Álvaro Gago lleva años realizando cortometrajes en Galicia. En Matria (2017) nos presentó a Ramona, una mujer que trabaja en una fábrica de conservas y con la que recorrió decenas de festivales. Su última película, 16 de decembro (2019), está nominada al Goya a Mejor cortometraje de ficción y está disponible en Filmin. La analizamos con él.
Al principio de 16 de decembro hay una escena en la que un equipo de balonmano está en el vestuario y vemos cómo se relacionan entre ellas. Tienen comportamientos que típicamente podríamos interpretar como masculinos. ¿Por qué elegiste los vestuarios y no cualquier otro escenario?
Por un lado me gustaba la idea de contraste, de tener un personaje femenino que se comportase distinto. No estamos acostumbrados a ver a una mujer comportándose así, aunque es normal. Y eso no quiere decir que todos los vestuarios sean así, para nada. Yo jugué a balonmano muchos años y mi equipo tenía también equipo femenino, y las jugadoras tenían ese tipo de comportamientos, así que el corto bebe directamente de ahí. Esa escena fue instruida por mi propia experiencia, pero al mismo tiempo tenía una razón más cinematográfica que tiene que ver con intentar derribar ciertos estereotipos sobre a qué mujeres les pasan estos episodios de violencia machista. Porque les puede pasar a todas, se comporten como se comporten. Me daba la sensación de que habitualmente las mujeres que vemos en la pantalla que sufren algún episodio violento tienden a un carácter más cerrado, más introvertido. Quería ir en contra de eso, para hacer evidente lo que ya lo es: que le puede suceder a cualquiera.
El primer minuto del corto es el entrenamiento de balonmano y tiene un ritmo muy frenético, se sienten los golpes y la velocidad. ¿Qué buscabas con esto?
Había algo en ese choque de cuerpos, ese lenguaje físico pactado, que contrarresta lo que sucede después: un choque de cuerpos no pactado. El balonmano es muy físico, hay mucho contacto, pero está pactado, y son impactos que no perduran. Existen en el momento, pero te abandonan.
Ese momento de impacto lo aprovechas también para el cartel de la película.
Ese fotograma tenía algo rítmico. Hay un impacto, pero hay comunión. Quería mostrar ese choque. Hubo gente después de la película que se me acercaron, y me hacían referencia a esa parte inicial. Me decían que la protagonista era una persona con carácter fuerte y eso hacía que no se esperasen lo que pasa después. Yo quería apelar a la reflexión, sobre todo para los hombres. Que nos preguntemos ¿lo que estoy haciendo es suficiente? ¿Estoy ayudando con ciertos comportamientos a un problema que es estructural, que está enraizado en nuestra vida?
Fotograma de 16 de decembro. Fuente: Filmin
Cuando aparecen los hombres cambia el punto de vista, entramos en ese coche y nos quedamos dentro. ¿Es algo que tenías claro desde el principio?
Lo tenía clarísimo. Habitualmente, en mi proceso de construcción de imágenes la reflexión viene después. Ese fue un impulso inicial. Estaba haciendo el guion y veía exclusivamente ese plano. Después vino el proceso de reflexión, de análisis, en el que pensaba sobre todo en cómo afectaría a la audiencia ser cómplice. Esa posición de la cámara, desde dentro del coche, hace que seas un cuarto pasajero del vehículo. Ponerte en esa situación tan incómoda era algo que me parecía que podía ayudar a trasladar la emoción que yo quería.
Además, pasa algo que tiene que ver con el propio cambio de perspectiva en el mismo plano. Lo que sucede delante le puede dar un nuevo sentido al plano. Me daba la sensación, cuando ellos salen del coche y tú te quedas dentro, que esa incomodidad es por ser cómplice de una violencia tan gratuita. Tú te quedas cómodo en el asiento, y lo ves todo desde la distancia, que es lo que hacemos cuando nos enfrentamos a este tipo de noticias en la realidad. Leemos una noticia y pasamos, estamos acostumbrados.
