Escribir una secuela es jodidamente complicado, y en Monstruos a la obra (Bobs Gannaway, 2021) lo saben muy bien. ¿Por qué? Porque partimos de una primera vez que ya nos ha tocado hondo y queremos más, pero al mismo tiempo tenemos miedo, desconfiamos de poder repetirlo. Pedimos lo mismo que antes, aunque sabemos que si no hay nada nuevo parecerá repetitivo. Así que queremos probar algo diferente, pero si no tenemos la esencia de la primera vez, estamos perdidos… ¿Conclusión? Hacer una secuela es jodidamente complicado.
La regla de oro, tan sencilla como indescifrable, dice que una secuela debe dar más de lo mismo, pero distinto. Mantener ese balance es delicado, más aún cuando la industria cinematográfica actual está tan abrumadoramente invadida de secuelas, precuelas, reboots, spin-off, remakes, crossovers, y mil palabras más que a veces hacen que me pregunte dónde han ido a parar las historias originales.
El pasado 7 de julio se estrenaba Monstruos a la obra y hoy, vistos los primeros capítulos, nos preguntamos qué puntos fuertes ha encontrado Bobs Gannaway para intentar estar a la altura de sus predecesores.
Más de lo mismo
Decimos que debemos dar más de lo mismo, pero diferente. Entonces… ¿Qué es “lo mismo”? A veces basta con una premisa, como las películas de La purga. A veces, si es suficientemente rico, el propio universo, como Star Wars. Otras todo gira en torno a un personaje, como John Wick, y otras, muy de vez en cuando, en torno a una fórmula especial, como la saga VHS. ¿Cuál de estas opciones aprovecha Monstruos a la obra?
La premisa es algo que lamentablemente se agotó con la primera película: una niña entra en Monstruos S.A. y genera el pánico. Los monstruos ya saben que los niños no les resultan tóxicos, e introducir otro intruso destructor no sería ni más de lo mismo, ni mejor. Sin embargo, ¿respecto a esa fórmula especial?
La fórmula en la secuela Monstruos a la obra
Fotograma de Monstruos a la obra
Monstruos S.A. carece de un formato tan único como la saga VHS, siguiendo de hecho una estructura bastante estandarizada en el universo Pixar. Sin embargo, con Monstruos a la obra, Gannaway demuestra que pretende reinventar su mundo y va con todo. No solo cambia el formato, de largometraje a serial, sino que también cambia el tono, apostando por una comedia mucho más presente que en las entregas anteriores. Monstruos a la obra nos recuerda mucho a una sitcom, con el entorno laboral como eje central y los compañeros de trabajo como personajes recurrentes, al estilo de series como The Office (Ricky Gervais y Stephen Merchant, 2001-2003) o Parks and Recreation (Greg Daniels, Michael Schur, 2009-2015).
Sin embargo, no venimos a hablar de lo nuevo, lo añadido, sino de aquello que se reinventa de la historia original. Ese más de lo mismo pero distinto que decíamos. Y en este sentido, solo nos quedan dos elementos, personajes y universo:
Sullivan y Wazowsky
Sullivan y Wazowski
Si algo ha quedado para el recuerdo son esos monstruos que solo con aparecer por la puerta nos hacen salivar. Una pareja que se complementa a la perfección y que debería ahora responder a la pregunta: ¿qué nuevo les deparará? Y la respuesta que han encontrado es: pues ahora son los dueños de la empresa. Sin duda hemos respetado la fórmula “más de lo mismo pero diferente”: mismos personajes + nuevo rol en su universo = buena premisa, ¿no? Pues, aunque me duela, no.
Monstruos a la obra trae aire fresco a los personajes que ya conocíamos, pero es una apuesta que se queda a medias. Uno tiene la sensación de que nos están dando el juguete que queríamos pero se han olvidado de ponerle pilas. Y es que no basta con mantener los personajes que el público adora, sino hacer que importen. Y un personaje solo importa si importa en la historia. Wazowski sí dirige una trama, o mejor dicho una subtrama, clara y funcional: llevar el peso de la empresa. Pero, ¿y Sullivan? En lo que lleva de serie apenas le hemos visto tomar decisiones, suponer un problema o una solución en alguna trama o, en definitiva, ser algo más que el juguete sin pilas para darnos una melancolía forzada.
Pero no todo es tan terrible ni mucho menos. Si los personajes no tienen la atención que tal vez se merecían es porque los guionistas tienen los ojos en otro lugar, el que sí parece importarles: el universo.
El universo de Monstruos S.A.
Fotograma de Monstruos a la obra
Que los monstruos asusten a los niños para conseguir energía es una idea tan maravillosa como irrepetible. La empresa Monstruos S.A. no puede seguir igual, pero tampoco desaparecer. ¿Solución? Reinventarse o morir. Los monstruos ya no asustan, sino que, aunque no tengan ni idea, hacen reír. ¿Mismo universo + normas nuevas = buena premisa? Ahora ya sí. Y lo es porque, en este caso, es un cambio que importa.
¿Por qué lo hace? Gracias, siempre, a personajes y tramas que nos importen. Y si no son los de siempre serán nuevos. Un lugar tranquilo, Piratas del Caribe o Shrek son franquicias que nos demuestran que un personaje nuevo puede reinventar la historia. Pero ojo, esos personajes solo lo hacen si están en películas o series donde el universo es tan importante o más que los personajes, si hubiera sido coherente que existiesen durante la primera historia, aunque no los viésemos, y si nos parece inevitable que sea ahora cuando aparecen, ni antes ni después.
¿Cumple Tylor los requisitos? Sin duda. Pero, lo que es más importante… ¿nos importa? Como decíamos, un personaje debe hacer avanzar la historia, influir en los demás personajes y ser tan propio de ese mundo como el propio mundo… Tylor, sin duda, es todas esas cosas y más.
Es tan fruto de este universo como lo fueron entonces Sullivan y Wazowsky, así que responder a si estará a la altura de sus predecesores con esta nueva historia es solo cuestión de tiempo.
Puedes ver Monstruos a la obra en Disney+