La escena del accidente en ‘La sociedad de la nieve’: escribir y rodar la tragedia
La escena del accidente en La sociedad de la nieve me dejó con el corazón en un puño durante toda la película, y con una sensación de malestar que aún no se me ha despegado del cuerpo. Es decir, Bayona consiguió lo que se proponía: «Teníamos que hacer sentir al espectador lo mismo que sintieron ellos».
Desde Lo imposible hasta Los anillos de poder, el director ha demostrado que sabe cómo hacer “cine a lo grande”, manejando enormes presupuestos para contar historias espectaculares centradas en lo pequeño de los personajes. Con 60M de euros, La sociedad de la nieve destrona a Argo como la película española más cara de la historia (50M) y demuestra que sí se puede confiar en el talento español para hacer películas de esta envergadura. Desconozco si sería también la que más puestos de trabajo ha creado, aunque si no lo ha sido, poco le habrá faltado.
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Pero al margen de unos VFX dignos de cualquier película de Marvel —y con mucho menos presupuesto— y el descomunal aparato de producción, liderado por Belén Atienza y Sandra Hermida: ¿cómo se escribe una secuencia así? ¿Cómo ruedas una catástrofe sin perder de vista la emoción entre el caos del accidente y el despliegue de los efectos especiales?
El cineasta de las tragedias que siempre coloca al personaje en el centro
«La principal emoción por la que pasaron fue el miedo. Tenían miedo constantemente. Esa era la gasolina con la que se movían. Ahí la película casi se tiñe a veces de película de terror, porque realmente había que meter al público ahí. Cuando le pasamos la película a los familiares de los fallecidos ha sido muy impresionante ver cómo había gente que 51 años después entendieron lo mal que lo habían pasado».
J. A. Bayona
El gran acierto de La sociedad de la nieve es saber encontrar en las vivencias personales más pequeñas de los pasajeros el motor para la película. Para acercarse al relato de alguien que de verdad vivió esa experiencia, y no al de alguien que visita su historia como un turista. En palabras de Michael Giacchino, compositor de la banda sonora y ganador del Oscar por Up: «[Bayona] tiene una manera muy bella de encontrar humanidad en la tragedia. Cuando trabajo con él siempre tendemos a discutir los asuntos interiores de los personajes, sus emociones, aquello por lo que están pasando y cómo se sienten. Hablamos más de eso que de la música como tal».
Los actores de La sociedad de la nieve durante el rodaje de la película | Foto fija: Quim Vives
Es decir, para contar la historia de ese equipo uruguayo no podían centrarse en el morbo del canibalismo o en la heroicidad de los supervivientes, sino en la solidaridad de esos amigos y el miedo que pasaron juntos. Algo lógico pero que llega tarde: han hecho falta tres películas para que los protagonistas de la historia sientan que su experiencia se ha trasladado con honestidad a la gran pantalla.
El accidente en La sociedad de la nieve, una historia de terror
Así que si el motor de los personajes era el miedo, el tono terrorífico había que mostrarlo desde el primer momento. Leyendo el guion escrito por Bernat Vilaplana, Jaime Marqués, Nicolás Casariego y el propio Bayona, comprobamos que la escena del accidente está escrita desde ese lugar, desde el miedo. Describen la montaña igual que Spielberg describiría a su tiburón en 1975, consiguiendo que nuestra relación con los Andes sea la misma que tendríamos con un monstruo de carne y hueso.
Fragmento del guion y del Storyboard de La sociedad de la nieve
Y no solo con el uso del lenguaje, sino que cada pequeña pieza construye una auténtica película de terror. Recursos como la puerta de la cabina abriéndose y cerrándose intermitentemente nos recuerda a esa mítica linterna sin pilas que ilumina parpadeante al monstruo en las películas de género: «La puerta de la cabina se zarandea para dejar ver, ahora sí, ahora no, cómo el avión se aproxima hacia la brutal pared de piedra».
O, por supuesto, el manejo del tempo. Los pequeños respiros antes de los sustos, la calma antes de la tormenta. Bayona construye un crescendo de terror de manera absolutamente opuesta al caos que pretende transmitir. Es una escena en la que atravesamos cincuenta emociones milimétricamente medidas para que sintamos, en su conjunto, la desesperante sensación de que nada está bajo control.
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Primero, desde la ventaja del espectador que sabe lo que va a ocurrir, pero no puede gritarle a Numa “Abróchate el cinturón, por Dios”, igual que en una película de terror no puedes gritarle al personaje: “no bajes a ver lo que esconden en el sótano”. Después, sufrimos la ansiedad de verles ridiculizando al monstruo, se ríen de las turbulencias como en un slasher hacen bromas sobre el asesino que anda suelto por el barrio. Para después dar paso a la aterradora calma, que como en la escena inicial de Un lugar tranquilo 2, quieren pensar que solo será un mal día, cuando en el fondo saben que se avecina lo peor. Y así hasta el terrorífico final. Una pequeña luz al final del túnel ciega a Numa justo antes de que El Valle de las Lágrimas destroce el avión con la facilidad con la que Godzilla aplasta los coches de Tokio.
Imágenes del rodaje de la escena del accidente en La sociedad de la nieve | Foto fija: Quim Vives
En definitiva un caos perturbador donde, en manos de Bayona, siempre hay hueco para lo pequeño, para colocar lo humano en el centro. El balón de rugby rodando por la vertiginosa inclinación del avión, la pareja que se da la mano por última vez o la mirada de Numa congelándose en el tiempo al contemplar el tridente de piedra contra el que están a punto de estrellarse. Esos pequeños detalles son el as bajo la manga para que meses después, cuando vayamos a coger un avión barato en Ryanair, sintamos de nuevo esa presión en el pecho que aún no nos ha abandonado.
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Gracias, Netflix, por hacer posible una película imposible y, sobre todo, gracias por volver con el rabo entre las piernas y reconocer que 10 días en salas no iban a ser suficientes. Ojalá esto no sea una excepción, os hayáis dado cuenta —tarde— del poder del cine y mantengáis este modelo en el futuro. Al menos eso quiero pensar; yo dormiré más tranquilo.
¡Impresionante!
Desde luego no deja indiferente ni una sola de sus escenas.
Totalmente de acuerdo con el artículo.
Gracias.
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