A un nivel más secundario, era un plano que me permitía jugar con elementos más cinematográficos, como la sorpresa, el misterio. Con el ¿qué va a pasar? Jugar con esas preguntas que se podía estar haciendo el espectador. A ese nivel creo que no funcionó tan bien. Estamos tan acostumbrados que cuando te metes en el coche ya intuyes lo que va a pasar. No lo quieres creer, pero lo intuyes. Ese misterio no sé hasta qué punto está conseguido.
Fotograma de 16 de decembro. Fuente: Filmin
Hay un momento, hacia el final del corto, en el que Lucía se marcha, y parece que la película va a terminar, pero volvemos a la protagonista. ¿Ese final también lo tenías claro desde el principio?
La escritura fue un aprendizaje. En las primeras versiones del guion, ella al final seguía y se paraba en un semáforo frente a una comisaría de policía. Y nos íbamos en ese momento de decisión. Pero poco a poco fui descubriendo que quizás era un recurso demasiado artificial que se iba a lo cinematográfico, que puede ser un buen momento desde el punto de vista del lenguaje, pero a nivel temático, de cómo dejamos al personaje, me daba la sensación de que empezábamos a juzgar su decisión.
Yo tenía la sensación de que habitualmente se pone el foco en lo que la mujer hace después. ¿Va la policía? ¿Se lo cuenta a su madre? ¿A sus amigas? Yo no quería poner el foco ahí. Porque da igual. Haga lo que haga estará bien y no debemos juzgarlo. Y hay personas que necesitarán más tiempo, menos tiempo… Vamos a poner el foco en el coche, que es donde realmente hay que actuar para prevenir esa violencia. Reeducando a los hombres que se creen con potestad de hacer algo así.
En el último momento del corto, yo le pedía a Cris (Cristina Iglesias, actriz protagonista) que empujase el plano, porque ella sale del plano y yo quería que lo hiciera cogiendo fuerza, porque era coherente con su carácter, tirar para delante. En la banda sonora jugamos con una pequeña línea de diálogo que se corresponde con el momento del balonmano, cuando circula el balón y ellas dicen: “¡sigue, sigue!”. Se lo pusimos al final, en un momento de impasse de la música. Hay que seguir para delante.
Fotograma de 16 de decembro. Fuente: Filmin
Eres cineasta y a la vez tienes un carácter reivindicativo fuerte. ¿Dónde se encuentran el querer hacer denuncia social con el querer hacer cine? ¿Cómo es tu proceso en ese sentido?
No me puedo disociar de mi contexto. Mi realidad más inmediata es que este tipo de violencia existe y no es un problema puntual, está completamente enraizado, y que vive al amparo de una sociedad plagada de actitudes machistas. Mi posición en esta lucha es activa y condiciona mis decisiones artísticas, sin duda. Nunca fuerzo nada, intento ir encontrando las cosas a medida que avanzo, sobre todo a las personas.
Hago una película sobre Ramona, protagonista de Matria (2017), porque Francis es mi amiga en la vida real. Hago una película como 16 de decembro porque de repente me encuentro con Cris, que también tiene una postura muy activa en esta lucha. Empezamos a hablar, surgen diálogos y de repente estoy viendo el proyecto. Además, con Cris, que tiene un carácter muy expansivo, empiezo a ver a Lucía. Todo eso puede ser la semilla de algo positivo. Pero yo nunca sacrificaría íntegramente la experimentación artística en favor, exclusivamente, de un discurso político, porque entonces lo que debería hacer sería escribir ese speech y publicarlo. Supongo que esa comunión va de la mano de una forma orgánica.
Con 16 de decembro estuve dos años, y es un cortometraje. Son proyectos que van para largo. Y como ese impulso inicial no sea honesto, estás jodido. Porque vas a tener que convivir con esa historia durante mucho tiempo. Tiene que haber una urgencia real, una necesidad palpable de contarla, de querer conocer mejor esos espacios, esos personajes. Si no, es complicado sostener la intensidad que requiere el trabajo. Pero eso es un proceso que hay que hacer, informarte sobre si ese impulso es realmente honesto o no. Y a mí me ha pasado, el enamorarme de una idea y después aterrizarla y preguntarme ¿por qué lo estoy haciendo? y tirarla a la papelera.
