En esa semana rara entre el día de Navidad y la cena de Nochevieja se encuentra el Día de los Santos Inocentes, un día en el que tu amigo el que es graciosísimo ya habrá aprovechado para gastarte una de esas bromas que tanto te agradan. Ja, ja, cómo me la has colado, ¿eh?, qué pardillo soy, ¿enfadarme yo? No, para nada, cómo se te ocurre, venga, hasta el año que viene ya si eso.
Por fortuna este año no es necesario que salgamos a la calle a correr el riesgo de ser víctimas de alguna inocentada, podemos simplemente quedarnos frente a la tele disfrutando de alguna de estas bromas y bromistas que nos ha dado el cine.
Los santos inocentes (Mario Camus, 1984)
La obra que da nombre a esta revista no podríamos decir que entra dentro de una temática festiva, pero sí habla de una broma que no nos hace ni pizca de gracia. Los santos inocentes es un retrato árido y sin edulcorantes del rural extremeño de mediados del siglo XX, y logra contar una historia universal sobre la alienación de clase y la eterna lucha entre los de abajo y los de arriba. La adaptación de la obra de Miguel Delibes convierte a Extremadura en el plató ideal para mostrar la dura realidad de la España caciquil durante los años de la autarquía franquista.
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Borat (Larry Charles, 2006)
Hay una infinita oferta audiovisual en cuanto a obras, tanto de ficción como de documental, que abordan lo sucedido en Estados Unidos tras los atentados del 11-S; ninguna, sin embargo, lo había hecho desde la perspectiva que ofrece Borat. Sacha Baron Cohen protagoniza este falso documental sobre un reportero de Kazajistán que viaja al otro lado del mundo para sumergirse en la cultura norteamericana. En el camino es capaz de burlarse de todo y de todos, haciendo humor desde el más escatológico hasta el más crítico con una sociedad polarizada por el miedo y la desinformación.
El golpe (George Roy Hill, 1973)
Dos de los rostros más carismáticos de la historia del cine y una banda sonora que hará que te la pases silbando hasta después de Reyes: El golpe es una de esas películas que transpiran buen rollo por todos sus poros. En el Chicago de los años 30, dos timadores interpretados por Robert Redford y Paul Newman deciden vengar la muerte de un colega como solo ellos saben, organizando el timo más ingenioso y arriesgado de sus vidas. No haremos spoiler del final, pero sí diremos que no deja de sorprendernos aunque lo hayamos visto cien veces.
Roger y yo (Michael Moore, 1989)
El cineasta documental Michael Moore se presenta por primera vez con su particular estilo, poniéndose a sí mismo y a su punto de vista propio en primera línea de batalla. Desde una perspectiva cómica y desgarradora al mismo tiempo, Moore filma su retorno a Flint, Michigan, la ciudad que le vio crecer, ahora convertida en uno de los lugares más empobrecidos de Norteamérica. El objeto de la broma en este caso es ese tal Roger, el presidente de la General Motors responsable del despido de 30.000 trabajadores con el que Michael Moore tratará de conseguir una entrevista.
Carrie (Brian de Palma, 1976)
Aunque nos diviertan las inocentadas si son de buen gusto, hay algunos bromistas que son directamente imbéciles. Contra todos ellos cogemos el ejemplo de Carrie, la chica de referencia para todo aquel que quiera vengarse de sus abusones. Esta adaptación de Stephen King construye una atmósfera tensa y estridente, logrando poner al espectador en la piel de Carrie, una adolescente que descubre sus poderes telequinésicos cuando más los necesita.
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