«¿Si prefiero ser temido o amado? Fácil. Ambas.
Quiero que la gente tenga miedo de lo mucho que me ama».
Michael Scott (The Office)
Si una frase puede tener connotaciones sexuales, nunca pierde la oportunidad de meterla (“¡Eso me dijo ella!”), da igual que esté en medio de una de las reuniones a las que asiste como jefe. Lleva la incorrección política a otro nivel, siempre dice justo el comentario que no debe, es capaz de volver incómoda cualquier situación. Hasta llegó a atropellar a una de sus empleadas. Pero hay algo en Michael Scott, el jefe de la oficina de The Office (Greg Daniels, 2005-2013), que hace que le queramos. ¿Qué tiene el director regional de Dunder Mifflin para que sea imposible de odiar, aunque meta la pata continuamente?
Durante siete temporadas, Michael Scott dirigió la filial de Scranton de Dunder Mifflin, empresa papelera y sede de la sitcom The Office. Su personaje, un antihéroe (más por perdedor que por malicia), es una de las bazas cómicas de la serie. Sobre todo en las primeras temporadas, funciona desde la vergüenza ajena: su narcisismo, racismo y machismo involuntario siempre crean situaciones tensas que irradian comedia.
Ι Leer más: 5 especiales de comedia de Netflix que no son lo que esperas
El peor mejor jefe del mundo
Michael Scott con sus empleados en The Office
El mejor jefe del mundo (según la taza que preside su despacho y que él compró para sí mismo) tiene un desarrollo interesante a lo largo de la serie: durante las primeras temporadas es mucho más irritante, en favor de la comedia, y más adelante se va volviendo más profundo, complejo y entrañable.
Pero eso no es del todo cierto: no es Michael quien se vuelve más complejo, sino nosotros los que vamos conociendo sus matices, su historia y contexto y, por tanto, lo vamos comprendiendo. Cuando en el día de visita de los hijos de los empleados a la oficina muestra un vídeo de su infancia en el que le preguntan qué quiere ser de mayor, él dice: “quiero casarme y tener cien hijos, para poder tener cien amigos y que nadie pueda decir que no quiere ser mi amigo”.
Michael solo quiere que le quieran
“¿Te casaste?”, le preguntan los hijos de sus empleados. “¿Tuviste hijos? ¿Tienes novia al menos?” Y Michael responde que no a todo. “¿Así que no conseguiste ser lo que querías ser?”.
Esta escena es un buen ejemplo de por qué Michael Scott no nos puede caer mal del todo. Incluso en sus momentos más torpes, incómodos o desagradables, cuando parece que ya ha tocado fondo y de alguna manera consigue caer más bajo, hay un punto entrañable. Precisamente en esos momentos le queremos más que nunca.
No puedes odiar a alguien si te da pena. Pero es algo que va más allá de la compasión, algo más complejo: es la humanidad de Michael. Esa vulnerabilidad que vemos en él hace aflorar toda nuestra empatía, que muchas veces termina casi en simpatía. Porque lo que Michael más desea en el mundo es ser parte del grupo, pertenecer. Que le quieran. Que tengan miedo de lo mucho que le quieren.
El mejor jefe del mundo, Michael Scott
Porque la vulnerabilidad nos acerca a los demás. Es a través de las grietitas de nuestros defectos que se cuela nuestra humanidad. Vemos tan claramente la herida de Michael que estamos irremediablemente de su lado.
Y no todo es malo en Michael Scott. Es optimista, entusiasta e ingenuo en el buen sentido. Es buen vendedor y podría decirse que es hasta un buen jefe a veces. Se preocupa por sus subordinados, a su manera torpe y ególatra. Sus empleados son su familia, aquella que tanto desea y nunca ha podido tener. Hay momentos en los que conecta de verdad con ellos, como cuando es el único de la oficina en ir a ver la exposición de pintura de Pam.
A lo largo de las temporadas vamos descubriendo que lo único que él quiere, lo que más desea en el mundo, es que los demás le quieran. Y precisamente el intentarlo tan fuerte es lo que a menudo le impide conectar con los demás. Pero no deja de intentarlo.
Los perdedores son románticos, y nos encantan las causas perdidas, pero hay algo más: nuestros defectos son, en realidad, los que nos acercan los unos a los otros. A veces hay que abrir el corazoncito y arriesgarse a que un niño de once años te haga darte cuenta de que no has cumplido tus sueños en la vida. Y por eso es imposible no querer un poco al inapropiado, metepatas e imbécil de Michael Scott.
¿Dónde puedes verla?
The Office está disponible en Netflix y en Prime Video.