¿Y si los elementos de la naturaleza tuvieran sentimientos? El estudio que ya animó juguetes, coches e incluso a las propias emociones nos trae su última apuesta: Elemental. Una historia de amor imposible entre Candela, una chica de fuego, y Nilo, un chico de agua. El director, Peter Sohn, se basa en su propia experiencia para reescribir Romeo y Julieta en términos de raza, cultura y clase. Igual que los padres de Candela emigraron a Ciudad Elemento huyendo de “La gran tormenta” que azotó su país, los padres de Sohn emigraron al Bronx en los años 60 sin saber una sola palabra de inglés. Y en la película encontramos la misma tienda que montaron para mantener a la familia, la misma infancia entre clientes y, por supuesto, el mismo racismo. Pero todo sin perder esa emoción y ese humor tan especial de Pixar. La gran pregunta ahora es: ¿ha conseguido estar a la altura del estudio?
Si le preguntamos a la taquilla, la respuesta decepcionará a los accionistas de Disney. Desde Toy Story nunca habían recaudado tan poco en un primer fin de semana. Tan solo 29M de dólares en Estados Unidos, frente a los 39M que consiguió El viaje de Arlo o los 40M de la maravillosa Onward —por mencionar algunos de sus estrenos más pobres—. Y aunque parezca que puede remontar, si le preguntamos a la crítica, ya desde su decepcionante paso por Cannes la respuesta sigue siendo la misma. Elemental se sumaría a esa lista de películas que, desde Coco o Del revés, no han conseguido conquistar de forma tan unánime a público y crítica.
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En Ciudad Elemento gobierna un partido de color verde
Pero para hablar de Elemental, olvidémonos por un momento de la taquilla, de la crítica y de esos pobres accionistas que no han ganado tantos millones de dólares como esperaban. E incluso, aunque cueste, olvidémonos también de UP, Los increíbles y Toy Story. Hablemos por una vez de Elemental al margen de sus predecesoras. Porque estar a la altura de un estudio que hasta hace poco era garantía de calidad no es fácil, y de las muchas críticas negativas que puedo encontrar, pocas lo hacen sin aludir a glorias pasadas. «Pixar reinterpreta sus grandes éxitos en una trillada comedia romántica», «Un simulacro de gran película de Pixar», «Parece un algoritmo montando una perfecta película de Pixar”».
Y estoy de acuerdo, Elemental intenta y no consigue tener la chispa que tuvo, por ejemplo, Inside Out. Pero sí logra ser una película divertida, que tiene claro lo que quiere contar y sabe hacerlo con cariño y sin pretensiones. Solo que esta vez no nos quieren hablar de lo necesaria que es la tristeza; quieren hablarnos de la inmigración, el racismo y la violencia sistemática de la diferencia de clases.
Fotograma de Elemental
Desde el primer momento vemos que las personas de fuego odian a las personas de agua y viceversa. Pero el racismo del que habla Elemental va mucho más allá, es en los pequeños gags donde encontramos una realidad mucho más compleja. Y es que si una hija de inmigrantes del barrio de fuego no puede pasearse por las calles del centro porque hay cascadas que la apagan, o sacarse una foto en el photocall porque quema la imagen, no es solo porque Ciudad Elemento no esté preparada para ella. Es porque ese lugar no la quiere allí. Porque no queremos adaptar nuestras ciudades a las necesidades de todas las personas, y a los de fuera los preferimos fuera. O dicho de otra forma, en Ciudad Elemento gobierna un partido de color verde. Pero eso es algo que los accionistas no iban a dejar salir del subtexto, así que mejor atiendo al siguiente juego de palabras con los elementos en vez de ponerme a «encender fuegos» a pocos días de las elecciones.
Elemental a medio camino entre dos Pixars
Ahora, y perdón por volver a pensar en Elemental a partir de sus predecesoras, no puedo evitar jugar al encasillamiento. Si hablamos de que es una historia entretenida y sin pretensiones, me gusta pensar en el Pixar más infantil. Pero si pienso en el mensaje de fondo, lo que me viene a la cabeza es ese Pixar más adulto que hemos visto últimamente. El “pedante”, como le llaman y a veces con razón. Así que imagino que de encasillarla, Elemental se encontraría maravillosamente a medio camino entre dos Pixars.
Al estilo de Soul, es una historia sin villanos que prefiere centrarse en conflictos más complejos y más humanos. Una que habla a un público adulto, subiendo la edad de los personajes y construyendo su entorno alrededor de algo tan ajeno a la infancia como es la vida laboral. Peter Sohn acierta formulando preguntas que no tienen una única respuesta, y no solo sobre la xenofobia: ¿qué responsabilidad tenemos los hijos sobre los sacrificios de nuestros padres? ¿Qué expectativas sienten la necesidad de cumplir los hijos de la clase obrera inmigrante? ¿Qué opinión dejan aquellos que abandonan su país en las familias que dejan atrás? Algunas las formula con profundidad, otras solo le da tiempo a hacerlo de pasada. Pero con todas ellas, Elemental sabe hablarle a la generación del siglo XXI, y eso es algo que Pixar necesita.
Fotograma de Elemental
Y al mismo tiempo, es una comedia romántica pura y sin complejos como echaba de menos en el cine de animación. Una película a lo Onward o Luca que, por encima de todo, lo que quiere es contar una historia divertida. Que no persigue deslumbrarnos con un mensaje transgresor, o al menos no con uno que se pueda resumir en una frase. Sencillamente es una historia emocionante y con algo de verdad en su fondo.
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Las nuevas miradas que necesita Pixar
Podría quedarme en esta pequeña defensa de Elemental, pero volviendo la vista a esos señores al mando de Disney, me preocupa lo que estos resultados en taquilla puedan implicar. Miedo a las historias originales —que se traducen en menos presupuesto para ellas y su promoción—, desconfianza en nuevos creadores, estrenos directamente en plataformas…
El problema es que un estudio que se consagró como el más transgresor de la industria no puede seguir siéndolo más de 30 años después si no se reinventa. Y Pete Docter, aunque siempre me llevará al cine, nunca se reinventará tanto a sí mismo como Pixar necesita. O al menos si lo que quiere la compañía es liderar la vanguardia frente a animaciones como El Gato con Botas, Los Mitchell contra las máquinas o Spider-Man: Cruzando el multiverso.
Fotograma de Los Mitchell contra las máquinas
Lo que hacen falta son nuevas miradas, como lo eran las del propio Pete Docter o Andrew Stanton en los 90, y eso es sinónimo de riesgo. Apuestas como Dan Scanlon (Onward) Domee Shi (Red), Enrico Casarosa (Luca) o el propio Peter Sohn. Un camino no solo de nuevas cabezas creativas, sino también de nuevas historias, algo que Disney Pixar parece perseguir a medias: Inside Out 2 (2024), Toy Story 5 (2026)… Y para ser transgresor, también lo podemos decir, ayudaría que esos señores de Disney y sus millones de dólares no defendieran los valores del siglo pasado. En cualquier caso, que eso no nos desvíe de lo importante: id al cine y convenced a esos señores de que mereció la pena. Y si no, por lo menos, disfrutad de la película.
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