Este junio se cumplen 46 años de La semilla del diablo (Roman Polanski, 1968). La cinta se ha convertido en uno de los clásicos más importantes del cine de terror (y del cine, en general), seleccionada para su preservación en el Registro Nacional de Cine por considerarse cultural, histórica y estéticamente significativa.
La película cuenta con una secuela para televisión no muy remarcable y con un remake en forma de miniserie que tampoco se acerca al material original. No obstante, su universo no se limita a dichas entregas. La semilla del diablo tiene también una precuela y una secuela espirituales que, si bien no continúan la trama, forman una trilogía unida por su localización y por los temas que subyacen en esta. Como si fuese una mañana de resaca viendo Divinity, hoy la cosa va de casas.
Los cimientos del horror
Fotograma de Repulsión
La trilogía comienza con Repulsión (Polanski, 1965), segundo largometraje del director y actualmente considerada una de sus mejores películas. Lejos de cualquier pretensión, la cinta se concibió únicamente como medio para financiar Calle sin salida (Polanski, 1966), que por entonces se consideraba un proyecto menos comercial. La película gira en torno a Carol, una joven tímida, su repulsión sexual y las consecuencias de ésta sobre su salud mental.
La segunda entrega la compone La semilla del diablo, que se adentra en el terreno sobrenatural con una joven Mia Farrow que ve su embarazo amenazado por la aparente amenaza de una secta. Se puede considerar a la película como precursora del halo satánico que caracterizó al terror religioso de los 70 y que nos trajo grandes títulos como El Exorcista (William Friedkin, 1973) o La profecía (Richard Donner, 1976).
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El quimérico inquilino (Roman Polanski, 1976) vuelve al terror psicológico y cierra la trilogía con una historia cíclica de acoso vecinal y deterioro mental. Las tres películas se concibieron de forma independiente, pero se agrupan en torno a un mismo tema: el descenso a la locura y el apartamento como falsa intimidad, un espacio falso y claustrofóbico que te atrapa lejos de la seguridad que puede transmitir en un principio.
Una trilogía conceptual
Fotograma de La semilla del diablo
Los apartamentos en los que habitan los protagonistas de la trilogía se sitúan en Londres, Nueva York y París, tres urbes que forman el arquetipo de Gran ciudad en occidente. Estas localizaciones no son fortuitas: las tres películas reflexionan sobre la pérdida de seguridad en el entorno urbano, donde lo íntimo y lo privado se diluyen en una vorágine de movimiento, muchedumbre y peligro constante.
En todas las culturas, la vivienda es sinónimo de refugio. Es un espacio personal y seguro, propio, donde se nos permite ser más allá de las convenciones sociales del entorno. La trilogía del apartamento subvierte esta idea y convierte lo íntimo en un espacio hostil y claustrofóbico, invadido por lo extraño y donde la idea de estar a salvo se diluye lentamente.
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Fotograma de El quimérico inquilino
El aislamiento es también un tema común en las tres películas, con sus personajes encerrados poco a poco en su propio delirio, sin poder pedir ayuda ni poner palabras a su situación ante la indiferencia y la amenaza que supone el entorno. Más allá de sus tramas o sus imágenes hipnóticas, la trilogía del apartamento llama a un terror primigenio y básico en la supervivencia de todos: el individuo contra la sociedad, la indefensión del ser humano ante una comunidad organizada en su contra. La paz se presupone para una buena convivencia, pero nadie pone cerrojos y rejas en las ventanas por amor al prójimo.
El apartamento como metáfora
Fotograma de Repulsión
La trilogía no solo presenta el apartamento como espacio hostil, sino que convierte sus paredes en una metáfora de la psique de sus habitantes. En Repulsión, el apartamento de Carol se degrada a medida que su salud mental lo hace: las cañerías gotean, se abren grietas en las paredes y la comida se pudre al mismo ritmo que la mente de su inquilina se diluye en su interior.
Carol no puede escapar de su propia sexualización y de la repulsión y la inseguridad que esto le produce, pero tampoco puede sentirse a salvo en su casa. La aventura de su hermana con un hombre casado, sus gemidos de placer resonando en las paredes y sus pertenencias dispersas por la casa crispan los nervios de la protagonista desde el principio, pero la indefensión total llega cuando su mente se rompe y las grietas de las paredes dejan entrar sombras masculinas que la amenazan y manos que abusan de ella.
Fotograma de La semilla del diablo
En La semilla del diablo, el apartamento de los Woodhouse se transforma en un útero donde se gesta la esencia del mal. La amenaza se va desarrollando poco a poco, extendiendo los brazos alrededor de Rosemary hasta que es demasiado tarde para reaccionar. La hospitalidad incómoda de unos vecinos pesados da paso a delirios oníricos, nada de lo que preocuparse realmente hasta que el peligro asoma a la luz y es demasiado tarde.
Cada mirada, cada cuchicheo y cada gesto es un engranaje en una máquina que engulle cualquier seguridad doméstica a su paso, convirtiendo a Rosemary en un peón sometido a los deseos de su entorno cercano, los cuales no descubre hasta estar atrapada por ellos.
Fotograma de El quimérico inquilino
El quimérico inquilino acentúa aún más esta metáfora del apartamento como espacio mental, llevándolo a la literalidad: si Trelkovsky no puede sentirse a salvo en su hogar, tampoco puede hacerlo en su propia psique. Los objetos cambian de lugar, se retuercen y se reestructuran de formas imposibles a medida que la amenaza de sus vecinos y sus propios delirios aumentan.
Repulsión acaba con la seguridad del espacio privado, La semilla del diablo dinamita la del entorno cercano, pero El quimérico inquilino acaba con la seguridad del propio individuo. El “yo” se diluye en un descenso a la locura lento pero constante, donde el conflicto interno y los miedos del protagonista se vuelven un peligro mayor al de los vecinos que parecen acosarle.
Con tres caras distintas que reflejan el mismo terror, la trilogía del apartamento nos deja un mensaje lapidario. No hay espacios seguros, no hay refugio donde resguardarse del peligro: habitamos en él.
¿Dónde puedes ver estas películas?
Repulsión está disponible en Filmin.