Alberto Ruiz Rojo, director de ‘La ley del mar’: «La desigualdad es la paradoja del mundo en el que vivimos»
Desde hace años, la llegada a las costas de cientos de migrantes ocupa a diario los noticiarios. La rutina informativa ha transformado la odisea de rostros e identidades en un cúmulo de cifras y pérdidas en el Mediterráneo. En su lecho yacen vidas posibles, sueños, esperanzas. La ficción entonces toma la realidad, y hace que las historias que antes resultaban ajenas parezcan nuestras… si hubiéramos nacido en otra geografía, en otro lugar.
La ley del mar, recién estrenada por Televisión Española y la televisión autonómica valenciana À Punt con entusiasta acogida, plasma en tres capítulos el testimonio humano del pesquero ‘Francisco y Catalina’, capitaneado por Pepe Durà, que en 2006 rescataba a un grupo de migrantes subsaharianos a la deriva en aguas mediterráneas, entre la costa de Malta y Libia. La hazaña de los diez tripulantes del barco de Santa Pola, en un gesto humanitario insólito en aquel tiempo, supuso la salvación de medio centenar de vidas y el avance de la legislación europea sobre inmigración. Alberto Ruiz Rojo, realizador de series del peso de La templanza y El Cid, dirige esta miniserie épica y emotiva con Luis Tosar y Blanca Portillo como protagonistas.
«Cuando estábamos rodando el rescate de los inmigrantes se rompió la cuarta pared».
«Llevo 25 años como director, pero nunca me había enfrentado a tal reto técnico».
¿Cómo llegó a tus manos el proyecto?
Flipy y Rafa Parbus me remitieron el guión del primer capítulo y la sinopsis de los otros dos. Se me puso la piel de gallina nada más empezar a leer, me emocioné. Les había interesado el documental Malta Radio, que contaba a través de testimonios lo ocurrido, y de algún modo eso les inspiró. Fue un absoluto regalo recibir esta propuesta.
Aunque ya contabas con un buen material de apoyo, ¿hiciste también trabajo de campo?
Tatiana habló mucho con Pepe y con su mujer, Pepi, para plasmar bien los detalles y acercarse con Víctor, en la escritura de los guiones, al lado más humano de la situación que se produjo. Cuando fuimos a localizar a Santa Pola, nos contaron muchas cosas. Han sido muy generosos durante todo el proceso.
¿Qué era para vosotros lo más importante?
Ser fieles a las historias de quienes lo vivieron, reflejar los valores humanos que tienen. Contarlo a través del punto de vista de Pepe nos permite empatizar y entrar poco a poco en la narrativa de lo que supuso el rescate.
Fotograma de La ley del mar
¿A veces se nos olvida que cada vida humana cuenta?
Dicen los psicólogos que la empatía va de uno en uno. La ficción tiene ese gran poder: entrar en la realidad, conocer el relato a través de las personas. Queríamos descubrir las historias de aquel rescate, cómo lo vivieron sus protagonistas. Es verdad que en las noticias parecen solo hechos y números.
No es fácil imaginarse tampoco en la piel de Pepe, su tripulación y las familias. La negativa de Malta para acoger a los inmigrantes y los largos días sin saber qué sucedería, hacinados en el barco…
Sí, cuando lo vemos en la televisión hay una distancia, pero ellos se enfrentaron a una situación real. En el primer capítulo se muestra cómo realizan una votación para decidir si ayudan a los inmigrantes y les suben a bordo. Se plantea el punto de vista de un marinero que no quiere y al fin y al cabo es otro punto de vista, pero no puede ser. Además de que es ley del mar atender a quien lo necesite, se trata de una cuestión básica de humanidad.
La gesta de Pepe y sus hombres demuestra una vez más que nos rodean héroes sin capa.
La acción que realizaron tiene mucho mérito, es admirable la fortaleza de sus valores. Sin embargo, lo viven con un punto de vista de normalidad, no desde una postura heroica. Pepe no se siente un héroe, sino alguien que hace lo que hay que hacer en el momento en que la situación lo precisa.
Fotografía del rodaje de La ley del mar | Marina Anaya
El rodaje de una buena parte del metraje en el agua debe haber planteado grandes desafíos.
Es un gran reto porque no sabíamos cómo hacerlo, llevo 25 años rodando y he hecho de todo, pero casi veinte jornadas dentro del barco… Éramos casi 60 personas entre tripulantes, equipo y figurantes para un espacio de 25 metros. Y a partir de las 12 de la mañana no se puede hacer nada porque el mar ya está en calma. Estuvimos valorando cromas y buscamos a gente que nos ayudase y aconsejara. Finalmente, decidimos lanzarnos al mar. Cuando empezamos a rodar vimos que nos apañábamos.
¿Qué os generó más quebradero de cabeza?
En cada plano había que girar el barco porque cuanto más sale hacia fuera, más fuga hay, pero cuanto más te metes para dentro, menos. Fondearlo era imposible. Tiramos de una lancha que hacía rotar el barco para hacer cada toma. Para cada plano teníamos que movernos todos. Todas esas dificultades generaron una gran familia, la conciencia de ser uno.
¿Cómo has trabajado los roles con los actores?
A veces se trata de no hacer nada, dejarles vivir el momento, y en otras requiere generar la emoción, el ambiente. Ha sido un lujo tener a todo el reparto que ha participado. Me siento muy agradecido. ¡Es un plantel increíble.
¿Cuál fue el momento más emotivo del rodaje?
Cuando estábamos rodando el rescate, con tomas grabadas mediante drones y cámaras escondidas, se rompió la cuarta pared. En la patera se produjeron pequeños roces, parecía casi de verdad. Hubo un figurante que tuvo un poco de ansiedad al producirse un choque entre el barco y la patera y escucharse un crujido. Nos lanzó a la realidad en una proporción súper íntima y se generó una misma emoción en todos los que estábamos allí.
Fotografía del rodaje de La ley del mar | Marina Anaya
La secuencia parece totalmente real por su tempo y el desarrollo de los planos en el auxilio a los náufragos.
Participaron incluso figurantes que nos contaron que habían venido años atrás en patera a España. En la barca podía mascarse la tensión producida por la intensidad de lo que se contaba. Cuidamos mucho la seguridad y buscamos una barca que no fuera cayuco por la inestabilidad. Yo quería hacer una secuencia grande, darle una épica, pero sin dramatismos. Es un momento feliz, estamos salvando gente.
La miniserie en su conjunto huye del melodrama.
Hemos intentado contar una historia muy tremenda sin hacer pornografía emocional y sin artificios, pero de una manera que permitiera tomar conciencia de la dimensión de la emergencia humanitaria. De este modo, en las escenas más fuertes apostamos por los planos secuencias y nos meternos, con ópticas, muy cerca de los personajes.
¿Llegará el día en que contar estas historias sea crónica del pasado?
Solución como tal no hay mientras exista la desigualdad entre unos y otros. El mundo en el que vivimos tiene esa paradoja. Incluso en nuestro país sucede, el nivel socioeconómico varía mucho. Los emigrantes se van de su país y de su casa porque hay miseria y guerras o porque se preguntan por qué no pueden vivir una vida mejor. Son personas como nosotros. Esperamos que nuestra miniserie pueda abrir el corazón de quien la vea.