El pasado viernes se estrenó en cines Mediterráneo, la nueva película de Marcel Barrena. Y trata un tema de gran relevancia actualmente: un socorrista ve la imagen de un niño ahogado en la playa y le impacta de manera definitiva. La foto y la impotencia le obligan a actuar y decide ir a Lesbos —Grecia— acompañado por otro socorrista, para ayudar a todas esas personas que, debido a conflictos armados, huyen de Turquía y cruzan el estrecho de apenas 10 kilómetros que los separa de Lesbos para tener una vida mejor.
Realmente, lo más importante de Mediterráneo es que es la historia de cómo se creó la ONG Open Arms. Estos dos socorristas existieron realmente. Y aunque la película no termine de ser perfecta, y acabemos sintiéndonos un poco frustrados, lo perdonamos. Porque no pretende ser perfecta contando una historia que no lo es. Y si nos frustra es porque trata una historia frustrante.
Por eso, vamos a hablar de las cinco razones por las que creemos que tenía que hacerse Mediterráneo:
1. Los personajes
Òscar Camps (Eduard Fernández) y Gerard (Dani Rovira) son dos tipos normales. Son socorristas que tienen vidas fuera de su trabajo que, a simple vista, parecen hasta aburridas. Y oye, quizá lo sean, pero en este caso sus vidas privadas no son importantes; es lo que deciden hacer con sus vidas profesionales —y por ende, la vida de cientos de personas— lo que realmente genera el cambio.
Fotograma de Mediterráneo
Òscar y Gerard dejan de lado todo lo que hasta ahora les parecía primordial, y deciden poner por delante un conflicto mucho mayor. Algo que ambos saben que les queda grande. Òscar deja su empresa de socorrismo y a su hija en Barcelona, y Gerard a su mujer y a su hijo recién nacido… Pero les da igual, porque sienten la responsabilidad que ser socorristas y haber sido entrenados para salvar vidas conlleva. Como bien dice Óscar, ellos siguen la ley del mar: si ven a alguien ahogándose, está en su código moral intentar salvarlos. Y es gracias a esta forma de pensar y de vivir que logran salvar las vidas de tantas personas.
2. La llamada a la acción
Pero Òscar y Gerard son solo el principio. Su viaje a Lesbos supone que la hija de Òscar, Esther (Anna Castillo), y su compañero de empresa, Nico (Sergi López), se unan también a la misión de rescate. Nico, que fue reacio inicialmente a la idea de dejarlo todo para ayudar a los refugiados, termina cambiando de opinión cuando, meses después, Òscar y Gerard siguen en Lesbos sin intención de regresar. Esther se hace amiga de un fotógrafo, Santi, que tras conocer la historia de lo que están haciendo, se interesa en contar la verdad de la situación, y se une a ellos.
Fotograma de Mediterráneo
La peli nos quiere decir que, claramente, el cambio no ocurre estando sentados en casa; hace falta que una persona empuje la primera pieza del dominó. Pero una vez ocurre, la caída es instantánea e imposible de frenar. Gracias a lo que deciden hacer de manera desinteresada Òscar y Gerard, comienza una especie de pequeña revolución.
3. La desesperación
En Mediterráneo existe todo tipo de desesperación: desde la más ordinaria, la que podemos llegar a sentir todos alguna vez en nuestras vidas privilegiadas, hasta la que siente una madre buscando a su hija que cruzó el estrecho en otro barco y que no es capaz de encontrar durante semanas.
Fotograma de Mediterráneo
Es la frustración y la desesperación por ayudar, la impotencia, lo que empuja a Òscar a ir a Lesbos. Gerard empieza a desesperarse cuando, llevando meses en Lesbos sin ver a su familia, empieza a sentir que lo que están haciendo no es suficiente y que, peor aún, no sirve para nada. Esther siente la desesperación propia que sentimos las hijas cuando creemos que nuestros padres no nos entienden ni nos conocen. Rasha, la médica refugiada que busca a su hija, tiene que vivir semanas con ese miedo que cala los huesos al ser incapaz de encontrarla; pero es gracias a ese miedo y a esa desesperación que no tira la toalla.
Todos y cada uno de esos refugiados que se montan en barcas en las que solo caben diez, sienten desesperación: por una vida mejor, por el cese del infierno en el que viven, por un futuro que no involucre violencia. Y aunque todas las desesperaciones son válidas, como muy bien comenta Gerard en una escena, unas son claramente más importantes que otras.
4. La solidaridad
Mediterráneo es una historia que no existiría sin una base clara: la solidaridad de sus personajes. Y en este caso, no es solo la solidaridad de sus protagonistas la que produce el cambio. Es gracias también a la dueña del restaurante que les permite quedarse en una habitación y les reafirma en su decisión de estar haciendo lo correcto. Está en ese policía que, aun pareciendo pasivo en cuanto a los refugiados, decide ayudar a Òscar y a Rasha. Está en esos mecánicos y guardacostas que, aún empezando con mal pie con Òscar, acaban ayudando con ese rescate final de un naufragio que se llevó por delante a cientos de vidas. Es la solidaridad de todas estas personas que, sumadas, permiten que otros cientos de personas sí logren sobrevivir.
Fotograma de Mediterráneo
5. Ver la realidad de frente
Uno de los mejores momentos de la película es cuando, tras rescatar de manera frenética a todas las personas que pueden en alta mar, Esther y Nico —y decenas de refugiados— llegan al puerto de Lesbos. Allí, turistas toman copas, hacen fotos, pasan la tarde tranquilamente… Y de repente, aparecen ellos, dándoles con la realidad de la situación de frente—literal y metafóricamente—.
Fotograma de Mediterráneo
¿Qué hacemos los europeos cuando ponemos la tele y vemos imágenes como estas? Creo que lo que hacemos el 99% es criticar la situación, indignarnos, y seguir con nuestras vidas. Pero ¿a qué se ven obligados estos turistas que están allí? La realidad les da en las narices, y no les queda otra que ayudar. Y parece que este sea el quid de la cuestión: solo tomamos acción cuando nos ponen el problema por delante.
Será que nos hemos desensibilizado, o es una reacción que tenemos involuntariamente para poder sobrevivir, pero hace reflexionar. Poder mirar para otro lado y cambiar de canal es un privilegio que tenemos. No todos pueden decir lo mismo, y esto es algo que Mediterráneo no quiere que olvides.