En su libro El cine en vivo y sus técnicas, Coppola cuenta que durante años tuvo en su mesa una nota bajo el rótulo: “Notas sobre la historia y los personajes”. Algo así como una serie de máximas que seguir a la hora de crear una película.
Este año se cumplen 50 años del estreno de la película que lo cambió todo: El padrino (F.F. Coppola, 1974). Sobre ella queda poco que decir que no se haya dicho ya. Pero… ¿cumplió Coppola con sus propias máximas? ¿Respetó sus notas sobre cómo crear una buena historia y unos buenos personajes?
1. Se conoce al personaje por su comportamiento
Michael Corleone se presenta como un chico tímido, que no quiere saber mucho sobre los líos de su familia; se dedica más a observar lo que hacen su padre y sus hermanos. Es más, le dice a Kat, su novia: «Esta es mi familia, pero yo no soy así». Pero al personaje no lo conocemos por lo que dice, sino por lo que hace. Y es que llegado el momento, Michael se muestra como es en realidad. No con palabras, sino con comportamientos: salva a su padre de un inminente asesinato, asesina él mismo a Sollozzo y McCluskey, acepta ser lo que nunca quiso ser. Y así es como llegamos a conocer al personaje.
Michael Corleone en El Padrino
2. Es posible narrar una historia a través de momentos únicos entre sus protagonistas
Pese a durar tres horas, en El Padrino no hay demasiadas escenas. Coppola domina el arte de la elipsis y nos deja a los espectadores llenar los huecos entre tiempos. Por ejemplo, la relación entre Michael y Kay se cuenta en pocas escenas, no los vemos juntos muchas veces, pero en todas ellas ocurre algo importante. La relación siempre avanza o retrocede, pero no hay ninguna conversación que no cambie nada.
3. Los momentos memorables suelen expresarse sin palabras
Si hay una escena de El padrino que ha trascendido es en la que Michael visita a su padre en el hospital y se da cuenta de que van a ir a matarlo. En ese momento, Michael toma las riendas de la situación; traslada a su padre a otra habitación y pide ayuda a Enzo, un amigo de la familia que iba de visita. Ambos se colocan en la puerta del hospital, fingiendo ser guardaespaldas. Sin ir armado, Michael mete la mano en su chaqueta como si fuera a coger una pistola, mientras un coche pasa por delante. El coche se marcha y, cuando parece que la acción ha terminado, Enzo saca un cigarro. Pero no es capaz de encender el mechero de lo mucho que le tiembla la mano por la tensión de la situación. Michael le ayuda y su pulso no falla; enciende el mechero a la primera, sin vacilación. En este momento memorable prácticamente no se dice nada, todo se cuenta a través de gestos, detalles, el juego con planos largos y planos cortos. Sin palabras, nos están contando cómo es Michael, y lo que es más: en lo que está a punto de convertirse.
4. Es necesario que ocurra algo
Unida a la nota que dice «Es posible narrar una historia a través de momentos únicos entre sus protagonistas», Coppola insiste en que siempre tiene que ocurrir algo. Si no pasa nada, la escena sobra. Es ese empeño del cineasta de preguntarse una y otra vez: ¿por qué cuento esto como lo cuento?, ¿pasaría algo si quito esta escena?
5. Emoción. Pasión. Sorpresa. Sobrecogimiento.
Estos cuatro conceptos están, todos, en una sola escena. Es mucho mejor verla que contarla:
6.Una toma puede ser una palabra, pero mejor si es una frase
Una de las notas más confusas de Coppola. De hecho, cuenta que su hija Sofia, también cineasta, le preguntó qué quería decir. Él le explicó que una toma puede ser una palabra (una idea simple y única) o una frase (una idea compleja, con matices y múltiples significados). A lo largo de El Padrino no hay muchas tomas. Hay grandes bloques, grandes escenas, pero siempre con cierta pausa y poco movimiento. Los personajes entran y salen y así consiguen el dinamismo, pero la cámara está quieta. Todo lo que está en la imagen importa, sugiere y aporta significado. Cada toma es una frase.
8. Cuidado con los lugares comunes, con lo predecible
En la primera escena de El Padrino, Bonasera, dueño de una funeraria, acude a Vito Corleone para pedirle que haga justicia con los que han abusado de su hija. Después de una larga conversación, Vito le dice:
«Algún día, y puede que ese día no llegue, acudiré a ti y tendrás que servirme. Pero hasta entonces, amigo, acepta mi ayuda en recuerdo de la boda de mi hija».
Coppola juega con lo predecible porque, tras esas palabras, entendemos que algún día va a pedirle a Bonasera que le devuelva el favor. Y así sucede, pero lo impredecible no es el qué, sino el cómo. Tras morir Sony, su primogénito, Vito Corleone acude a Bonasera: «Llama a Bonasera. Lo necesito ahora». Se cobra el favor que le debía, pero no como nos esperábamos, con un negocio sucio o ilegal. Lo hace pidiéndole al director de la funeraria que reconstruya el cuerpo de su hijo para que lo pueda ver su madre. Ya no es un favor entre gángsters, es un favor entre amigos, entre padres. Y por eso es tan poco predecible y tan emotivo.
Coppola cuenta en la versión comentada de El Padrino que esta era una de sus partes favoritas de la novela de Mario Puzo, en la que se basa la película.
Bonasera devolviendo el favor a Vito Corleone en El Padrino
9. Los espectadores buscan luz y explicaciones acerca de sí mismos y de su vida
No es fácil sentirse identificado con un gángster. La extorsión, las peleas, amenazas y asesinatos no son el día a día del espectador medio pero, más allá del gusto por el género, El Padrino interesa a todo el mundo. Al final, la película habla sobre la familia, la lealtad, sobre un hombre que sabe lo peligroso que es el mundo y lo más importante para él es proteger a su familia.
Viendo El Padrino, de repente somos libres de permitirnos observar nuestra propia maldad, de llegar incluso a disfrutar con la violencia y de admitir que no somos perfectos. Porque la luz que nos arroja Coppola sobre nosotros mismos es la de la imperfección, la de encontrarnos comprendiendo a un hombre que es capaz de matar, o lo que es peor, sintiéndonos identificados. Y durante tres horas somos libres de sentirnos mala gente, porque estamos protegidos por la familia Corleone.