Se acaba de estrenar en el Festival de Málaga Del otro lado (2020), un documental de Iván Guarnizo coproducido entre Colombia y España de la mano de GusanoFilms, Salon Indien Films y RTVC Play. La película sigue al director y su hermano en el valiente y emotivo viaje que emprendieron para encontrar a Güérima, el guerrillero de las FARC que tuvo secuestrada a su madre durante dos años. No con ánimos de confrontación, sino con la esperanza de, como hizo ella, hallar la forma de perdonarlo.
Valiéndose de los diarios que su madre escribió durante su secuestro, Iván Guarnizo nos cuenta esta gran historia con intimidad, cariño y un compromiso con la paz y la reconciliación sobre el que merece la pena reflexionar. Hemos tenido la oportunidad de hablar con él y con el productor Pablo de la Chica, de la española Salon Indien Films.
El germen de Del otro lado está en esa conversación con tu madre, Iván, en la que te dijo que ella ya lo había perdonado todo. ¿Pero cómo decides que ese viaje tan personal tiene que ser una película que todo el mundo pueda ver?
Iván Guarnizo: Aunque el germen fue ese, el día que yo dije: “tengo que hacer una película” fue cuando estaba viendo por internet la firma de los acuerdos de paz. Estaba viendo las imágenes en directo y mi pareja cogió mi cámara y me empezó a grabar, de manera natural, como algo para tenerlo nosotros. Y en ese momento empecé a pensar en todo, en el pasado, en esa conversación con mi mamá, y en todo lo que había grabado durante su secuestro, las llamadas que habíamos guardado, ese diario perdido que había traído... Y dije: “Tal vez debería buscar a este hombre, y sería muy interesante convertirlo en una película”. Supe que iba a ser tanto un viaje emocional como un viaje financiero complicado… Pero ahí arranqué. Escribí un proyecto, me reuní con la coguionista, Nuria Polo, pusimos un poco en orden la historia, y un par de meses después entró el productor colombiano, Jorge Caballero. Y después del primer año de trabajo, entró Pablo.
¿Cómo os llega esta historia a vosotros, Pablo? ¿Qué os hace ir adelante con ella?
Pablo de la Chica: Nosotros estábamos en la Berlinale, y estábamos full de proyectos, no queríamos coger nada más… Pero siempre hemos tenido una relación especial con Latinoamérica, y en especial con Colombia. Jorge me solicitó una reunión y me hizo un pitch muy, muy corto. Me contó cuatro o cinco tips y le escribí al equipo para decirles que ya veríamos como lo sacábamos, pero nos teníamos que meter en esto. Ya no es solo la potencia de la historia y la temática, es que creo que es una historia que hay que contar, y que tiene una conexión con España por otros temas históricos también muy grandes. Y a partir de entonces aportamos nuestro granito de arena desde el lado español, aunque el grueso de todo el proyecto es colombiano.
¿Y cómo se desarrolló esa coproducción, qué aportaba cada parte ? ¿Hubo que unificar visiones?
PC: Nosotros siempre que hemos coproducido, que casi todo ha sido internacional, lo primero que importa es el director y la historia del director. Tenemos que apoyar y empujar lo que él quiera contar e intentar dar nuestra visión para que el proyecto, de una manera genérica, pueda funcionar dentro del mercado internacional. Pero nosotros no tenemos que cambiar absolutamente nada. Hemos hablado mucho con Iván de cambios de metraje, de tipo de película… Pero el resto, toda la visión es de Iván. Y es la historia de Iván y de su hermano y nosotros estamos siempre para apoyar. Creo que desde ahí tienen que fluir las coproducciones, desde querer hacer una película de manera conjunta y llevarla siempre al mejor puerto.
Fotograma de Del otro lado
El tráiler empieza con lo que parece que va a ser una entrevista a tu madre, Iván, pero eso ya no está en la película. Aún así, ella está muy presente, tiene voz a través de ti, casi como una creadora más. ¿Existió esa entrevista? ¿Cómo planteaste la figura de tu madre para el documental?
