Es lo que pasa cuando cuentas historias: crees que vas a hablar de una cosa y terminas hablando de algo completamente diferente. Pero ese primer impulso es importante, aunque sea equivocado. Hay que hacer el camino completo para poder llegar a una conclusión diferente.
El agente topo (Maite Alberdi, 2020) iba a ser una historia de denuncia. Para contar cómo se trataba a los mayores en una residencia, Maite Alberdi partió de un prejuicio: estaban mal cuidados. Y decidió hacer sobre ello su documental, una especie de película de espías con trasfondo social. Pero salió otra cosa, algo todavía mejor.
El agente topo es Sergio que, a sus 83 años, lee un anuncio en el periódico que dice que buscan octogenarios para un trabajo y, queriendo ocupar su tiempo tras quedarse viudo, se ofrece para entrar como detective encubierto a una residencia. Tiene una misión: comprobar cómo están tratando a la madre de una clienta de la agencia.
El peor espía del mundo
Rómulo entrena a Sergio como detective (BTEAM Pictures)
Sergio no es muy buen espía. Es, de hecho, un espía pésimo. Es torpe con la tecnología: manda sus informes a Rómulo, su jefe de la agencia de detectives, a grito pelado. Se mete en las habitaciones de los demás a escondidas. No sabe disimular, pregunta directamente a las enfermeras por la medicación de su investigada.
Pero Sergio es algo mejor que un buen detective, es una buena persona. Su personaje va creciendo a lo largo del documental, a medida que se va haciendo amigo de los residentes y haciéndose un hueco en el corazón de “los abuelitos”, como él llama al resto a sus (repito) 83 años. Porque él entra como outsider, pero va dándose cuenta a lo largo de los meses que pasa infiltrado de que no hay tanta diferencia entre él y los residentes.
Sergio charla con una de las "abuelitas" (BTEAM Pictures)
Esos residentes son de todos los tipos. Casi todas mujeres, eso sí, y cada una con una historia particular y emocionante: la que escribe poesía, la que espera que su madre venga a buscarla y pide que le dejen salir, la que está enamorada de Sergio, la que va perdiendo poco a poco la memoria y no sabe si sus hijos se han olvidado de ella o si es ella la que ha olvidado la visita de sus hijos.
Esas son las historias que acaban contándose en el documental. No la otra, la de denuncia. Esa hubiera sido una verdad más cómoda. Una historia más fácil de contar: mayores maltratados en una residencia. Pero la vida es más compleja.
«Rómulo, sé que pediste datos objetivos y no opinión, pero te las voy a dar igual y no me voy a quedar callado. Los residentes se sienten solos. No los vienen a visitar y a algunos los abandonaron. La soledad es lo más grave de este lugar.
No puedes darle a la clienta ningún delito para denunciar. Definitivamente, su mamá está bien aquí. El blanco necesita cuidados especiales que no sabemos si la clienta puede darle. No entiendo cuál es el sentido de investigar. La clienta lo podría hacer ella misma. Es su madre. Debe enfrentar su culpa. Eso es lo que no la deja vivir y visitar a su madre.»
Sergio
El problema es que están solos. Es mucho más fácil luchar por una causa concreta, por que les traten mejor en la residencia, en lugar de aceptar que el problema es más profundo, y es que la tercera edad es algo terriblemente solitario. Porque la culpa también es nuestra.
Es duro pensar en lo que están pasando nuestros mayores y obviar el pensamiento de que es también nuestro futuro. Pero hay que hacerlo. Y El agente topo, en cursiva, y el agente topo, el propio Sergio, nos llevan de la mano por ese recorrido. Nos dan donde duele en los tiempos que corren.
Historias para quien sabe verlas
Y lo hacen entre carcajadas. Porque, por muy duro que sea el tema, lo importante es la mirada, y la vida está llena de comedia si tú la miras a través del humor. La cámara de Maite Alberdi y su equipo sabe mirarla con ese filtro, que es finalmente el que nos llega a nosotros.
Este documental cuenta la vida sin estridencias, con pequeñas escenas cotidianas. Es lo contrario a la grandilocuencia, así que perdón por ponernos místicos un momento: a veces parece que las historias ya están ahí, flotando en el universo, a la espera de que alguien sepa verlas. Maite Alberdi supo ver esa historia de soledad, amor, compañerismo y humanidad. Y humor, claro. Y a ese Sergio que, por suerte, se convirtió en el peor espía del mundo.
Ojalá aprendamos algo de esto, y ojalá seamos todos un poco más Sergios y menos esa hija preocupada por su madre que prefiere contratar a un detective que ir en persona a visitarla. Aceptemos que nuestra historia no es tal y como la queríamos contar, sino tal y como terminamos contándola.
También saben divertirse en la residencia (BTEAM Pictures)