La Costa da Morte es una de las costas más peligrosas del mundo por sus acantilados y sus fuertes corrientes. Es el lugar en el que se ambienta Sica, el debut en la ficción de Carla Subirana, directora catalana que ha rodado esta película en gallego y catalán. Sica, la protagonista, es una adolescente que está asumiendo la muerte de su padre, capitán de un barco que acaba de naufragar, cuyo cuerpo aún no se ha encontrado. Sica está obsesionada con que el mar le devuelva el cuerpo de su padre mientras a su alrededor todo parece ir en su contra.
El mar desde los ojos de Sica
Sica (Thais García) y su madre (Núria Prims) necesitan un cuerpo al que llorar. Pero también necesitan algo más: un cuerpo que les dé la condición de viuda y huérfana. Antes del 2000, tenían que pasar años hasta que las personas desaparecidas en el mar se considerasen fallecidas y, por lo tanto, sus familias —que, generalmente, dependían económicamente de ellas— pudiesen acceder a una pensión. Sica retrata aquellos años oscuros, una época en la que el duelo no se podía vivir desde la calma, porque la muerte traía consigo muchos más problemas más allá de la ausencia. Detrás de esta ficción hay muchas historias reales, casi siempre historias de mujeres que perdieron a sus padres, maridos e hijos en el mar y que no tuvieron un cuerpo al que llorar.
En Sica, esta historia se vive a través de la protagonista, la hija del marinero. Vivimos la historia de Sica a través de sus propios ojos. Es una película realista, con actores y actrices no profesionales, con un tratamiento de la imagen que se aproxima al documental… Pero esto no impide que lo vivamos todo desde la mente de la protagonista. Desde su subjetividad, escuchamos los susurros de un padre que le habla a través de la Furna das Grallas. Percibimos todo como lo percibe Sica, desde el punto de vista de una adolescente que no termina de entender lo que pasa, pero que tampoco es ajena a las conversaciones y cuchicheos de los vecinos. Vamos descubriendo la gran incógnita de la película con ella, escuchando a medias lo que dicen los adultos, entendiendo a medias lo que está pasando en realidad.
Ι Leer más: A los libros y a las mujeres canto’: por qué las bibliotecas son jardines
Todos tenemos sal en la piel
Imagen promocional de Sica
Lo que hace especial a Sica es que le ha dado espacio a una protagonista que suele ser un personaje secundario: una persona seria, con una mirada salvaje, enfadada con el mundo. Sica no piensa en ligar ni en beber porque la vida la ha puesto en otro lugar. Y porque ser adolescente no es, ni debería ser, una personalidad; hay infinitas formas de serlo y Sica sabe que no tiene que adaptarse a lo que sus compañeros esperan de ella. Aunque por el camino se separe de su amiga de toda la vida y se convierta en una outsider con su nuevo amigo cazatormentas. Encontrar una persona que la entiende permite a Sica crecer, sin que crecer signifique dejar de creer en lo que cree con el corazón. Y aunque gestione el duelo de una forma distinta, y aunque la juzguen por obsesionarse con el mar, «todos tenemos sal en la piel», dice Sica.
Todos los elementos en Sica reman en una misma dirección para conseguir la naturalidad y el realismo que pide una película como esta. La imagen en 16 mm, el diseño de sonido y la música consiguen que se huela el mar, que se sientan el viento y el frío desde la butaca. Carla Subirana mira con fascinación hacia un paisaje que atraviesa la pantalla. Nos traslada la atracción que siente Sica hacia el mar, un mar que está segura que le devolverá lo que le pertenece.
Ι Leer más: ‘20.000 especies de abejas’ y el remedio de la empatía
¿Te ha gustado?
¡Ayúdanos a seguir escribiendo!
Invítanos a un café a través de Ko-fi.