Muchas veces estamos viendo algo y decimos “cómo se nota que esto lo ha escrito un tío”. ¿Qué podemos aprender de cómo una mujer escribe personajes masculinos?
Cartas desde Iwo Jima (Clint Eastwood, 2006) cuenta una de las batallas más crueles de la Segunda Guerra Mundial desde el punto de vista del ejército japonés que luchó contra los Aliados. Es un tipo de historia en la que Clint Eastwood se siente cómodo, explorando la escala de grises en conflictos que parecen en blanco y negro. Pero es la huella de su guionista, Iris Yamashita, la que la hace distinta de las demás.
Antes de empezar me gustaría dejar claro que no existen ni sentimientos, ni acciones, ni juguetes, ni colores propios de un género u otro. Pero en la sociedad y en el cine siempre se ha jugado con estos roles tradicionales para encasillarnos en una forma de ser concreta. O, dicho de otra forma, we live in a society.
La masculinidad tóxica es eso que hace de la ira el único sentimiento que se puede mostrar abiertamente. Es lo que hace que el general Kuribayashi haga dibujos a escondidas o que los soldados se burlen los unos de los otros por enseñar las fajas tejidas por sus madres cuando todos ellos las llevan puestas bajo el uniforme. Saigo, el prota, dice de forma literal que “en esta isla ya no quedan mujeres”, y creo que es Iris Yamashita, la guionista, la que nos quiere decir que en el ejército no hay sitio para la feminidad.
El ejército y los ritos iniciáticos
Fotograma de Cartas desde Iwo Jima
Los rituales de iniciación han existido en la mayoría de culturas a lo largo de la historia. Para las mujeres eran ceremonias en torno a la primera menstruación; para los hombres eran pruebas de caza, supervivencia o puro maltrato como las novatadas universitarias. Una vez superada la prueba pasabas al mundo de los adultos, y compartías actividades y tareas propias de tu género.
Hoy en día vemos estas costumbres un tanto primitivas e innecesarias, pero una parte de nosotros sigue siendo la misma especie que vivía en cuevas y cazaba mamuts con palos y piedras. Ahí es donde encaja el ejército. Conceptos abstractos como el honor y la lealtad apelan a algo que es tan humano como levantarse en mitad de la noche para ir a mear: la necesidad de pertenecer a un grupo.
Cartas desde Iwo Jima va precisamente de eso, ¿de qué sirve el amor a la patria ante una muerte segura? ¿De qué sirve la masculinidad cuando te han despojado de lo que te hace humano? Y lo hace precisamente poniéndote en una situación incómoda, te hace empatizar con aquellos que lucharon junto a los nazis (no sé qué me da tener que explicar esto, pero los nazis son los malos). Aún así evita caer en la trampa de la equidistancia. Hay una diferencia entre el ejército japonés y los japoneses, entre un humilde panadero como Saigo y el oficial que mata a un perro inocente. El Imperio de Japón también estaba en guerra con los japoneses.
Fotograma de Cartas desde Iwo Jima
En este sentido, pertenecer al grupo significa perder tu individualidad. En Iwo Jima todos los soldados cavan trincheras, y los generales tienen la misma ración de comida que todos los demás. El general Kuribayashi oculta su individualidad ante el resto de oficiales, no comparte con nadie su pasión por el dibujo ni la relación que tenía con sus amigos norteamericanos antes de la guerra. Se pone en tela de juicio una paradoja extraña de la cultura militar: si el ejército nos iguala a todos y nos roba nuestra individualidad, ¿qué diferencia hay entre los soldados japoneses y los americanos?
«Yo no sé nada sobre el enemigo. Creía que los americanos eran unos cobardes, pero no lo son. Ese soldado… lo que su madre escribía es lo mismo que escribiría la mía.»
Shimizu, tras leer una carta de un soldado norteamericano
La guerra, el odio, la compasión
Fotograma de Cartas desde Iwo Jima
Sería lógico pensar que si hay un buen momento para recurrir a la ira es cuando están cayendo balas y bombas sobre tu cabeza. Así lo cree el ejército japonés, que a pesar de estar en inferioridad numérica confían en la victoria. Los americanos son más, pero los japoneses no se dejan llevar por las emociones. La única emoción válida es el odio al enemigo.
Pero después de varios meses atrincherados Saigo empieza a ver que no es el honor, ni la patria, ni la bandera lo que va a salvar su vida, sino la compasión y la empatía hacia otros. Ya sea desobedeciendo órdenes o por pura suerte, los personajes que sobreviven en Iwo Jima son los que han mostrado algo más aparte de rabia. Los soldados disparan escondidos en cuevas, pero dibujan, escriben cartas y lloran a vista de todo el mundo.
A lo mejor es esa la lección que nos quería enseñar Iris Yamashita, que los roles de género ignoran la individualidad de cada uno. Que el ejército te entrena para ser un hombre, pero ignora que un hombre debe ser muchas cosas más que un soldado para ser un hombre completo.
Fotograma Cartas desde Iwo Jima
Cada vez aparecen más personajes femeninos protagonizando series y películas, aunque todavía son vistas como productos de nicho (un nicho que forma el 50% de la población mundial). Sigue habiendo ficción para tías y ficción para tíos, lo único que cambia es que la oferta es mayor. En Cartas desde Iwo Jima puede que esté la respuesta: más puntos de vista distintos, más diversidad, más mujeres en salas de guion.
Lo malo es que hoy en día se repiten muchos de los discursos que se utilizaban en los años que precedieron a la Segunda Guerra Mundial. Parece ser que los fascistas son como los pantalones cargo, a nadie le gustan pero siempre terminan volviendo. Son discursos que están llevando el foco del debate a la Edad de Piedra y no nos dejan ver que el feminismo también lucha por que los hombres puedan salirse de la masculinidad tradicional y no ser considerados menos hombres. La respuesta final del guion de Iris Yamashita parece inequívoca: el odio no es una ideología, el odio es odio. Y ni siquiera en Iwo Jima odiar te va a servir de algo.
Cartas desde Iwo Jima está en el catálogo de Movistar+ hasta el 30 de junio.
Me ha encantado el artículo. Voy a difundirlo y espero que cale el mensaje.
Gracias.
Es un artículo estupendo. Totalmente de acuerdo con la reflexión.