El Festival de Cine de Sitges, con más de 50 años de historia, es una parte clave del tejido cultural español. Todos los años, directores y directoras internacionales, y también patrios, acuden al hogar por excelencia del cine fantástico y de terror. Una vez concluida la edición de 2021, hemos podido charlar con Mónica García Massagué, la directora de la Fundación Sitges, sobre el propio festival y el cine de género.
¿A qué se dedica la Fundación Sitges? ¿Qué responsabilidades tienes tú como directora?
La fundación solo tiene un objeto, que es organizar el Festival de Cine de Sitges. De hecho, el festival no tiene una entidad jurídica más allá. La fundación es la que lo organiza, lo gestiona y demás. Mis funciones en cuanto a dirección de la fundación son sobre todo apoyar el diseño del proyecto artístico, materializar a través de equipos, recursos o acuerdos todo lo que se propone. Además, como yo tengo un pasado muy vinculado a la industria audiovisual, también llevo todo el área de industria. Diseñamos programas específicos como es Sitges Cocoon para innovación y tecnología, o Woman in Fan para promocionar mujeres cineastas… Todo esto lo llevo directamente.
El Festival de Cine de Sitges está asociado a la FIAPF, está acreditado por los Oscar, también fuimos miembros de la Cadena Méliès, o sea de la Federación Europea de Festivales de Cine Fantástico… Todo lo que es esa relación, las acreditaciones, etc., también las llevo yo, y formo parte del comité de programación. Desde la fundación se lleva toda esa parte más logística, que se ve menos, de conceptualización y atracción de socios nacionales e internacionales para poder llevar a cabo cada edición.
Cartel del Festival de Sitges 2021
Respecto a esto que comentas de las distintas actividades, ¿nos podrías hablar un poco de cuáles son los criterios por los que se mueve el festival?
Tradicionalmente, siempre se ha entendido que un festival de cine tiene un área de industria más enfocada hacia lo que es un mercado, ya que se juntan productores y distribuidores. En Sitges se ha intentado varias veces y no ha acabado de fructificar porque es cierto que se produce un contacto muy informal. Lo que sí que se ha producido siempre es la presencia de ojeadores, de agencias de talento que vienen a buscar esos nuevos directores o esas nuevas voces que despuntan en el festival porque ese es nuestro legado, el descubrimiento de talentos. Lo que hemos querido es crear más la sensación de que hay un programa de actividades para cada uno de los elementos de la cadena de valor. Hemos creado un espacio para industrias culturales afines, uno para adaptación literaria, uno para todo lo que es innovación y tecnología (Cocoon), otro para la promoción de la mujer cineasta creadora en el fantástico (Woman in Fan), uno para los programas de mentoring (Producers Meets Producers), otro que se llamaba Blood Red Carpet para poner en contacto a actores y actrices con directores de casting internacionales…
O sea, siempre hemos trabajado para hacer actividades más precisas y dedicadas al objetivo último. Y para eso también creemos mucho en la capacidad de los encuentros, que cuando traes a una gran figura pueda compartir sus conocimientos o experiencia no solo con el apartado industrial, sino también con el público. Así que acabamos haciendo más de 30 actividades a lo largo del festival, que forman parte del Sitges Industry y que es sobre todo un reflexionar sobre cómo el cine envuelve otras industrias y cómo el talento puede fluir desde lo que es la producción de un largometraje, la creación de un videojuego, el diseño de un vestuario implicado, etc. Vamos saltando de un lado a otro. Sí creo que eso es lo que ahora nos está dando más resultados en cuanto a ofrecer actividades más atractivas para un público más abierto.
Festival de Sitges (©elperiódico)
Son formas de mantener la industria cinematográfica española y todos sus anexos vivos.