IG: Claro, la entrevista existe. Pero la presencia de mi mamá iba a estar de muchas maneras en la película. Y yo sí tenía muchas ganas de que el espectador sintiera un poco la ausencia de esa madre que yo sentí durante años. Entonces tenía que darle al principio de la película la desaparición de la imagen de ella, y que la manera en la que ella vuelve a aparecer es justo cuando la rescatan, hablando con el investigador de la fiscalía. Me parecía que mostrar la entrevista que yo le hice iba en contra a lo que yo quería contar, porque siempre quise hablar de cómo yo no fui capaz de escucharla profundamente, aunque la grabara. Y cómo fue que su voz apareció realmente gracias a la lectura de los diarios y a la memoria que yo tenía de ella. En el montaje me di cuenta de lo que dices: su voz iba a estar también como la de una creadora más, y en la película mentalmente mi mamá está en todas partes, en lo que ella vivió, en cómo lo vivió, en lo que cantaba, en lo que comía, incluso en sus manos y en su cara. Me parecía que la entrevista iba a desequilibrar todas esas presencias que eran tan potentes también.
Me encanta el tono tan íntimo y natural del documental. Hay escenas rodadas casi como si fuera una película de ficción, como la comida familiar. ¿Por qué decides darle esta intimidad?
IG: Uno siempre tiene que dejar la puerta abierta a que la realidad entre, haga ficción o haga un documental. Cuando yo empecé esto, no me imaginaba que iba a grabar la comida familiar, pero por un motivo u otro llegué a un grupo colombiano que se llama Mujer Diáspora, en Barcelona, que busca hacer testimonios de gente que ha vivido la guerra en Colombia, de una forma diferente. Ellos dicen que si uno hace una comida con varias personas y tiene el estómago contento, después contar su experiencia es muchísimo más fácil porque se rompen un montón de barreras. Yo tenía que utilizar ese mismo método, y efectivamente, esa fue la primera charla que tuvimos mi hermano y el resto de mi familia sobre todo lo que nos había pasado, y gracias a que estábamos plenos y en un lugar en donde todos disfrutamos, pudimos hablar de cosas tan dolorosas. Eso fue dando paso a esas otras conversaciones. Mi hermano me dijo: “todas las noches me acuesto con mi hijo en la hamaca, vemos las estrellas y hablamos de lo que ha pasado en el día”. Y tuve suerte de que ellos me permitieran estar ahí. Eso fue dando paso a lo demás… Porque los documentales se trabajan así: primero ruedas algo, ves el material, lo piensas, vuelves a rodar...
Fotograma de Del otro lado
En la película tiene mucha presencia la selva, ese lugar que tú dices que existía solo en tus pesadillas y de repente se hizo real. ¿A qué se debe?
IG: Me parece que para poder comprender del todo a mi mamá, y no solo eso, sino para poder abrir la puerta para empezar a comprender un país tan complejo como Colombia, la única manera es ir a esos lugares. Más de un tercio de Colombia es selva... Y allí es donde pasó mi mamá dos años. Yo tenía que vivir y estar en el lugar en donde ella estuvo. Ahí empecé realmente a entenderla. Más que leer los diarios, fue leyendo los diarios en ese lugar. Y la película tenía que transpirar eso.
No debió ser fácil mover al equipo por la selva.
IG: Éramos un grupo muy pequeño en la selva: mi hermano y yo, el director de fotografía, el sonidista, un ayudante de producción y el conductor de la lancha y su hijo. No porque no necesitáramos más gente, sino que físicamente era imposible mover a más gente. Ya viste cómo había que arrastrar las barcas, al hombro.
PC: La experiencia de rodar documental se hace siempre con equipos pequeños. Tienes que ir con lo mínimo. Lo primero por algo operativo y lo segundo por presupuesto. O sea, el presupuesto de un documental, y más un documental latinoamericano, no se puede comparar con el de una película de ficción.
IG: Y además, si estás con diez personas alrededor de un personaje que no está acostumbrado a estar delante de una cámara, lo que haces es asustarlo, intimidarlo, y que no reaccione bien.
