de la clase social a la que pertenece, sino que existe como un medio más de represión a las órdenes del poder.
A Dani no le funcionó la táctica de decir "¡que soy compañero, coño!"
Pero la nueva del director de Secuestrados (2010) y Tu hijo (2018) no se presenta como una historia de denuncia social como las que vemos habitualmente. Las decisiones de Dani son tomadas en una milésima de segundo, sin tiempo para reparar en su trasfondo moral. El edificio es una olla a presión, y la protagonista reacciona por instinto. De esta manera arranca la historia, en una fracción de segundo Dani coge un dinero que no es suyo y se esconde en un agujero en la pared que la introduce a una cara del sistema que rompe todos sus ideales. Este elemento voyerístico es el que nos introduce en una estética y unos movimientos de cámara más propios de lo onírico que de lo realista. Asedio se vale de un estilo visual único para crear una fábula que retrata la realidad más desalentadora.
Miguel Ángel Vivas y su guionista Marta Medina han creado una cinta que urge al espectador a reflexionar sobre los símbolos del país y quienes se los han apropiado. Asedio prefiere comunicar con imágenes, pero demuestra que el cine español tiene mucho que decir.
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