La esperadísima segunda entrega del Spider-Verso, Spider-Man: Cruzando el Multiverso, ha sido —para sorpresa de nadie— todo un éxito. Taquilla, crítica especializada y público parecen coincidir en su excelencia, y hay quien la ha calificado ya como la mejor película del héroe arácnido. Pero es cuanto menos curioso encontrar en las reseñas de Google que la segunda puntuación más puesta tras las 5 estrellas (a años luz, eso sí), es de una sola. No soy yo especialmente fan de la moderación, pero hoy me apetecía mirar la cinta con ojos menos pasionales.
La firman Joaquim Dos Santos, Kemp Powers y Justin Thompson en dirección, y Phil Lord, Cristopher Miller y Dave Callaham en guion. Spider-Man: Cruzando el Multiverso es impresionante y grandiosa, pero no es perfecta.
No cabe duda de que es un portento de la animación, una maravilla audiovisual. La variedad estética, con su inmenso puzle de texturas, colores, técnicas y decisiones de animación, es un espectáculo que ya sería valioso por sí solo, pero que —y eso es lo más importante— nunca se aleja de su cometido: acompañar, apoyar y enriquecer la narración. Funciona muy bien a la vez como retrato del caos abrumador del multiverso que, personalmente, me ha parecido más digerible que en otras propuestas que lo han abordado antes. Y, por supuesto, como reflejo del gran tema de la película: hay muchas formas de ser Spider-Man, y hay muchas formas de hacer cine de animación, cine de superhéroes o cine en general. El canon no es más que costumbre (y una mala gestión de las emociones por parte de los hombres-araña, según se nos sugiere).
Por desgracia, y a pesar de tener una mayoría de personajes geniales y adictivos, el relato no termina de estar a la altura de su fino envoltorio. Creo que acierta de pleno con su intención de resignificar la esencia de Spider-Man, de proponer una visión más humana en la que el héroe no debe contentarse con la ética y el sacrificio: Miles no es una leyenda, solo es un chaval con buenas intenciones. El problema es que esta idea simplemente se apuntala, no se desarrolla, al igual que la mayor parte de las tramas y conflictos.
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Dos estilos de animación para Spider-Man y su villano
Cruzando el Multiverso es una película de transición que no termina de funcionar por sí sola. Es un puente, una introducción (llena de épica, acción y sentimiento, eso sí) con los ojos puestos en el futuro. Y no es porque tenga una continuación o porque termine con un cliffhanger: otras sagas lo han hecho antes sin comprometer la integridad de cada entrega. Es porque —sin entrar en grandes spoilers— el único personaje que tiene un cierre es Gwen, y su trama parece algo descolgada a pesar de coincidir en temática con la del protagonista; porque no llegamos a ver concluida la consecuencia de la alteración del canon como para que nos importe lo suficiente; porque el tercer acto se siente como un adelanto y no como una conclusión; o porque el clímax emocional de Miles se queda pequeño frente a la escala del resto de componentes de la película y del propio relato.
La realidad es que no podremos valorar si Spider-Man: Cruzando el Multiverso es íntegramente una buena película hasta que no veamos su secuela. Depende por completo de ella. Y eso, aunque no tiene por qué ser objetivamente malo, a mí me genera reservas. Además de que me obliga a preguntarme si lo que finalmente cuenta la cinta necesitaba de verdad todos esos minutos de metraje.
No quiero que se me malinterprete, disfruté mucho en el cine y creo que si la miramos con cierta exigencia es, en parte, por las altísimas expectativas que nos dejó la primera entrega. Me dejé arrastrar enseguida por la ola de épica, arte, ritmo, espectacularidad, música, humor y emoción, y no salí a tomar aire hasta los créditos finales. Pero lamento haber vuelto a la realidad sintiendo que faltaba algo. Así que, pese a que haya logrado situarse bastante por encima de su precuela en cuanto a técnica y derroche de creatividad, y su mera existencia sea indudablemente una buena noticia para la industria de la animación, yo me sigo quedando con Un nuevo universo. Ojalá la tercera me haga cambiar de opinión.
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