Iván, tú empezaste a conocer a Güérima a través del diario de tu madre. Luego lo buscas durante dos años y, por fin, te reúnes con él… Y después tienes que presentárnoslo a nosotros, pasándolo por tu filtro. ¿Cómo construyes al “personaje” de Güérima para el documental?
IG: Es muy difícil responder cómo tomas esas decisiones… Pero piensas cuál es el objetivo de tu película y si ese personaje te lo ha dado o no. Él nos sorprendió con muchas cosas, entonces tuvimos que cambiar la visión que teníamos de él. Y a la hora de montar (porque se grabó absolutamente todo de estar con él), hubo varias consideraciones, incluso de seguridad. Por ejemplo, qué contar y qué no contar para que la gente no sepa dónde está exactamente, precisamente por algo que digo en la película que es que cada vez matan a más excombatientes. Eso por ejemplo filtró muchas de las decisiones en el montaje. Pero sobre todo, yo no quería quitarle la esencia por la cual mi mamá lo perdonó. Eso era lo que tenía siempre en mente: tratar de entender eso y que la gente lo entendiera. Y que salieran un poco con la sensación que tuve yo cuando terminé: “he conocido a una persona que no me imaginaba”. El espectador tiene que vivir al menos en una fracción lo que yo viví estando con él.
¿Ha cambiado mucho la película desde que se concibió hasta ahora?
IG: Te tengo que decir que el primer montaje eran 4h y media. Pablo, Jorge, la montadora Ariadna Ribas, la coguionista, y la gente con la que hicimos visionado me ayudaron a construir lo que la película es hoy día. Con Pablo y Jorge tuvimos discusiones largas y tendidas del metraje, y hay algo muy complicado que es separar qué es lo importante para ti como persona y qué es lo importante para el espectador.
PC: Duele mucho. Duele rodar material al cual estás completamente apegado y luego tener que eliminarlo del corte, es uno de los procesos más complejos que hay porque, para nosotros, todo es importante. Pero tienes que preguntarte quién lo va ver, cómo lo va a sentir y cómo puedes plantar una serie de expectativas para crear una conversación o para que existan más preguntas. Esta peli podría durar 4 horas y que todo fuera interesante e importante. Pero tienes que darle a la gente ventas, pensar en los festivales, etc. Tienes que hacer un corte industrial, que es una amputación pura… a tu hijo. Pero hemos intentado que todo lo que figure en la película tenga el mayor cariño, que proteja la película y tenga la esencia de todo lo que Iván quería contar.
Fotograma de Del otro lado
La situación ha vuelto a complicarse en Colombia. Con un tema tan sensible, ¿eso favorece o dificulta la distribución del documental? ¿Creéis que su voz conciliadora puede influir un poquito dentro del panorama colombiano?
PC: Independientemente de la situación actual de Colombia, la película se hizo porque se hizo, creo que tiene que funcionar como una unidad. Pero es verdad que en esta situación, los medios de comunicación nos deberíamos de apoyar en cierto modo en poder contar esto. Esta película habla sobre un largo proceso de perdón, de entendimiento, de comprensión sobre la situación pasada, y creo que ahora, volviendo otra vez la inestabilidad en Colombia, se abre un conversatorio. Aunque son sujetos diferentes con una ecuación industrial, creo que nos tenemos que retroalimentar para poder llegar a más público y que se conozca la película. Pero no va sobre el conflicto actual, eso hay que dejarlo claro.
IG: Estoy de acuerdo, la película tiene que ser una unidad en sí misma. Y que dialogue o no con la actualidad Colombiana es otra cosa. Yo creo que sí dialoga. Creo que estamos en este lugar por unas largas consecuencias de lo que dejaron los acuerdos de paz. Hasta que se firmaron los acuerdos en 2016, en Colombia la protesta social estaba increíblemente estigmatizada, quienquiera que protestaba era tildado de guerrillero. Las guerrillas de las FARC estaban ahí, y los gobiernos de turno las utilizaban para que pagaran los platos. ¿Tenemos corrupción? Es culpa de las FARC ¿No podemos levantar cabeza económicamente? Es culpa de las FARC. En el momento en que las FARC desaparecen del escenario bélico, se transforman en un partido político, se le empieza a caer esta careta al gobierno, y la gente se da cuenta y empieza a salir. Esto que está pasando en Colombia en el último mes es algo que viene pasando desde el primer año de este gobierno. En 2019 hubo protestas masivas, en 2020 también, pero lo que está pasando ahora va con una respuesta absolutamente desproporcionada y radical del gobierno. También porque la pandemia ha dejado en un país como Colombia muchísima hambre. Y esto sumado a muchas otras cosas, como que no se implementan los acuerdos de paz, que matan a líderes sociales y a excombatientes.