Sí, piensa que la fundación se rige por unos estatutos, y su misión y obligación es retornar a la industria audiovisual del país todo lo que se invierte en ella. Nosotros somos una fundación sin ánimo de lucro, todo lo que se consigue durante el festival va dedicado a volver a crear la edición, ya sea la que esté en curso o la próxima. Todo se vuelve a invertir para que todos los elementos que te decía de la industria audiovisual puedan ser atendidos, o para mejorar la plataforma de promoción del propio festival, porque es una marca internacional tan potente que las películas que pasan por aquí modifican su valor de mercado, hay un valor añadido.
Por eso es tan importante cuidar la marca, cuidar la proyección del festival, reforzar esos lazos internacionales para que no pierda su peso específico, que es difícil, porque es el primer festival que se dedicó al fantástico y ese valor de veteranía no lo va a perder. De hecho, casi todos los que se han creado a posteriori ya tienen formatos y menciones muy distintas y son copia o intentan emular el paso que ha escenificado el festival de Sitges.
Primera edición del Festival de Sitges en 1968
¿Por qué es necesario un festival fantástico y de terror en España? ¿Por qué es tan importante que tengamos uno tan grande como Sitges?
Bueno, por lo interesante de tener elementos singulares que te identifiquen y que tengan un valor internacional. El hecho de que el Festival de Cine de Sitges sea el primero lo convierte en algo singular. También ha crecido a imagen y semejanza de los grandes festivales: Donostia, Cannes, Venecia… Su dimensión y su forma de financiación es más parecida a un festival internacional que a un festival nacional, y eso le da un valor singular que tiene una potencia de marca inusual.
Hace cuatro años, cuando hicimos el 50 aniversario y buscamos material de archivo, veíamos que todos los grandes nombres del cine de género actual y del pasado reciente han pasado por el festival. Ves a Guillermo del Toro con granos en la cara, a Santiago Segura, a Álex de la Iglesia, que son jovencitos que se colaban en las salas de cine del Festival de Sitges, y eso ha creado una educación sentimental, un vínculo con el festival que es único. Por eso siempre tenemos el apoyo y la complicidad de grandes directores, porque para ellos estrenar en Sitges es casi como llegar a la Meca. Realmente supone la coronación para alguien que ama y desea dedicarse al cine fantástico.
¿Cuál es la filosofía que tiene el festival a la hora de seleccionar los proyectos que se proyectan en cada edición?
Si hubiera que decir una palabra, diría “calidad”. Nosotros tenemos un comité de selección muy amplio en la base, para abarcar las mil y pico películas que se inscriben a través de plataforma, pero que es piramidal. En paralelo trabajamos un equipo de unas cuatro personas, más otras dos si hay que desempatar, que somos los que vamos a mercados internacionales
Lo que tenemos es un criterio de que haya diversidad, obviamente, porque estamos dentro de la FIAPF y también seguimos las reglas de que haya una variedad geográfica, una variedad de voces… Para nosotros es muy interesante que en igualdad de condiciones podamos dar luz a filmografías un poquito más difíciles de acceder, porque es la función, creemos, de un festival de cine: el poner en foco en producciones que de otra manera no van a llegar a los canales comerciales más habituales. Entonces sí, tenemos películas estrella, secciones que son casi un evento, pero también una amplísima selección de producciones latinas, de Europa del este, asiáticas, producidas por directores noveles, porque la idea es dar una muestra de hacia dónde va el género, cuáles son las tendencias y recoger el máximo de puntos de vista y voces distintas.
Algunas de las películas que han pasado por la última edición del Festival de Sitges
¿Crees que se produce suficiente cine de género en España?
Va a rachas. Últimamente es cierto que hemos tenido una buena cosecha, llevamos dos años en que se nota que grandes nombres como Paco Plaza, Balagueró, Álex de la Iglesia, Rodrigo Cortés o Rodrigo Sorogoyen están produciendo y se está haciendo. Lo que no veo es una relación tan directa entre lo que se consume y lo que se produce. Más del 70% de lo que se consume en plataformas es género, entonces deberíamos estar casi todos haciendo género. Creo que vamos a asistir a una explosión inmediata porque es lo que está pidiendo el mercado: la gente está consumiendo sobre todo a través de plataformas y también vemos el éxito que tienen este tipo de producciones en las salas de cine (dentro del éxito que pueden tener actualmente por la pandemia).
