Alexandra Jiménez, coprotagonista de ‘Buscando a Coque’: «Para todo el mundo es importante tener referentes»
La fricción entre el halo platónico del fan y la entidad carnal del ídolo, que los directores Teresa Bellón y César F. Calvillo han perfeccionado en formato corto, alumbran su salto al largometraje en Buscando a Coque, comedia romántica a prueba de estrellas del rock. De Madrid a Miami y con la intervención de un Coque Malla metaficcional, la película cuenta los estragos que sufre una pareja cuando ella, Teresa (Alexandra Jiménez), tiene un affair con el exlíder de Los Ronaldos, el artista más admirado por él, César (Hugo Silva). Conversamos con la actriz sobre el filme y el oficio interpretativo.
«Cuando tienes un buen guion es fácil encontrar la vía».
«La música me ayuda mucho porque rodar resulta siempre muy ortopédico».
¿Cuánta memoria sentimental te une a la figura de Coque Malla?
Me gustaba mucho, pero especialmente como actor. Era muy fan de películas como Todo es mentira o Nada en la nevera, de Álvaro Fernández Armero. ¡Y de repente estaba rodando una peli con él! Me lleva a un momento de mi vida en el que todavía estaba configurando mi carácter. Para todo el mundo es importante tener referentes y en quien fijarse e inspirarse. Retomarlo con uno de mis héroes de adolescencia es una experiencia increíble.
¿Tuviste el impulso de contárselo cuando coincidisteis en el set?
Yo soy muy cortada y tonta (ríe) y estas cosas me dan mucha vergüenza. Trato de no incomodar, lo que es absurdo porque creo que luego se agradecen las palabras de cariño y este tipo de confesiones. Siempre tuve la tentación, pero no quise asustarlo. Bueno, ¡en las entrevistas ya me he soltado más! (ríe). ¡Es un puntazo compartir película!
Coque Malla, Hugo Silva y Alexandra Jiménez en Buscando a Coque
Las letras de Coque delinean la ruta de los protagonistas como siempre hicieron con el público de a pie. ¿Te evoca imágenes Berlín, por ejemplo, en la que dice «Hoy voy a empezar a construir la casa donde estaré para toda la vida»?
Sí, es sentir que estás en un lugar seguro, estés donde estés, pero en tu piel. Nunca alcanzamos esa seguridad, pero según avanzas en la vida y te vas aceptando, también la escala de valores se va reconfigurando de una manera mucho más reconfortante. Es más fácil estar en el mundo según vas teniendo más herramientas y un hogar que te protege allá donde vayas.
¿Con la madurez se alcanza la deseada estabilidad?
Cuando me formulan aquello de “cuando has llegado a…” no tengo sensación de haber llegado a ninguna parte. El proceso de no saber nunca dónde se está parado y no tener todo lo que pensamos necesitar cada vez que iniciamos un proyecto nuevo nos acompaña hasta el final. De pronto, vuelves a ser la persona insegura que eras en el cole y que no sabía por dónde le llegaba el aire… Aprendemos a gestionar y a no ser dominados por el miedo, pero ese ser está dentro de todos y cada uno de nosotros.
¿Dirías que la virtud de Buscando a Coque radica en asentar la comedia romántica?
Sí, no hablamos de una historia de seducción, en la que alguien conoce a alguien fascinante y entonces se enamoran… Parte de una relación muy estable. Son dos personas que llevan casi 18 años juntos, que se conocen en profundidad, se aman y respetan, y un acontecimiento como una infidelidad con el ídolo de él, desata una tormenta y una espiral de crisis que los posiciona en otro lugar.
Fotograma de Buscando a Coque
¿La pareja se estaba acomodando?
Hay un desgaste lógico de los años, una amenaza grave que puede destrozar la relación. Este conflicto también les ayuda como revulsivo para darse cuenta del estancamiento. Ese viaje que emprenden, tan liviano y desternillante, es muy profundo y trascendente al mismo tiempo. Los directores han logrado una mezcla maravillosa.
¿Qué efecto químico te provocó el guion?
Satisfacción total. Nunca había visto una cosa que funcione así, que digas, “no hay que cambiar ni una sola coma”. Había un estilo con mucha personalidad y los diálogos eran brillantes. La dificultad fue el trabajo de precisión. Estaba tan bien, era tan matemático, que en el momento que te desvías podía no funcionar. Ahí te das cuenta de que los directores son dos maestros de la comedia.
Como actriz, ¿has tenido alguna vez la necesidad de virar para no encasillarte?
Me ha tocado hacer cosas tan diversas… Hace dos años estaba rodando Escándalo, una serie trágica y de alguien realmente enfermo, y absolutamente después me fui a rodar La ternura, un cuento naif y asombroso. Todos los actores aspiramos a que se nos permita movernos en distintos terrenos, así que me siento muy agradecida.
Fotograma de Buscando a Coque
¿La experiencia sirve dos veces?
Este trabajo te obliga a reiniciarte. Cuando fui a Sevilla a trabajar en Tras el verano, ópera prima de Yolanda Centeno, había rodado Buscando a Coque y una comedia muy difícil y exigente con Nacho G. Velilla, aún pendiente de estreno. Venía de rodar muy entrenada, de un trabajo muy mental, y de repente me adentré en una historia que pedía dejarse llevar, bucear y confiar de hacia dónde te conducen. Todo el training anterior no me servía. Necesité trabajar desde una ubicación más maleable y elástica.
¿En qué herramienta te apoyas para mudar de piel?
La música me ayuda mucho porque rodar resulta siempre muy ortopédico y su don es conectar con las emociones de una forma muy rápida, incluso con las que están completamente enterradas. Como el olor que te lleva a tu infancia en “cero coma”. Hay secuencias que van fluidas y hay otros momentos que son un infierno y en poco tiempo has de adoptar un sentimiento muy profundo. Es fundamental poder recurrir a algo. Yo tengo un repertorio para el rescate.
¿Puedes compartir alguna pista de la tracklist?
No, no, no (ríe). Tengo la sensación de que si lo hablo dejará de funcionar. Es algo tan íntimo que lo protejo, no se lo cuento ni a mi marido. Pero te puedo recomendar algo: una versión de I wanna be like you, una canción de El libro de la selva, que siempre me hace mucha gracia y me da subidón. El grupo es Fall Out Boy.