Supersalidos (Greg Mottola, 2007) y Booksmart (Olivia Wilde, 2019), son dos películas que, aunque no lo parezca, retratan la adolescencia, el fin de una era y el descubrimiento sexual de formas muy similares. No es una casualidad que la traducción al castellano de la segunda sea Súper empollonas, ¿eh?
No me pilló con edad suficiente el estreno de Supersalidos en cines, por lo que no tengo un marco de referencia para saber qué sintieron esos espectadores adolescentes o jóvenes que la vieron por primera vez. Sin embargo, sí que pude disfrutar de Booksmart cuando salió, y me sentí muy identificada con su historia alocada que busca retratar una experiencia universal: el miedo a crecer, el pánico que nos da cambiar y lo terrorífico que se asemeja a veces lo desconocido.
Años después, he tenido el placer de experimentar lo que es Supersalidos, y cuando lo hice, me di cuenta de que además de tratar temáticas muy similares, comparten también estructuras narrativas, de guion y hasta conclusión. Por ello, voy a hablar de las dos películas y de cómo, cuando rascas un poco más allá de sus locas premisas, realmente las dos cuentan historias preciosas sobre la amistad.
Los pardillos también quieren brillar
Tanto en Supersalidos como en Booksmart, la motivación de nuestros protagonistas es dejar de ser unos pardillos. Seth y Evan, interpretados por unos jovencísimos Jonah Hill y Michael Cera, son la definición gráfica de “pringados”. Seth habla todo el día de masturbarse y de sexo, y Evan le sigue el rollo porque es su único amigo de verdad. Ambos comparten el deseo de perder la virginidad antes de que acabe el curso, por lo que se proponen ir a una fiesta y allí, emborrachar —sí, es terrible— y conseguir acostarse con las dos chicas que les gustan. Pero, como no podría ser de otro modo, la noche no sale como ellos esperaban.
Seth y Evan en Supersalidos
Lo mismo ocurre con Amy y Molly, interpretadas por Kaitlyn Dever y Benie Feldstein —que es, curiosamente, la hermana de Jonah Hill—. Dos superempollonas que llegan al último día de instituto sin haber ido a una fiesta o haberse emborrachado, descubren que sus compañeros que salían de fiesta todos los fines de semana han entrado en las mismas universidades que ellas. Por esto —y porque a lo mejor Amy quiere ver a cierta chica que le gusta— deciden acudir a la última fiesta del año, pasárselo como nunca, y por fin tener esa experiencia que hasta entonces desconocían. Pero, como no podría ser de otro modo… Ya sabes por dónde voy.
La amistad como eje romántico
En ambas películas, aunque los protagonistas tengan intereses amorosos ajenos, lo que realmente nos engancha es la relación de amistad tan romántica que comparten entre ellos.
En Supersalidos, aunque tengamos al superpardillo McLovin, que vive la noche más loca de su vida, o los policías que lo acompañan en aventuras desafortunadas durante toda la noche, el verdadero foco de la historia se centra en la amistad entre Seth y Evan. Mejores amigos desde la infancia que dentro de muy poco van a separar sus caminos, y esto genera envidia, celos, resentimiento y, sobre todo, mucho dolor entre ambos. Seth siente que Evan le está abandonando, y Evan que Seth no es lo suficientemente maduro como para afrontar la realidad de la situación.
Fotograma de Supersalidos
A Amy y Molly les pasa prácticamente lo mismo: van a ir a universidades distintas, además de que Amy va a pasar el verano en África, separándose de su amiga antes de tiempo. Aún siendo muy distintas, han encontrado en su amistad ese refugio tan necesario en la adolescencia, y sentir que van a perderlo genera una situación terriblemente común: tanto se quieren y tanto temen perderse la una a la otra, que terminan gritándose y diciendo cosas que no sienten.
En ambas historias existe algo que nos sorprende y nos ablanda un poquito: ese reconocimiento tácito de que muchas veces las amistades más importantes —y, en consecuencia, sus posibles rupturas— duelen más que cualquier relación romántica clásica.
El abandono de la adolescencia
Los personajes en ambas películas quieren llegar a sus correspondientes fiestas, pero el camino hacia estas no es uno sencillo. Parece un poco como si ese camino imposible lleno de obstáculos, y la consecuente llegada a las fiestas, representara el camino hacia la adultez. Las películas funcionan como un último grito pletórico hacia la adolescencia: un último intento de desmelenamiento que les permita seguir siendo, aunque sea solo por esa noche, unos críos.
Fotograma de Booksmart
Porque Supersalidos y Booksmart tratan —con mayor o menor sutileza— el miedo a crecer, a lo terrorífico de abandonar la seguridad que conocemos. Pero también retratan muy bien la ilusión y la necesidad de hacerlo aunque asuste, porque todos necesitamos dejar esa etapa atrás alguna vez en la vida. Y por supuesto que despedirse de la adolescencia no significa no volver a ver a tus amigos, pero sí que supone el cierre de una era. Seth no volverá a recoger a Evan para ir al instituto en su destrozado coche nunca más, de la misma forma que Amy no recogerá nunca más a Molly ni se pondrán a bailar como dos locas en el porche.
Darse cuenta de esto duele, pero también libera. Supone una aceptación de lo que ha sido, y una búsqueda de lo que será. Parece que los personajes nos estén diciendo:
«Quizá no volveremos a ser esos chicos y chicas que fuimos, porque la vida no es la que era. Pero has sido la persona más importante durante mucho tiempo, y ahora podemos ser otra cosa. Con eso me basta.»