Fotograma de 16 de decembro. Fuente: Filmin
En cuanto al idioma, la protagonista habla en gallego con sus compañeras y en castellano con su hermano. Eso es algo que ocurre muchas veces en la vida real. ¿Lo hiciste por darle realismo? ¿O por denunciar también la situación de la lengua en Galicia?
En una ciudad como Vigo, esto es una problemática. El gallego se está muriendo y eso es muy palpable en núcleos urbanos, donde poca gente habla gallego, a excepción de Santiago. Mi núcleo familiar es multilingüístico, mi mujer es italiana, hablamos inglés, gallego… Pero incluso en núcleos de amigos gallegohablantes, los niños llegan a casa hablando castellano. Eso evidencia que tenemos un gran problema, y hay que hacer algo como lo que hizo el País Vasco: un plan lingüístico no especialmente agresivo, pero sí que favorezca que la lengua minoritaria no muera. Por mi parte hay una decisión consciente de evidenciar que hay un problema. Porque si nos ciñéramos a la realidad, en Vigo sería todo en castellano.
Además, para los chicos del coche, salvo uno que habla gallego, la lengua comprometía mucho su interpretación. No dominan la lengua, y entre ellos se relacionan en castellano. Yo soy neohablante, en mi entorno siempre se habló en castellano. Y es muy triste, porque o hacemos ese trabajo con política lingüística, que no dependa del partido político que gobierne, o estamos perdidos. Por eso digo que deberíamos seguir el ejemplo del País Vasco.
¿Por qué el 16 de diciembre?
El 16 de diciembre de 2016 murieron dos mujeres, una en Vigo, Ana María Enjamio, y una en Santiago, Elena Marcu. Yo estaba con la preproducción de mi corto anterior. Ana María había estudiado con mis amigos y Elena trabajaba en una cafetería a la que yo iba a escribir. No tenía amistad con ellas, pero sí cierta relación. La noticia de dos mujeres asesinadas el mismo fin de semana me golpeó fuerte, siendo algo más habitual de lo que parece. También en Barcelona una chica había publicado un vídeo contando una agresión en la Rambla. Unos chicos le silbaron, ella les hizo el corte de manga y ellos empezaron a acosarla, a agredirla. Ella llegó a casa y lo contó todo. Yo pensé que tenía que hacer algo, sin más pretensión que la de sumar, y seguir poniendo esto en boca de la gente, seguir empujando y debatiendo.
Eso por un lado. Después, habiendo hecho un corto como Matria (2017), en un espacio tan específico, tan singular, tan exótico para la gente de fuera de Galicia, quería intentar hacer una película en un entorno más universal. Con una protagonista que tiene menos aristas concretas. Me preguntaba ¿puedo seguir haciendo una película interesante partiendo de una base mucho menos específica? ¿Y que eso afecte incluso al título de la propia película, una fecha? Hay algo en la impersonalidad del título que responde a esta idea de que esto le puede pasar a cualquier persona en cualquier lugar. Por eso no quería incluir nada de esa información en el título. Porque podría poner: Lucía, 16 de decembro, pero estaría condicionando la historia.
Cuestionario MILANA: ¿Cuál sería la película/serie…
… que verías por enésima vez?
Vértigo, de Alfred Hitchcock (1958)
Fanny and Alexander, de Ingmar Bergman (1982)
Toro salvaje, de Martin Scorsese (1980)
Planet Earth, de David Attenborough (2006)
… para ver de resaca?
Amarcord, de Feredico Fellini (1973)
La vida es bella, de Roberto Benigni (1997)
Cinema Paradiso, de Giuseppe Tornatore (1988)
Vacaciones de Ferrragosto, de Gianni di Gregorio (2008)
Divorcio a la italiana, de Pietro Germi (1961)
… que te gustaría haber hecho?
Érase una vez en América, de Sergio Leone (1984)
Vivir, de Akira Kurosawa (1952)
Dersu Uzala, de Akira Kurosawa (1975)