Una vez escuché que el cine era una pérdida de tiempo porque mientras perdíamos dos horas en una oscura sala de un cine, la vida real seguía pasando ahí fuera. Pero la verdad es que donde está pasando esa “vida real” es precisamente en esa sala oscura. La vida, su humanidad, sus emociones, su crítica, su reflejo, su reflexión, su influencia… todo eso está fluyendo ahí, dentro de esa pantalla. Hoy se estrena Parot (Pilar Nadal, 2021) en Amazon Prime y hace gala de ello trayendo un conflicto con tantas caras y dilemas como la vida misma.
Inspirado en la España de 2013, parte de la doctrina Parot, que puso en libertad a decenas de presos mucho antes de lo que sus condenas en un principio habían dictado. A partir de esta premisa se acerca a una de las verdades más desagradables de nuestra sociedad: la violación. Cuando se busca reflejar a personas tan repudiadas por la sociedad debe hacerse con conciencia y responsabilidad… En este sentido, ¿de qué formas puede reflejar el cine estas realidades? A mí se me ocurren tres vías muy diferenciadas, y Parot las hace convivir en una misma serie.
¡Sin spoilers!
La vía del mero observador
La primera forma de adentrarse en un personaje capaz de hacer algo tan cruel es hacerlo sin florituras. Intentar utilizar la cámara para captar su realidad sin maniqueísmos, sin manchar la experiencia del espectador con moralejas forzadas y opiniones sesgadas. Tan solo aspirar a asomarse a la humanidad del personaje y no pretender conocerlo todo.
En el caso de Parot hay un personaje que sí intenta mostrarse real ante la cámara, sin tapujos: el interpretado por Nacho Fresneda. En el piloto se presenta a este delincuente como un insumiso que desafía cualquier tipo de orden establecido, y lo hace sin glorificar o condenar sus decisiones. Unas decisiones que seguramente sean más que despreciables, pero que somos nosotros, con libertad, los que extrapolamos esa conclusión de sus escenas. Seguramente, y por desgracia, sea este personaje tan vil el que con más fidelidad se acerque a esa realidad que Parot intenta reflejar.
Y esta estrategia es propia de producciones independientes, un cine de autor que pone por delante al personaje antes que a la trama, que aspira con humildad a servir como espejo de la sociedad. Un cine que Guillermo Benet explica de maravilla a través de su película Los inocentes (2020).
La vía "peliculera"
Fotograma del primer episodio de Parot
La segunda manera a la que estamos acostumbrados está en las antípodas de la anterior: aquella que, en lugar de intentar asomarse a un atisbo de la complejidad humana, reduce esta al blanco o negro. Esa que, en vez de reflexionar sobre los motivos de la persona que comete el crimen, la reduce a un monstruo. Y esto no es necesariamente malo, aunque es sin duda arriesgado y propio de unas producciones muy concretas: aquellas que intentan llegar a amplios públicos sin perder a nadie en el camino. Se trata de alejar al personaje de la realidad social en la que vive, haciendo de él una figura que solo hemos visto en las películas.
En el caso de Parot hablamos sin duda del personaje interpretado por Iván Massagué: un malvado millonario que organiza grandes fiestas de carnaval al estilo de Eyes Wide Shut (Kubrick, 1999) para drogar a jóvenes adolescentes y después violarlas. Un personaje narcisista, maquiavélico, sofisticado y construido más por un sentido de la espectacularidad que por el del reflejo social. En definitiva, ese tipo de hombre que sí existe en la realidad pero con el que nunca nos hemos cruzado por la calle. Ese que hemos visto muchas más veces en películas que en noticiarios. Ese ricachón que entra en su mansión mientras escucha Requiem de Mozart y que, e insisto en que no es algo malo de por sí, está muy lejos de la sociedad que se critica.
La vía poética
Fotograma del primer episodio de Parot
La tercera y última vía de la que vengo a hablar se encuentra justo a medio camino entre las dos anteriores, una visión del mundo que aspira a ser fiel reflejo de la realidad, pero al mismo tiempo una que solo puede ser fruto de una ficción meticulosamente falseada. Por eso resulta real, cercana y con los pies en la tierra, aunque en nuestro subconsciente sepamos que la mano moral de los autores está detrás de los personajes. Se acerca conscientemente al dilema que intenta plantear, sin rehuir de su responsabilidad en el relato y de su visión sobre el problema.
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En el caso de Parot hablamos del personaje interpretado por Michel Brown, que conocemos en el piloto a través de una maravillosa secuencia de apertura. Un personaje con una recalcadísima y aun así impactante mirada siempre cargada de lágrimas. En su historia recaerán reflexiones sobre el perdón, la culpa o la depresión, y que la serie comience con su punto de vista, remarcando estas emociones, dice mucho de las aspiraciones que tiene Parot a la hora de enfrentarse a un dilema moral como el que existió en España 8 años atrás.
Puedes disfrutar de Parot en Prime Video