Durante una hora, dos parejas de amigos escuchan, hablan, leen y hasta juegan al ping-pong. Itsaso Arana, Vito Sanz, Francesco Carril e Irene Escolar protagonizan la cinta producida por Los Ilusos Films y distribuida por Atalante. Una historia sobre la irrealidad, que retrata un estado de ánimo desde la escucha. Desde el piano de Chano Domínguez hasta la suave guitarra de Smog con Let’s move to the country, melodías de cambio suenan entre campo y ciudad.
Jonás Trueba apuesta así por un reencuentro en tiempos de pandemia, adaptando la vida al cine. Con toques de humor y existencialismo, la fe en el arte se manifiesta ya con el título, un llamamiento para volver a las salas de cine. Una película, nos contaba Jonás, que los actores “han levantado con mucha intuición”, gracias a la confianza y sinergia entre el equipo iluso.
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Bajo la dirección de Jonás (que, salvo con Irene Escolar, ya había trabajado con todo el reparto), cada personaje brilla desde la primera secuencia. También la narración se vuelve poema, despuntando con un breve texto leído por Olvido García Valdés.
La diferencia entre el sentir y el saber, la vida en pareja, la amistad, o el esfuerzo por cuidar las cosas que valoramos son preguntas que plantea la historia. Como decía otro Jonás, el cineasta Jonas Mekas: “el mal y la fealdad se cuidarán solos; es el bien y la belleza lo que necesita de nuestros cuidados”. Tenéis que venir a verla. En cines el 17 de junio.
Hablamos con Itsaso Arana, Vito Sanz, Irene Escolar y Francesco Carril.
Los protagonistas jugando al ping-pong: de izq. a der. Itsaso Arana, Francesco Carril, Vito Sanz e Irene Escolar ©Los Ilusos Films
Habláis de la cinta como una película-reencuentro. ¿Cómo ha sido este reencuentro?
Francesco: Muy bonito. Yo siento una relación muy fuerte con las pelis que hicimos, con un equipo muy reducido, la familia de siempre. Y tenía la necesidad de volver a ese origen. Sobre todo, la última parte de la película, cuando estuvimos viviendo juntos en una casa cerca de donde rodábamos, construyendo la película casi en el plano. Ha sido una vuelta a aquello, pero con más años. Y he visto una relación muy fuerte con Los exiliados románticos (Trueba, 2015), una peli de absoluta juventud. Yo creo que esta ya es nuestra última peli de juventud. Se lo dije a Jonás después de verla. Me dejó con esa sensación.
Vito: Es una película que, para mí, es medio terapéutica. A nivel personal y social venía de una situación compleja, de lo que hemos podido vivir todos. Hay algo del reencuentro entre amigos, del volver a algo de lo que fuimos y que ahora está empezando a cambiar, que me daba cierto anclaje. Es hacer un poco de balance, que es triste y bonito a la vez. Es melancólico. Hay un debate que me ha generado la película, un sentimiento de esperanza también.
Irene: Para mí ha sido muy emocionante y divertido que Jonás me dejara formar parte y juntarme con ellos. Siempre había admirado el trabajo que hacían y su manera de hacer cine, de llevarlo a cabo. Ha sido muy gustoso.
Itsaso: Para mí ha sido lo más parecido a lo que debe sentir una banda de rock, que ya están un poco entrados en edad, cuando hacen un comeback y vuelven a hacer un concierto. No tanto por la edad, sino por tener un pasado conjunto. Una sensación de “ay, ¡qué guay era tocar con esta gente!” [risas].
Vuestros personajes juegan mucho con lo que no se dice, los vemos pensando. ¿Ha supuesto un reto?
Irene: Por ejemplo, el primer plano de la peli, que es un plano de cada uno y solo es una escucha, es una de las cosas más difíciles. Fuimos a un concierto de Chano de verdad, para escuchar y ver qué nos pasaba, a ver si era posible hacer lo mismo con una cámara delante.
Vito: Hay algo de escucha, de ver al otro, y de pensar. Es muy bonito. El plano de la escucha del principio tenía algo genial porque estaba Chano tocando. Era una especie de concierto personal. Esos gestos que tiene la película con nosotros te brinda momentos que siempre recordarás. Y no es algo común. No se suele ver a un tío mirando por la ventana o escuchando al otro, u observando un cuadro de espaldas a la cámara. Es como observar el mundo desde otro lugar.
