En el mundo de hoy en día es más fácil que nunca llevarse un susto cuando se enciende la tele. Puede darte hasta un ataque de pánico, pero ninguno de esos sustos viene de parte de la ficción seriada. ¿Qué le pasa al terror en la televisión española?
El 29 de noviembre de 2020 se estrenó en HBO 30 monedas, la última serie de Álex de la Iglesia. La delirante combinación de terror sobrenatural, costumbrismo castizo, esoterismo y conspiraciones eclesiásticas se ha convertido en un éxito a nivel nacional. Ha dado el salto internacional a través de HBO USA y se ha convertido en la segunda ficción más vista de la plataforma el día de su estreno. Ha sido alabada por la crítica y el público, pero hay algo que me llama la atención más allá del éxito del fenómeno: es una de las primeras series de terror que se hacen es España desde hace más de una década.
Fotograma de El Orfanato (Juan Antonio Bayona, 2007)
Desde niño he tenido una relación contradictoria con el terror. Básicamente era un cagón, pero a la vez me fascinaba la estética del género. Con los años, mi interés por el audiovisual creció y fui explorando toda la variedad de obras que el terror ofrece, que no son pocas en este país. La primera mitad del siglo XX cuenta con una amplia variedad de títulos pertenecientes al género, aunque la producción de terror en ficción se vio considerablemente mermada durante la dictadura franquista. El género recuperó su esplendor en las décadas de 1960 y 1970 con el Fantaterror, que contó con gran éxito comercial pese a los vapuleos de la crítica. Una reducción de la censura permitió que figuras como Jesús Franco, Narciso Ibáñez Serrador o Paul Naschy encumbraran el género en lo que se recuerda como la época dorada del terror español. Aun así, algunas películas seguían sin poder pasar los filtros pertinentes y solo se estrenaban en el extranjero, llegando a su país natal años después de su producción tras el fin de la dictadura.
El género fue decayendo en los 80, aunque seguían apareciendo títulos de la mano de realizadores como Juan Piquer Simón. Afortunadamente, el terror made in Spain contó con un fuerte resurgir en los 90 que se ha mantenido hasta la actualidad y que ha llegado a contar incluso con producciones completamente independientes y remakes extranjeros. Álex de la Iglesia, Paco Plaza, Jaume Balagueró, Alejandro Amenábar o Juan Antonio Bayona son algunos de los nombres más sonados del terror español contemporáneo. Incluso hemos celebrado durante 52 años consecutivos el festival de Sitges, uno de los más reconocidos a nivel europeo y el primer festival de cine fantástico y de terror del mundo. Con todo este recorrido histórico, podemos afirmar que el terror ocupa un lugar reconocido dentro del audiovisual español. Pero cuando asomamos la nariz a la ficción televisiva, el panorama huele muy distinto.
Fotograma de Historias para no dormir (RTVE)
La ficción seriada de terror cuenta con una tradición larga y bien asentada en el resto de Europa, por no mencionar la cantidad de fenómenos internacionales que han salido de la televisión estadounidense, pero no es un patrón que se haya repetido en España. Durante el siglo XX, el terror era casi inexistente en la pequeña pantalla. Narciso Ibáñez Serrador fue la excepción que confirma la regla con su célebre Historias para no dormir, emitida por Televisión española entre 1966 y 1982. Si avanzamos un poco en el tiempo y nos vamos al siglo XXI, la cosa no mejora en cuanto a cifras. Narciso repitió la fórmula en 2006 con Películas para no dormir, una serie antológica formada por 6 películas cortas de terror dirigidas por Mateo Gil, Jaume Balagueró, Paco Plaza, Enrique Urbizu, Álex de la Iglesia y el propio Narciso. Su emisión fue bastante maltratada, saliendo directamente al mercado en DVD. Telecinco financió el proyecto, aunque sólo emitió dos de los episodios y aparcó los 4 restantes para el canal secundario FDF en 2009.
Imagen promocional de Hay alguien ahí (Cuatro)
También en 2009 se abrió una nueva oportunidad para el terror en la ficción seriada: la cadena Cuatro estrena Hay alguien ahí, creada por Daniel Cebrian Torallas, Joaquín Górriz y Miguel Ángel Fernández. La serie no contó con mala acogida por parte de la audiencia y se posicionó en un 10% medio de share, una cifra por encima de los porcentajes a los que estaba acostumbrada la cadena. No obstante, su segunda temporada sufrió cambios bruscos de día y de hora desde la emisión del primer capítulo, siendo relegada a las madrugadas y sin mantener un día fijo en la parrilla televisiva hasta despedirse de forma muy discreta un año después.
Entiendo que el terror es un género delicado para la franja de prime time, en especial para un modelo tradicional en el que la tele se convierte en la nueva hoguera de la casa y toda la familia se congrega a su alrededor para consumir el mismo contenido. Mi padre y yo podemos disfrutar muchísimo de unos sustos después de cenar, pero igual hay que llevarse a mi abuela en ambulancia (y no es plan). Las plataformas han impuesto una nueva forma de consumir contenidos: en cualquier pantalla y en cualquier momento, y esto ha abierto la veda para el desarrollo de proyectos que nunca hubieran visto la luz en una cadena. Incluso han aparecido plataformas exclusivas para el contenido de terror, como la ya conocida Planet Horror.
Fotograma de Caminantes (Orange TV)
La pionera en el terror de plataformas en nuestro país apareció en Flooxer bajo el nombre de Terror y feria (Benja de la Rosa, 2019), una recopilación de relatos que mezclan el mítico fantaterror setentero con los aires más pop y folclóricos de nuestra cultura contemporánea. A esta le siguió Caminantes (José A. Pérez Ledo, 2020), un slasher que lleva el formato de metraje encontrado a los bosques del camino de Santiago y que además constituye la primera ficción original de Orange TV. Y por último ha aparecido en nuestro panorama la ya mencionada 30 monedas, que no solo reafirma el espacio que puede tener el nuevo terror patrio en nuestras plataformas sino que lo exporta al resto del mundo. Incluso se está escribiendo una segunda temporada aunque todavía no se ha renovado oficialmente.
Da la sensación de que se acerca un cambio de situación para la ficción fantástica y de terror dentro de nuestro país, que puede ofrecer una posibilidad para elevar el género al nivel y la visibilidad con los que ya cuenta en nuestro cine. Y será nuestra responsabilidad dejarlo en la posición que merece, y de paso preguntarnos por qué se ha apreciado más nuestra producción en el extranjero que dentro de las propias fronteras. Eso también da un poco de miedo.