«¿Teme usted que el derrumbamiento de su biblioteca lo aplaste mientras duerme? ¿Pone la acumulación de libros en peligro la mera existencia de su familia? ¿Ordena usted los volúmenes por tema, por autor, por idioma, por fecha de publicación, por formato, o siguiendo un criterio por usted solo conocido?».
Jacques Bonnet, citado en A los libros y a las mujeres canto
Si ha respondido afirmativamente a alguna de estas preguntas, esto le interesa.
Una estantería llena de libros cae sobre su madre, que por suerte sale ilesa a excepción de un dedo que queda un poco torcido. Su propia biblioteca estuvo a punto de terminar con ella. Ese fue para María Elorza el germen de A los libros y a las mujeres canto, un documental dedicado, claro, a los libros y a las mujeres.
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Este es un pie de foto
Lo dicen las encuestas y está a la vista de cualquiera que se acerque a un ‘sarao’ cultural: son las mujeres las que más leen (aunque, como ocurre en otras disciplinas como en la cocina, los famosos escritores —y cocineros— sean ellos). Ellas siguen siendo la resistencia lectora, o lectoras en resistencia, si prefieren. El caso es que, en parte gracias a su madre, María Elorza forma parte de una genealogía de mujeres que han crecido leyendo.
«Los libros que escogemos dibujan nuestra verdadera genealogía».
A los libros y a las mujeres canto
Premio de la Juventud en el Festival de San Sebastián del año pasado, A los libros y a las mujeres canto es un homenaje a su madre y a los libros, y a esa herencia recibida de historias. Con un collage de cuadros, fotografías, películas y libros, con entrevistas a varias amigas de su madre, mujeres carismáticas, inteligentes y muy bibliófilas, y con su hermana Anne de escudera, María Elorza nos abruma con referencias y nos lleva del brazo por este ensayo metaliterario.
A los libros y a las mujeres canto
Cada una de las protagonistas vive la literatura —y los libros— a su manera: desde la coleccionista, que tiene un outfit por cada escritor para poder hacer una performance con lo que lee, hasta la mujer cuya biblioteca es mezcla de libros propios y los heredados de un par de familiares desaparecidos, pasando por la pirómana, su hermana Anne, que dice bromeando que quemaría unos cuantos libros para tener espacio… Y las tabaqueras (que en San Sebastián se decía que eran “trabajadoras modernas, independientes y bien vestidas”), que siempre se aseguraban de tener a una lectora recitándoles historias en voz alta mientras trabajaban.
«Algunos hablan de escritores como quien habla de parientes».
A los libros y a las mujeres canto
María nos abre una ventanita a esa confianza desde la que pregunta a estas mujeres por sus vidas y costumbres. Les deja el espacio para que muestren públicamente esa parte de su intimidad, esa relación privada con los libros. Narrada en italiano, el idioma de su madre, y dividida en capítulos, como no podía ser de otra manera con el tema que tenemos entre manos, pasamos de la teoría a la práctica, huyendo de los conceptos intelectuales etéreos para ir a lo concreto: los libros, decíamos, son objetos que podrían matarte.
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Fotografía de la directora María Elorza
La mayoría de lectores son fetichistas y hay mucha literatura sobre libros, valga la redundancia, pero las letras también pueden ser cinematográficas. Porque cada biblioteca tiene su propia historia, y las nuestras dicen más de nosotros de lo que nos gustaría.
Aunque guardamos un minuto de silencio por los libros desaparecidos, los quemados y los censurados y también por los que las editoriales mandan a morir por tener exceso de stock, salimos de esta película con este amor exaltado y a la vez con la sospecha de que tenemos que desacralizarlos como objetos… Porque muchos de los que hemos crecido con una estantería en el cabecero de la cama hemos tenido la pesadilla de morir bajo una avalancha de libros. Y, al parecer, no seríamos los primeros. Porque los libros nos ayudan a vivir, pero también tienen el poder de matarnos. O, como mínimo, de dejarnos el dedo torcido.
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