Como decía hace un año o así Variety o Hollywood Reporter, es el género que nunca muere, que siempre resucita, porque es un género que puede ser tanto barato como de gran producción y que atrae a un tipo de público muy joven. Eso explica por qué grandes festivales generalistas como Cannes o Venecia han adoptado el género como una propuesta de autor más. Primero porque los grandes directores también han utilizado el género como un lenguaje, como una forma de interpretar sin límites la realidad o aquello que quieren expresar, denunciar o evidenciar. Y después porque renueva las audiencias. El cine de género es un gran revulsivo para lo que es la educación de la mirada del espectador, y para determinadas generaciones resulta mucho más atractivo que otros géneros como el drama, el realismo histórico, etc.
Cartel de Historias para no dormir, la nueva serie de Rodrigo Cortés, Paula Ortíz, Paco Plaza y Rodrigo Sorogoyen.
Me recuerda a eso que se dice de que el género de terror es el que siempre se avivaba en tiempos de crisis.
Claro, porque te permite exorcizar tus propios problemas. Durante la época de entreguerras, todo lo que fue el realismo alemán, italiano… Lo que permitía era mostrar en pantalla todos los miedos e inquietudes que se vivían en la vida real. Esto también está relacionado, yo siempre cito al profesor Mirito Torreiro, que hablaba del nivel de escoptofilia sádica, que es la capacidad que tú tienes de disfrutar con el dolor en pantalla, la capacidad de distinguir entre lo que es realidad, lo que es ficción y obtener placer de ver a alguien sufrir cuando ves una película de terror. Esos niveles de escoptofilia sádica también se potencian en épocas de problemas sociales, de opresión, etc., porque buscas el punto de fuga. Con el fantástico dices: “vale, sufro, pero es irreal”, y eso es un alivio para el espectador.
Claro, y aunque sea un punto de fuga también sirve para hablar del presente. Se me viene a la cabeza Titane (Julia Ducornau, 2021), por ejemplo.
O Jupiter’s Moon (2017), la película que ganó en Sitges en el 50 aniversario, que estuvo también en Cannes, de Kornél Mundruczó, que te hablaba de la inmigración y de cómo se trataba a los inmigrantes, cómo sobrevivían a las pateras… O no sobrevivían. De hecho el protagonista moría al llegar al país y resucitaba de otra manera.
Fotograma de Jupiter's Moon
Últimamente es verdad que hay un uso del fantástico como metáfora de toda aquella inquietud social, que muchos directores lo están adoptando. Otra directora, Mary Harron, la de American Psycho (2000), decía que el fantástico le permitía que no hubiera límites, y sobre todo que era el único género en el que si tú matas al protagonista es correcto, está bien, si pasa algo terrible el espectador no te culpabiliza, lo entiende, lo acepta y se acerca más incluso a su propia realidad.
Para terminar, ¿nos recomiendas una película para no pegar ojo?
Martyrs (Mártires, Pascal Laugier, 2018). Me parece increíble por la premisa de que una clase social elevada pueda pagar por martirizar, en el sentido literal de la palabra, a personas para ver si existe el más allá o no, y que eso se convierta en el festín de la tortura.
También Hounds of Love (Ben Young, 2016). Es el típico psycho killer que secuestra chicas, pero el trasfondo de la película no es tanto el proceso de tortura y matanza de estas, sino la historia de amor: cómo su mujer es capaz de comulgar con esa especie de maldad extrema y ser aún más cruel que él por amor. Me parece tan perturbador y tan retorcido que tiene muchísimo mérito que logre la credibilidad en pantalla.