Reality Winner es una joven que trabajaba en el servicio de Inteligencia estadounidense como traductora de textos. Gracias a su trabajo, tenía acceso a documentos confidenciales. Un día, dos agentes del FBI se presentaron en su casa para interrogarla, acusándola de haber filtrado información clasificada sobre el papel del gobierno ruso en la victoria de Trump en 2016. Toda la conversación y el interrogatorio a Reality Winner fueron grabados en audio. Reality, la primera película de Tina Satter, adapta esas cintas. Hablamos de cómo este thriller en tiempo real, basado en hechos reales, encuentra la complejidad en la sencillez.
Esta crítica contiene spoilers.
La realidad
Es curioso que el nombre de la protagonista de esta historia sea Reality. Parece de justicia, como si su nombre hubiera sido un presagio, que fuera ella la que revelase información clasificada que podría poner en jaque la democracia de un país. La que mostrase al mundo la realidad.
Pero el título de la película no alude solo a la protagonista. También nos advierte de que lo que cuenta la película está basado en hechos reales. Es un título más que acertado para una película que no solo abraza la realidad, sino que no teme enfrentarse a ella. Tina Satter encontró la fórmula para trasladar a la pantalla la incomodidad, tensión y ansiedad de aquel día en el que dos agentes del FBI llegaron a la casa de Reality Winner. Solo necesitó la grabación de audio de aquel día, una localización, una actriz y dos actores extraordinarios, un pulso firme con la cámara y una edición precisa.
Fotograma de Reality
¿Cómo se mantiene la tensión en una película que se desarrolla, prácticamente, en tiempo real? En el caso de Reality, lo que mantiene al espectador sin quitar ojo de la pantalla es esa incomodidad que está desde el principio y va en aumento. Es el gesto de la protagonista, magistralmente interpretada por Sydney Sweeney. El tono amigable pero perturbador con el que los del FBI hablan a Reality. Incluso la ropa que llevan —que más que de agente federal parece de padre que va el domingo al minigolf— lo vuelve todo extremadamente incómodo y violento.
Y no sólo eso: la tensión se sostiene, casi a partes iguales con lo más duro del interrogatorio, en las conversaciones banales que tienen los agentes con Reality. Le preguntan por sus mascotas, por la compra del supermercado, por los entrenamientos de crossfit… Si no supiéramos que esas conversaciones son reales —la película se encarga de recordarnos una y otra vez que las originales esán grabadas—, nos parecería imposible que dos policías actuaran de esa forma. Y ahí es donde Reality se vuelve rompedora: pone el foco donde nadie lo pondría, nos enfrenta a la violencia y la tensión de una situación a priori distendida.
Fotograma de Reality
El FBI espera en tu puerta
Aun siendo una película abiertamente política, sorprende la capacidad para poner sobre la mesa algunos temas más allá de la victoria de Trump en 2016. El machismo palpable cada vez que los agentes se dirigen a Reality —¿habrían actuado de esa forma si el interrogado fuera un hombre? Por supuesto que no—, el arrinconamiento en una habitación vacía… Tina Satter señala directamente al sistema policial estadounidense, sus métodos y sus defectos. Se preocupa en recordarnos constantemente que esa conversación está grabada precisamente para que nos planteemos qué serían capaces de hacer esos hombres si no los estuvieran grabando.
Al final de la película aparecen extractos de cómo los medios cubrieron el caso de Reality Winner, y uno de ellos cuenta que, cuando le preguntaron si odiaba a Estados Unidos, ella contestó: «En realidad sí. Es, literalmente, lo peor que le ha pasado al planeta». Reality no es más que una mujer enfadada con el sistema que se enfrentó a la justicia por querer, precisamente, hacer justicia. Su forma de patriotismo —recordemos que es veterana de las fuerzas aéreas estadounidenses— consistió en destapar una información que desvelaba las deficiencias de un sistema corrupto. Delató a su país para intentar convertirlo en un lugar un poco mejor. Y Tina Satter nos lo cuenta en Reality, una película valiente, rigurosa y rebelde.
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