La guerra de los Roy ya es historia. En estos días tan tristes (no solo por las elecciones) han llegado a su fin algunas de las mejores series de los últimos años, como son Ted Lasso, La maravillosa señora Maisel o Barry. Pero la sombra más alargada la deja Succession (2018-2023). La adictiva sátira de Jesse Amstrong se ha ganado un lugar en el olimpo de las ficciones televisivas, pero aún le quedaba una prueba por superar: ¿estaría su final a la altura de su trayectoria?
Para quien aún no conozca a esta familia de ricos insoportables que luchan indecentemente entre sí para hacerse con el imperio mediático levantado por el patriarca, le recomiendo que deje de leer ahora y vuelva después de hacerse un maratón. ¡Vienen spoilers!
«No somos nadie»
Esta última temporada de Succession ya se coronó con La boda de Connor (4x03), el episodio que logró hacer parecer inesperado un acontecimiento que se venía anunciando desde el piloto. El gigante y terrible Logan Roy moría de sopetón, fuera de plano, con siete capítulos por delante y sus tramas aún abiertas. Y en una de las secuencias más brillantes y duras de toda la serie, nos recordaban que los Roy seguían siendo una familia: una tóxica, retorcida y descompuesta familia en la que aún sobrevivía, a duras penas, el amor. Pero mientras sufríamos la incredulidad, la pena y el vértigo con sus hijos, la pregunta central del show volvía a acaparar toda nuestra atención: ¿quién lo sucedería a la cabeza del imperio Waystar Royco? Y la sobrevolaba una de las últimas sentencias del patriarca:
Os quiero, pero no sois gente seria.
Los herederos de Logan no son gente seria. Ni Kendall, ni Shiv, ni Roman —ni, por supuesto, Connor—, ninguno está capacitado para ocupar su lugar, por mucho que crean que sí, o lo finjan hasta creérselo. Dejarlo claro es el propósito de esta temporada. La muerte de Logan les brinda la oportunidad de demostrar que se equivocaba: los hermanos Roy ya no necesitan vencer al coloso empresarial que es su padre para llegar a la cima, simplemente tienen que apañárselas solitos. Y, para sorpresa de nadie, tampoco pueden.
Vuelven a traicionarse entre sí, a pecar de arrogancia, egocentrismo e inmadurez (incluso cuando creen que tienen en sus manos el destino de todo un país). Pueden ser tan crueles y manipuladores como Logan, pero son mucho más frágiles y torpes que él.
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Kendall, Shiv y Roman tras la muerte de Logan
Y aún así, el último episodio les permite saborear la esperanza. Los Roy se tienden la mano, trabajan juntos, y durante unas horas todo parece fácil. La serie nos muestra un espejismo de la relación fraternal que podrían tener si no estuvieran a la sombra de la empresa, y su complicidad nos enternece por muy despreciables que nos parezcan. Pero Succession es una tragedia, y ellos no pueden conseguir lo que les han enseñado a desear toda su vida.
Roman, el más emocional y dependiente, es el primero en darse cuenta. Shiv, vencida por el machismo pero también por su soberbia, termina por encajarlo. Kendall, el más patético y que, sin embargo, más se parece a su padre (tal y como deja claro esa muestra de poder disfrazado de cariño que tiene con su hermano, algo tan propio de Logan), se resiste a abrir los ojos hasta el final. Pero ‘With Open Eyes’ (4x10) despeja cualquier duda en esa pelea final tan ridícula por infantil como devastadora por su violencia y su verdad: «No somos nadie», dice Roman. No son nadie sin su padre. Esa es la verdad inherente a estos personajes, el resultado de dónde y cómo crecieron.
Os hizo un patio de recreo y pensáis que es el mundo entero.
Solo están en ese juego porque lleva su apellido, pero eso no les enseña a jugarlo, ni les da derecho a ganarlo. Y hay otro que lleva mucho tiempo estudiando las reglas.
¿Por qué Tom?
Tom y Greg, la pareja estelar de Succession
No habrá ningún nuevo Logan Roy. Tras la venta de la compañía a Mattsen, el trono que le pertenecía dista mucho de ser lo que era. El sueco quiere un director dócil y sin grandes ideas, que se limite a encajar los golpes y dar la cara a cambio de mucho dinero. «Una esponja de dolor», le dice a Tom cuando le ofrece el puesto. Porque sí, aunque en estas circunstancias no podamos llamarlo “sucesor” con todas las letras, finalmente es la cabeza de Tom Wambsgans la que sostiene la corona de los Roy.
Tom es una sabandija (una a la que hemos aprendido a amar, en parte, por protagonizar junto al primo Greg las escenas más hilarantes de Succession). Pero se ha hecho fuerte en las entrañas de la empresa que intentaba digerirlo. Mientras los Roy lo ignoraban desde su situación privilegiada en la cima, él, que sí conoce las profundidades, se ha ido arrastrando lentamente escaleras arriba.
La victoria de Tom tiene su parte de “tonto con suerte”, pero no se puede decir que no se lo haya trabajado más que nadie. Se ha aferrado a cualquier oportunidad para trepar, sin remordimientos, sin escrúpulos; ha abusado y ha dejado que abusen de él, ha sacrificado su matrimonio e incluso ha aceptado ir a la cárcel por Logan. Y, al final, su oportunismo y su servilismo lo han convertido en el tipo indicado en el momento indicado.
Shiv y Tom en la cuarta temporada de Succession
Pero no podemos pasar por alto que, en última instancia, aunque no lo haya coronado, Shiv es quien le ha permitido tomar la corona. Traiciona a su hermano porque de verdad está convencida de que sería un pésimo CEO, quizá también porque cree que Tom puede beneficiarla más, o por su hijo. Seguramente sea una mezcla de todo eso. Pero no puedo evitar pensar que también es una retorcida muestra de amor.
Se suele decir que Succession es una serie muy shakesperiana, por esos diálogos afilados y magnéticos y por la agudeza con la que trata la traición, la familia, el poder o la moral. Pero otro tema primario en la obra de Shakespeare es, precisamente, el amor. La historia de Shiv y Tom ha tenido tanto peso a lo largo de las temporadas porque no es una subtrama, es parte troncal de la serie.
Shiv nunca se ha tomado muy en serio a su marido, pero, de alguna manera, sigue enganchada a él, a la única persona que parece haberla querido de verdad. A pesar de haber compartido una relación tan sádica, con tanto sufrimiento y tantas bajezas, se resiste a renunciar a su matrimonio; menos aún cuando ya ha perdido la empresa. Y así, Shiv, la que siempre se ha sentido muy superior a él, la que nunca lo ha priorizado ni ha mostrado verdadero cariño, tiene por primera vez un gesto amable hacia Tom. Lo pone por delante de su orgullo, se aparta de su camino, y deja que se siente en el trono.
Y esa decisión vuelve a atarlos el uno al otro. Nos quedamos con las ganas de saber qué será de ellos, de Roman, de Kendall o de Greg, porque este es uno de esos finales que transmite perfectamente la sensación de que sus vidas continúan, pero ya no somos bienvenidos en ellas. Succession se despide a lo grande con un capítulo lleno de momentos imprescindibles perfectamente ensamblados, con una tensión y un ritmo endiablados, unas interpretaciones soberbias —como ya es costumbre— y un vaivén emocional que será difícil superar. A ver con qué llenamos ahora este vacío. Fuck off!
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Muy buen artículo. La serie no tiene parangón. Os la recomiendo.