Hay películas que con tan solo un plano nos envuelven, enamoran, hipnotizan o inquietan a su antojo. La luz, los colores, la composición… todo ello forma parte de la construcción de un mundo que no podría existir sin los directores de arte, que junto al resto de departamentos son capaces de diseñar y construir unos universos para que no se queden en meras palabras. Hoy seguimos con nuestro especial de terror y nos centramos en el género desde ese punto de vista con una entrevista a Javier Alvariño, que ha trabajado en películas como Mientras Duermes (Jaume Balagueró, 2011), REC: Apocalipsis (Jaume Balagueró, 2014), Verónica (Paco Plaza, 2017) o El laberinto del fauno (Guillermo del Toro, 2012).
Por lo general tenemos más referentes en campos como la dirección, el guion, o la interpretación que en la dirección de arte. ¿Qué te llevó a querer dedicarte a esto?
Bueno, yo en realidad empecé por casualidad, como le pasa a mucha gente. Los directores de arte venimos de muchos sitios, siempre diferentes, aunque quizás ahora es más habitual que la gente venga de escuelas de cine. Pero en mi caso, mi primer corto lo hice en el año 2000 y fue el primero de Eugenio Mira, que es el director de Grand Piano (2013), The Birthday (2004) o Agnosia (2010). Lo rodamos en Salamanca, que era la ciudad en la que yo estaba estudiando bellas artes. Nosotros nos conocimos porque mi hermano había estudiado cine y coincidió con él en una escuela de Madrid. Y bueno Eugenio y yo nos llevamos bien, teníamos muchas cosas en común, y queríamos hacer cosas pero no sabíamos qué. Me gustaba mucho dibujar, el diseño gráfico, dibujaba cómics también… pero no tenía ni idea de que este oficio existía. De algún modo me lo empezó a explicar y me dijo que le encantaría que estuviese yo, pero yo no tenía ni idea del asunto. Y él decidió que hiciésemos la dirección de arte entre Daniel Izar, que es un gran amigo mío y que trabaja también en todo esto, y yo.
Entre los dos hicimos el diseño de producción del corto, en el que hubo mucha construcción. Yo dejé de ir a la facultad de bellas artes durante esos meses, porque mi razonamiento era: “bueno, hago la carrera para hacer esto, pues hago directamente esto”. Y ahí empecé, de manera muy accidental. Me lo pasé muy bien, obviamente. Fue una experiencia maravillosa y una paliza, por supuesto, como descubriría que es este oficio en muchos casos.
Un año después yo me fui a Roma de Erasmus y me llamaron mis padres porque Basilio Martín Patino, que era muy amigo de mi tío, iba a dirigir una película en Salamanca. Yo me entrevisté con él a mi vuelta de Roma y nos caímos muy bien, pero yo tenía 22 años y realmente mi única experiencia era esa. Fue hacer ese corto y, lo siguiente, rodar esta peli con un ídolo como Basilio Martín Patino. Fue una cosa muy impactante, una terapia de choque brutal, yo aprendí muchas cosas en esa peli. Fue un ejercicio de responsabilidad muy grande. Lo pienso y con el tiempo digo: nunca me hubiese contratado a mí mismo, realmente no tenía ni idea.
Cartel de Octavia (Basilio Martín Patino, 2002), la primera película de Javier Alvariño
En el fondo me gustaba mucho la dirección de arte cuando la descubrí porque lo que hacía de alguna manera era aunar todas las disciplinas artísticas en una. En este trabajo llevas un equipo inmenso de dibujantes, escultores, interioristas, arquitectos, tienes contacto con el mundo de la iluminación, el color… Y cuando te interesan muchas cosas diferentes de pronto puedes descubrir que en este terreno lo encuentras todo conjugado.
Hablando de manejar distintas disciplinas artísticas, ¿a qué tipo de referentes sueles acudir en tus proyectos?
Lo bueno que tiene esto, y en el fondo cualquier tipo de expresión artística, es que todo lo que en tu vida haces, ves y lees es de algún modo trabajo. Son influencias que te llegan y configuran de alguna manera tu criterio y las cosas que te gustan. Entonces depende mucho del tipo de proyecto, las referencias pueden venir de muchos sitios, es muy instintivo. Y a la vez, es muy científico. Hay una parte que implica una gran responsabilidad política de cara a la gente con la que te estás rodeando, con la cual debes demostrar que los grandes presupuestos que manejamos, que normalmente somos de los departamentos que más presupuesto manejan en un proyecto, están bien invertidos. Hay mucha política de por medio y mucha búsqueda de probar que lo que vas a hacer va a funcionar. Y eso lo haces con referentes de todo tipo. A veces tiras de pelis existentes, cómics... A mí me gusta mucho tirar de cosas que he leído, y también de videojuegos, que es un formato de expresión que me gusta desde siempre y de hecho lo vengo usando bastante tiempo como una referencia habitual.
