El pasado 2 de junio se estrenó en salas The Boogeyman, la nueva apuesta de 20th Century Studios por el terror sobrenatural. Dirigida por Rob Savage, la película amplía un relato corto de Stephen King para explorar el trauma y el duelo a través del asustador más popular de nuestra infancia: el hombre del saco.
El duelo como motor de pesadillas
The Boogeyman se basa libremente en El coco, una historia corta escrita por Stephen King en 1973 recopilada en la colección El umbral de la noche. El relato se desarrolla en su totalidad en la consulta de un psiquiatra, donde un paciente inestable desgrana tres horribles accidentes con un giro sobrenatural al final. La película introduce una versión libre del relato en una de sus primeras escenas y forma su trama alrededor del psiquiatra y su familia, utilizando un duelo mal gestionado como brecha para que el horror haga mella poco a poco.
La cinta establece como protagonistas absolutas a Sadie y Sawyer Harper, dos hermanas que han perdido a su madre recientemente y de forma inesperada. Las dos están transitando un duelo desatendido por su padre, un psiquiatra que se apoya en la medicación y la guía profesional para superar el bache pero se niega a abrirse con ellas. Esta distancia hace mella en su relación, ya tocada por el revés que acaban de sufrir. Un paciente inestable abre una grieta en esa distancia y la infecta con un mal que se extiende allí donde encuentra un ambiente vulnerable: un miedo que acecha y se mueve en las sombras, que arrastra a sus presas a la oscuridad y la locura desde que el hombre descubrió el fuego.
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Maestría a medio gas
Fotograma de The Boogeyman
El terror está excelentemente construido en medios técnicos, la tensión y los ritmos se manejan con maestría y el uso del fuera de campo, los juegos de luces y sombras, los planos subjetivos y los cambios de foco se utilizan de forma metódica y muy correcta. Y quizá ese sea el mayor problema de The Boogeyman: todo se queda en algo muy correcto, sin pretensión de ir a más o explorar nuevos terrenos y ofreciendo un conjunto tan efectivo como efectista.
El guion no tiene huecos ni toca derroteros erráticos, es perfectamente funcional para guiar la acción y el terror, pero también peca de quedarse en el terreno de lo efectivo sin intentar echar raíces más allá. Ni siquiera constituye una intención fracasada, sino que se vale del duelo y el trauma como simple vehículo para avivar la llama de un terror mecánico y palomitero. No es en absoluto algo malo, pero cuando ocho manos tocan tecla (Scott Beck, Bryan Woods, Akela Cooper y Mark Heyman firman el guion) y se tontea con la pretensión de un terror elevado en su planteamiento, algunos espectadores pueden esperar algo distinto al viaje que la película realmente ofrece.
No obstante, reconociéndola como algo familiar y bien planteado en su forma, The Boogeyman constituye una cinta de terror disfrutable y recomendada para aquellos fans de lo sobrenatural que busquen una experiencia clásica y correctamente ejecutada.
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