Y en todo esto hay un diálogo con la película, que es que mucha gente ahora se pregunta que cuál va a ser el futuro de todo esto, qué va a pasar con Colombia. Yo creo que la película, sin quererlo, porque como dice Pablo no la hicimos para aprovecharnos del presente colombiano, sino que yo tuve la necesidad emocional de hacerla, pero sí que plantea una cosa que se puede hacer ahora: sentarse y hablar. La reconciliación solamente pasa por escuchar profundamente al otro, que es lo que no está haciendo el gobierno. No quiere escuchar a los jóvenes que están en las calles, no quiere escuchar a nadie.
Esta es una historia individual, muy íntima, pero el tema es universal. Habla de Colombia y de otros países, de otros conflictos. ¿Reside ahí parte de su interés para el espectador internacional?
PC: Creo que la película tiene un corazón que al espectador le transporta desde el minuto uno. Primero porque a nivel de arte dramático, desde las bases psicológicas, en el momento en que hablas de la madre estás ligado a ella. Estás tocando un tema realmente sensible y complicado. Te planteas esa situación y dices “somos unos privilegiados porque no nos ha podido pasar aquí, en España”. Es verdad que tuvimos un conflicto muy violento con ETA, pero el tema de secuestros a mujeres no se dio, que yo sepa. Pero hay un lazo, hay una especie de amenaza fantasma muy lejana.
Pero más allá de eso, creo que es muy importante el tema del perdón. Ahora, en un mundo tan violento, es más valiente el ejercicio y el camino a buscar el perdón, la comprensión y el entendimiento de la situación que simplemente el ojo por ojo. Creo que lo que le va a dar la película al público español e internacional es un mensaje de reflexión, y creo que en cierto modo va a conectar puntos muy humanos con su familia y con su entorno. Es una peli con un tema muy universal. Que, simplemente, hace muchas preguntas, y esas preguntas Iván las responde muy bien.
IG: Cuando yo empecé a pensar qué encuentros había habido entre gente que había sufrido actos de violencia y gente que los había cometido, en España, Carlos Martín Beristain, que es vasco y ahora trabaja en la Comisión de la Verdad en Colombia, propició junto con otra gente encuentros entre víctimas de ETA y presos de ETA. Yo pensé en esto y en otros lugares donde también se dieron de maneras muy radicales y muy fuertes: en Sudáfrica, en Guatemala… Quería aprender un poco de esas experiencias, pero me di cuenta de que yo tenía que tener mi propio camino… No solamente iba a retratar un encuentro de alguien que había sufrido con alguien que había cometido el acto, sino que iba a ser yo. Y yo me preparé para que fuera algo muy personal, por eso es una película muy íntima, yo no sentía que tuviera la autoridad moral para decirle a nadie que siguiera el camino que yo seguí. Sin embargo, puedo decir que es muy satisfactorio, porque una de las cosas que descubrí es que el perdón no es algo que uno le da a los demás, sino que se lo da a sí mismo. En el momento en el que yo perdoné, me quité una losa de encima. Y eso fue antes de conocer a Güérima, por eso hablarle y verlo me resultó más fácil. Pero este es un proceso absolutamente personal, ninguna víctima o persona victimizada tiene por qué hacerlo, cada uno necesita vivir los procesos que necesita vivir. Pero sí puedo decir, por mi experiencia, que cambió mi forma de entenderme a mí mismo. Y si eso le puede ayudar a otra persona que ha vivido esto, pues bienvenido sea.
Iván y Güérima en Del otro lado
Deseando verlo.
Gracias.