Recuerdo que en esta primera película de Martín Patino, Octavia (2002), tuve una entrevista primero con un productor que era muy amigo de Basilio, y con él todo bien. Pero de repente entró la productora, que iba mucho más a por mí, obviamente, porque era un chaval, y me preguntó: “pero tú ¿qué sabes de la Salamanca que estamos retratando?”. Y dije: “bueno, sé lo que sé de vivir aquí durante un tiempo pero, vamos, si esto fuese una película de vikingos sabría lo mismo”. Pues me pongo a estudiar y ya está. No se espera que tú sepas todo, sino que tengas la capacidad de concretar y estilar ciertos universos que se buscan expresar en el proyecto. Lo divertido es hacer cosas muy diferentes, cosas que no hayas hecho antes.
El caso deVerónica fue bastante especial, llegasteis a construir todo un piso, instalar paredes móviles, imprimir las vistas que se verían desde la ventana… Imagino que sería un gran desafío
A mí construir es lo que más me gusta. Lo guay es conseguir que en el resultado final no se evidencien las limitaciones que has tenido, o los recursos técnicos que hayas usado. Evidentemente, Verónica es una de las pelis que en ese sentido mayor satisfacción me han dado. Reflejaba el mundo de la infancia de muchos de los que estábamos en ese proyecto. Cuando diseñas un espacio con tus recuerdos infantiles, de tu casa, de la casa de tus familiares y amigos… Es muy emocionante ver a la gente que ha vivido esa época entrar en el decorado y que les estalle la cabeza. Cuando la gente ha visto la película también han tenido esa sensación. Además, la han tenido en diferentes países, lo que me parece curioso, porque yo pienso: “esta idiosincrasia estética es particular de España”, pero por alguna razón la atmósfera de esa casa le funcionó a mucha gente.
Fotograma de Verónica
¿Alguna película o serie que haya marcado un antes y un después en tu trabajo como artista?
En todo caso son más bien cosas que he visto de pequeño, cosas que son muy recurrentes en mi cabeza. Respecto a lo que tiene que ver con generar un mundo, para mí la saga de Star Wars siempre ha sido un referente constante en muchos sentidos, y en general, todas esas pelis de Spielberg y Lucas de esa época. Porque al margen de ser algo que has visto siendo pequeño, son pelis que están muy, muy bien hechas, y donde la narrativa funciona muy bien. Por ejemplo, gracias a muchos elementos de su estética, paletas de color de la época o conceptos como ese tan revolucionario de Star Wars: la idea de que aunque la peli transcurre en el pasado es un mundo supuestamente futurista pero que está usado, que está viejo, donde las cosas tienen mugre… y, de repente, que ese elemento contraste tan fuertemente con una tecnología que desconocemos, pues funciona muy bien. Son ese tipo de conceptos los que me han impactado más.
Para mí es muy importante que el concepto sea muy limpio, que se pueda explicar en pocas palabras por complejo que sea, donde la relación entre dos elementos, su contraste y su tensión, esté muy, muy clara. Porque eso ayuda mucho a que la gente entre inmediatamente en la idea que estés proponiendo. Yo creo que el principal enemigo que podemos tener los diseñadores de producción es la tibieza, el terreno de la ambigüedad. Especialmente cuando manejas cosas como el propio recurso de la fealdad. Fe de etarras (Borja Cobeaga, 2017), Verónica, o la serie de El Vecino (Miguel Esteban y Raúl Navarro, 2019-2021) en la que hemos construido pisos para que sean intencionadamente horribles, para ser familiares con el gotelé y esas cosas. Cuando usas esos recursos tienes que hacerlo de manera muy decidida. Porque te estás poniendo en un terreno de bastante barro, muy delicado, y puede que acabes en terreno de nadie.
Fotograma de El Vecino
¿Y alguna película o serie que haya marcado un antes y un después en el cine de terror español?
Sin duda, los nombres propios más potentes en esto son los de Jaume Balagueró y Paco Plaza. Para mí, por ejemplo, Los sin nombre (1999) de Balagueró es una obra fundamental de este nuevo terror español que viene desde los 90. Curiosamente, y luego conociendo a Jaume, que es un tipo muy instintivo, yo tenía la convicción de que era la primera vez que veía expresado tan bien en una película el trabajo de Dave McKean. Es un ilustrador británico, portadista de toda la serie de Sandman, dibujante, guionista, un tipo que ha tenido una influencia en la estética de portadas de discos en los 90 brutal… Cuando le dije esto me dice, ¿pero quién es Dave McKean? Pero aun así él había conseguido conjugar toda esa estética del momento y hacerla cristalizar ahí.
