Los tópicos más típicos de los andaluces, y por qué debemos evitarlos en la ficción
Quien reniega de su tierra
debería ser castigado.
Mi orgullo es ser andaluz,
por todos los cuatro costados.
El amor de mis amores,
lo que más quiero en la vida,
y ésta es mi tierra señores
y se llama Andalucía.
Amigos de Gines
Andalucía es orgullo, Andalucía es historia, Andalucía es cultura. Pero Andalucía también es estereotipo.
A lo largo de mi vida, lo que ser andaluza significaba para mí ha cambiado muchas veces. Cuando era niña ni sabía qué era “ser andaluza”; para mí éramos personas o no lo éramos, no entendía que nos dividiésemos por zonas, acentos o color de piel. Al cabo de los años empecé a sentir algo que duró hasta la adolescencia: una especie de rechazo por lo mío, por mi tierra y por lo que ser de aquí significaba. No es que no quisiera ser andaluza – es que no quería ser española. ¿Quién no ha sentido un poquito de odio por su patria alguna vez? Pero es curioso cómo, al final, me acabó pasando un fenómeno de lo más interesante: cuando alcancé la veintena y tras haber viajado un poquito más, comencé a sentir un orgullo inexplicable por todo lo que es Andalucía.
Sin embargo, me di cuenta de que, en la televisión y películas españolas, el ser andaluz no siempre traía consigo ese orgullo que tan fuertemente sentía. El andaluz en la tele ha sido siempre el personaje de clase social baja, gracioso, que no tenía cultura ni estudios. Los personajes andaluces se encontraban siempre en la periferia de la historia, rondando como un satélite las tramas protagonistas, apareciendo únicamente para soltar el chascarrillo o ser humillados.
¿Pero esto cómo podía ser? Esa no era mi realidad: mis padres habían ido a la universidad y tenían trabajos importantes. El camarero del bar donde me tomaba el café no me soltaba ningún chiste, ni se molestaba en caerme bien. Mis profesores de instituto hablaban de Cervantes, Aristóteles y Pitágoras aspirando las eses, pero jamás me pareció que no supieran de lo que hablaban. ¿Por qué la única representación en la ficción española ha sido siempre de un mismo estereotipo que no abarca la diversidad andaluza?
La dicotomía de "ser andaluz" en la ficción española
Si ser andaluz está mal visto en la ficción española y somos, por regla general, el hazmerreír del país… ¿Por qué cuando buscamos representar algo español nos apoyamos en la cultura andaluza? Da que pensar que artistas reconocidos como Rosalía o C. Tangana vendan lo que es “ser español”, y lo hagan apropiándose de nuestras raíces y nuestra historia.
Este doble rasero plaga también la televisión y los cines españoles, ya que muchas de nuestras historias que consiguen llegar a la pantalla, ya sea porque transcurren en Andalucía o porque sus creadores son andaluces, siguen siendo protagonizadas por actores con acento neutro. La representación andaluza positiva sigue brillando por su ausencia.
Fotograma de La isla mínima
Un claro ejemplo de esto son esas obras de guionistas y directores andaluces donde los personajes siguen cayendo en estos estereotipos. Lo vemos claro en películas como La isla mínima (2014), escrita y dirigida por Alberto Rodríguez y Rafael Cobos –ambos andaluces–, que transcurre en las marismas del Guadalquivir, pero cuyos protagonistas son policías madrileños, y los antagonistas y culpables son andaluces. También en historias como Adiós (2019), dirigida por el sevillano Paco Cabezas, en la que nos encontramos a un traficante de drogas andaluz y a una policía madrileña. O incluso en películas como El mundo es nuestro (Alfonso Sánchez Fernández, 2012), escrita y protagonizada por sevillanos, donde los atracadores, los alivios cómicos y los personajes patéticos son los andaluces, y la policía es, de nuevo, madrileña.
Con el estreno de La Peste (2018) de Alberto Rodríguez por fin pudimos ver a personajes protagonistas históricos y serios con acentos andaluces. Sin embargo, la recepción dejó mucho que desear: las redes sociales se llevaron las manos a la cabeza, quejándose de que no se entendía, que el acento era demasiado fuerte, que hablábamos mal… Cuando el acento se entendía, y lo que era demasiado fuerte eran los prejuicios de sus espectadores. Parece que sí entendemos bien a Paco León cuando es el Luisma en Aída, pero no cuando es Luis de Zúñiga en La Peste.
Fotograma de Paco León en La Peste
Es imposible negar que se ha instaurado un patrón en la ficción española: si el personaje es andaluz, no puede ser serio. Si es andaluz, no puede ser responsable. Si es andaluz, no puede tener un puesto importante. Cuesta aceptar que aquí abajo somos más que alivios cómicos: también podemos ser inteligentes, cultos, protagonistas… Y además tener acento andaluz.
Una pequeña gran esperanza
Entonces, ¿esto dónde nos deja a los andaluces? ¿No tenemos derecho a ser los protagonistas de una historia en la que, por una vez, dé igual que seamos andaluces?
Gracias a películas como la exitosa Solas (1999) de Benito Zambrano, que nos muestran que se llevan realizando grandes intentos desde hace más de veinte años, podemos sentir un poco de esperanza. La historia transcurre en Andalucía y los personajes hablan con acento andaluz, pero no es relevante para la trama. Zambrano consiguió hacer que los andaluces nos sintiéramos identificados con sus personajes, con su habla y con su forma de comportarse, sin sentir vergüenza. Es la representación de lo que era la Andalucía de entonces.
Series como Allí abajo (2015) de Aitor Gabilondo también recogieron este testigo. Es un caso curioso ya que, aún surgiendo del gran éxito de Ocho apellidos vascos (2014), decidió no caer en los tópicos y hacer una historia plagada de estereotipos; en cambio, los invirtió y creó un mundo en el que existen los médicos y médicas andaluzas, enfermeras con un acento que en ningún momento les impide realizar bien su trabajo, celadores graciosos pero no tontos… Y de repente se abrió una puerta a un espacio en el que los andaluces podíamos vernos representados de forma digna.
Fotograma de Allí Abajo
Poco a poco estamos viendo más y más películas andaluzas que están abrazando el acento y la forma de ser que tenemos en Andalucía, contando historias de aquí, con gente de aquí. La película Una vez más (2019) del sevillano Guillermo Rojas representa a los andaluces de hoy de una forma preciosa y sutil. Es una historia que podría haber ocurrido en cualquier otra ciudad española y seguir manteniéndose relevante; sin embargo, al ocurrir en Sevilla con actores andaluces, los que compartimos generación con los protagonistas podemos sentirnos, por fin, identificados.
Parece ser que, al final, el rechazo que pude sentir de adolescente hacia mi cultura no era tanto a la esencia de ser andaluza o española, sino a la representación de nuestra cultura que se veía en la televisión. Y como alguien dijo una vez, ser andaluza es mi forma de ser española.
Fantástico artículo. Como andaluza me he sentido totalmente identificada.
Luego llegó la serie «La Promesa», de TVE, y se cagó en lo limpio…