Federico García Lorca fue muchas cosas: un poeta sensible, un dramaturgo brillante, un amigo devoto, un hombre inquieto y generoso comprometido con la justicia social, un patriota de los que aman y enriquecen su tierra sin odiar lo demás, un represaliado por homosexual y por libre, un artista universal desde lo popular, una buena persona de las que dejan huella y un símbolo que ni el fascismo ni el tiempo fueron capaces de borrar. Lo que quizá no todo el mundo sabía es que también fue cineasta.
Hoy, 85 años después de su asesinato, vamos a hacer un breve repaso de su relación con el cine.
El cine para Lorca
Lorca y el cine nacieron con pocos años de diferencia. Debieron encontrarse en aquellas barracas que acogían proyecciones de forma provisional por las fiestas del Corpus, o quizá en los cafés de Granada. Ya en Madrid, el joven dramaturgo se empapó de esta reciente manifestación artística de la mano de su amigo Luis Buñuel y del Cine-Club Español, y durante su estancia en América se dejó embelesar por el moderno cine sonoro.
«En el cine hablado se oyen los suspiros, el aire, todos los ruidos, por pequeños que sean, con una justa sensibilidad.»
Federico García Lorca
Federico G. Lorca y Luis Buñuel
El lenguaje cinematográfico del que fue atento espectador acabó por reflejarse en su obra, ya fuera en recursos expresivos y técnicos o inspirando temas y personajes. Varios de sus poemas están escritos de forma muy visual, sugiriendo fórmulas propias del cine como encadenados, cambios de plano o montaje yuxtapuesto. En algunas piezas, utiliza incluso terminología específica, valiéndose de una cámara ficticia para acentuar aquello que quiere transmitir.
Es el caso de El paseo de Buster Keaton, un texto para teatro muy cercano a lo cinematográfico con el que homenajeó a una de las figuras del cine que más admiraba. En las acotaciones, Lorca fue capaz de transformar en palabras las imágenes y el universo de Keaton. Y lo hizo, además, poniendo todo su espíritu en lo que para muchos es “una declaración cifrada sobre su crisis de identidad”. No fue la única estrella del cine sobre la que escribió, aunque nunca llegara a terminar la pieza en prosa poética que tituló La muerte de la madre de Charlot.
«Sus ojos, infinitos y tristes como los de una bestia recién nacida, sueñan lirios, ángeles y cinturones de seda. Sus ojos, que son de culo de vaso. Sus ojos de niño tonto. Que son feísimos. Que son bellísimos.»
El paseo de Buster Keaton (Lorca)
Lorca para el cine
Fotograma de La casa de Bernarda Alba de Mario Camus
Pero la relación entre el poeta y las artes audiovisuales no fue un préstamo, sino un intercambio. Lorca dejó para el cine magníficas obras que adaptar y una figura en la que inspirarse.
Hablamos, por ejemplo, de las Bodas de sangre (1981) que Carlos Saura llevó a la pantalla a través del lenguaje del flamenco, o de La casa de Bernarda Alba (1987) de Mario Camus, una propuesta muy fiel al original que no por ello sacrificaba la mirada del director. Aunque también destacan producciones más recientes como La novia (2015), en la que Paula Ortiz consiguió trasladar maravillosamente la poesía lorquiana a imágenes.
Decía Buñuel que la obra maestra era el propio Lorca, por encima de su teatro y su poesía. Como era de esperar, su vida y su muerte también han sido adaptadas a la pantalla. El balcón abierto (Jaime Camino, 1984) repasaba parte de su historia entretejiéndola con algunos de sus textos, y en Muerte en Granada (1996) Marcos Zurinaga recorrió las últimas horas del artista. Pero fue nada más y nada menos que Juan Antonio Bardem quien nos contó la vida completa y detallada de Lorca, desde el niño de Fuente Vaqueros hasta el mito asesinado, en una miniserie que llamó Lorca, muerte de un poeta (1987). Federico también apareció en El Ministerio del Tiempo (Pablo y Javier Olivares, 2015-), protagonizando una de las escenas más emotivas de la serie. Además, hace unos meses se supo que la productora Buendía Estudios prepara la miniserie Lorca en Nueva York.
Fotograma de la serie Lorca, muerte de un poeta
Y esas son solo algunas de las producciones patrias, porque también alimentó el cine de más allá de nuestras fronteras, en Argentina, Alemania, Gran Bretaña, Hungría, Holanda, Italia o Marruecos.
Aquella vez que Lorca viajó a la Luna
Sin embargo, si he dicho al principio que Federico García Lorca fue un cineasta, no es por estas aportaciones mutuas.
En 1929, solo unos días después del estreno de Un perro andaluz (Luis Buñuel), el poeta llegó a Nueva York. Allí conocería al artista mexicano Emilio Amero, director del cortometraje 777. Fue él quien insistió al granadino para que escribiera un guion cinematográfico. Y así lo hizo.
A principios de 1930, el texto de Viaje a la Luna ya estaba terminado. El guion, sembrado de su poesía, también contenía alusiones al uso de la cámara o aclaraba aspectos del montaje. Tomó el título prestado de Méliès con mucho acierto, y es que la luna tiene gran importancia en la mitología poética lorquiana, pero también se la relacionó habitualmente con el cine, utilizándola como metáfora de la pantalla reflectora del cinematógrafo. «De la luna nos ha venido a nosotros eso del cinematógrafo», escribió Ramón Gómez de la Serna.
Fotograma de Viaje a la Luna
A pesar del interés de Lorca por el cine sonoro, Viaje a la Luna se alineaba en la estética y los modos del mudo. Era una película surrealista que no precisaba diálogos, pues la fuerza y la poética de las imágenes ya lo decían todo. En una atmósfera opresiva y violenta, se encuentran calles, bares y pasillos con peces, gusanos y extraños personajes: «hombre en bata», «muchacho en traje de baño», etc. Marie Laffranque resumió la trama en «choque inicial, búsqueda angustiada del amor sexual a través de tres intentos o experiencias frustradas, desilusión final y muerte». Ian Gibson lo interpretó como «un viaje psíquico a la Luna en su calidad de símbolo de la muerte».
La película no pudo ser rodada en tiempos de Lorca, pero Amero guardó el guion toda su vida. En 1989 pasó a ser propiedad de la Biblioteca Nacional de Madrid y, por fin, el cineasta Frederic Amat se encargó de dirigir en el centenario del poeta (1998) lo que sería un cortometraje de 18 minutos guionizado por Federico García Lorca. Dado que seguramente sea mucho más elocuente que yo, me despido con él, no sin antes dar las gracias de corazón al autor que nos llevó a la luna y a tantos otros sitios.
«La luna se corta y aparece un dibujo de una cabeza que vomita y abre y cierra los ojos y que se disuelve sobre dos niños que caminan cantando con los ojos cerrados.»
Fragmento del guion de Viaje a la Luna