En los 90 pasó lo mismo con muchas cosas, con Álex de la Iglesia también, por supuesto. Cuando vimos Acción mutante (1993) me estalló la cabeza. Fue como: “hostia, ¿esto se puede hacer aquí en España? ¿Nos dejan?”. Como si hubiese una especie de autoridad que impedía que este tipo de cosas se hiciesen aquí. Supongo que en muchos sentidos todavía eran lastres de la dictadura. Ese sentimiento de inferioridad, el no considerar que tú pudieses hacer algo de ciencia ficción o de terror… Y bueno, toda la saga de REC a mi me parece mayúscula, es algo clave. Hubo un impacto a nivel mundial que yo creo que pocas cosas en España han alcanzado. Me gusta mucho también todo lo que hace Vermut, que no es terror del todo pero tiene un componente muy inquietante. Y me gusta también el trabajo de Eugenio Mira, desde luego, que somos amigos desde hace mucho y sus pelis en algún momento rozan todas estas cosas.
Fotograma de Acción Mutante
¿Sabrías decir algún punto fuerte del cine de terror español?
Pues creo que hay algo chulo en todas estas pelis que venimos comentado, que es abrazar lo local. El gran éxito de REC, por ejemplo, es que estás en mitad de una peli de zombis en la que de repente irrumpe el humor de lo local, y todo eso te hace poner la peli en una estantería absolutamente diferente a cualquier otra que hayas podido ver. Por ejemplo, lo que hace Almodóvar en muchos momentos, que también tiene algo de trabajar lo inquietante, lo misterioso, lo no expresado… siempre lo hace desde un punto de vista muy familiar. Siempre tendrás el género de peli comercial americana, que tiene pelis increíbles por supuesto, pero cuando ves una peli con un sabor muy local, curiosamente, puede alcanzar una especie de universalidad inesperada. Yo creo que aquí eso se ha aprendido y mucha gente lo maneja de manera brillante. De hecho yo creo que los mayores patinazos vienen en el momento en el que intentas universalizar las tramas, los personajes, las ciudades donde viven… donde no entras en detalles y es una ciudad neutra. Ahí, de repente, consigues que el espectador se distancie. Que evidentemente puede ser tu intención también, para conseguir cualquier otro objetivo.
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Fotograma de REC
Recuerdo una conversación en la que contactó conmigo un director de arte que venía de Los Ángeles, que lo último que ha hecho es la serie de Marvel, Loki (Michael Waldron, 2021). Cuando coincidimos, él estaba a punto de empezar una película de Thor como ayudante. Hablando con él, porque quería conocer un poco la industria en España, me decía “es muy importante que vosotros hagáis vuestra cosa, no imitar otros lugares que os son ajenos”. Por ejemplo, en el caso de Verónica, gran parte del impacto que tiene es que es un entorno muy familiar. Cuando irrumpe el elemento fantástico en ese entorno tan cercano, el impacto es mucho mayor.
¿Y algún punto débil?
Yo creo en todo caso que me gustaría ver a más directores trabajando en este género. Seguro que hay mucha gente deseando hacer pelis de terror que, por una razón o por otra, no han salido adelante. Pero yo creo que es un género maravilloso para expresar muchas cosas de manera muy poética, que te permite generar mundos muy atractivos, con unas ondas y lecturas que hacen que el mensaje final llegue de una manera más divertida, más agradable, más entretenida, que eso tampoco está mal. Entonces yo creo que sí, me gustaría ver más directores jóvenes, u otros ya establecidos que de repente decidan meterse en el género, por qué no. Igual que me gustaría ver a más directores haciendo musicales. Son géneros que son super atractivos, divertidos, y muy técnicos además. Yo creo que ponen a prueba especialmente a los directores. Sería guay y muy divertido ver una peli de terror de cada director que pudiéramos conocer.
¿Hacia dónde crees que se dirige el cine de terror español?
Está a punto de salir una serie, la de Historias para no dormir (2021), la adaptación de las historias de Chicho Ibáñez Serrador, que es como el padrino del terror para muchos de estos directores. Tengo la impresión de que vamos a empezar a ver poco a poco más series de terror. Ya se empiezan a hacer como un rollo de misterio juvenil. De hecho yo estuve rodando hasta febrero de este año una serie para Netflix que se llama Alma, con Sergio Sánchez, director de El secreto de Marrowbone (2017), guionista de El orfanato (2017) o Lo imposible (2012), que de alguna manera también entra en ese terreno. Y creo que vamos a empezar a ver más bien este tipo de proyectos. Las pelis empiezan a tener cada vez más problemas para salir adelante a no ser que estén metidas dentro de plataformas, estamos en un momento de transición bastante heavy del cine a la tele.
Cartel de Historias para no dormir