Itsaso: Yo creo que en el cine de Jonás no es tan importante lo que se dice, sino el hecho de estar diciendo y compartiendo con otros. Tenemos la suerte de que este tipo de películas están atendiendo a esas sutilezas de la vida que se generan cuando la compartimos con los demás. Es un tipo de mirada y de escucha muy fina que hay que trabajar. Y eso está en todas las pelis de Jonás.
Francesco Carril, Itsaso Arana e Irene Escolar en un fotograma de la película ©Los Ilusos Films
La película tiene tintes existencialistas. ¿Os ha hecho plantearos preguntas en vuestras vidas?
Irene: Sí que te hace plantearte cosas. Cuando uno se mete en una ficción, en una historia que va a contar, siempre es porque hay algo que la atraviesa. A veces es porque tienes que comer, pero cuando es una elección siempre te hace replantearte tus propias decisiones. Y esta, que está tan pegada a nuestra vida real, porque no huye de la pandemia, es muy existencialista. Te paras y piensas “¿Qué tipo de pareja tengo? ¿Quiero ser madre, o no? ¿Me gusta vivir en la ciudad?”. Creo que eso es el buen cine o el buen arte, el que te hace plantearte muchas cosas o te ilumina hacia algún lugar.
Francesco: Muchas de las cosas de las que se habla en la película eran cosas que ya tenía en la cabeza. Fue una sorpresa muy bonita ver que la película planteaba algo tan presente en mi propia vida, algo a lo que estaba dando vueltas. Es una sincronía bastante rara y muy emocionante. Porque Jonás no te da el guión y ruedas, sino que estás hablando mucho.
Vito: Y no es una película generacional. Por lo menos yo lo entiendo así. La película no cuenta algo de una generación determinada, sino un estado mental de un momento muy concreto que creo que todos estamos atravesando. Ya no es el dilema de tener hijos o no, sino cómo cambian las personas que te rodean, su mirada con el mundo. Cómo la pandemia nos ha tocado y de qué manera nos está llevando hacia un lugar que desconocemos.
Y, cuando Jonás os dijo de hacer este proyecto, ¿qué fue lo primero que pensasteis?
Francesco: A mí me dijo: “vamos a ver si esto es una película o no, yo no te aseguro que esto se vaya a estrenar” [risas]. Me decía que igual no era ni una película, que no lo sabía ni él. No sé vosotros, pero yo esta vez me lo creí. O sea, que igual lo hacíamos pero que quedaría en otra cosa, o con otro formato. Como me lo dijo tantas veces y nunca me lo había dicho antes… [risas]. Luego, ya cuando empezamos, dije “vale, se parece a una película”.
Irene: Creo que hubo una cosa importante para que fuera una película, al margen de todo. Y eso fue la sinergia entre los cuatro, que nos juntáramos para que eso ocurriera. Y eso sí que era impredecible, porque Jonás no sabía cuándo nos íbamos a juntar, y si eso iba a suceder o no. Siempre son esos saltos de fe.
Francesco Carril e Itsaso Arana ©Los Ilusos Films
Contraponiendo las dudas que ofrece la historia a vuestra forma de trabajar entre los cinco, ¿existe claridad frente a la neblina?
Irene: Sí, en el trabajo fue todo bastante orgánico y fluido. Fue sorprendentemente encajado frente a la dificultad de lo que planteaba Jonás. Sobre todo en la primera secuencia del bar, que es súper complicada de hacer y de encontrar el tono, aunque parezca sencillo.
Vito: Yo, con el resto de actores, he trabajado con los tres, así que tenemos una manera de entender la interpretación bastante afín. Nos llevamos bien, y eso va sumando puntos a la hora de trabajar. Como nos conocemos, sabemos dónde cojea uno, sus miedos, y te vas arropando y cuidando unos de otros. Es más fácil trabajar con amigos que con gente que acabas de conocer. El lenguaje en común cuenta, y si no tienes que construirlo, es algo que tenemos ganado.
Itsaso: Sí, y esa palabra que mencionabas, esa neblina, me parece muy importante. Porque en la peli la hay, con una crisis de irrealidad. Y, sin embargo, trabajando con Jonás hay una gran claridad cerebral. Porque él a veces es titubeante, te dice una cosa y la contraria, pero hay una confianza. Y eso es lo más difícil del mundo. La confianza es mucho más grande que el entendimiento.