Aunque el 2020 haya sido el año del COVID, de los confinamientos, de los cierres y de las pérdidas, ha sido también el mejor año para las mujeres en el cine.
Los Premios Goya de este año lo demuestran: de las 143 nominaciones, 59 son mujeres. Y lo mejor de todo es que esta representación ha ocurrido en todos los ámbitos: vemos mujeres nominadas a Mejor Dirección –de ficción y documental–, Guion, Equipo técnico, Producción… Algo que hasta este año había ocurrido en menor escala.
De dónde venimos
Esto no quiere decir que en años anteriores no hubiera mujeres nominadas en estas categorías; todo lo contrario, siempre ha existido esa representación en los premios, por muy ínfima que fuera.
Pero es cierto que si echamos la vista atrás, nos damos cuenta de que los nombres muchas veces, además de ser pocos, se repetían: hemos podido ver a Isabel Peña en la categoría de Mejor Guion varias veces, con El Reino (2018) o Madre (2019), ambas dirigidas por Sorogoyen, y a una Isabel Coixet en Mejor Película y Dirección con La librería (2017) o Nadie quiere la noche (2015)… Y ocasionalmente veíamos la excepción de directoras noveles como Celia Rico con Viaje al cuarto de una madre (2018) o Carla Simón con Verano 1993 (2017). .
Verano de 1993 (2017)
Por qué es importante la representación
Muchas personas podrán discutir que recibir el reconocimiento de la Academia no significa nada, que la valía de una película no reside en ganar o no un premio que justifique su creación; pero, y aún estando de acuerdo, creo que desde el punto de vista de la representación, es sumamente importante.
Saber que existen mujeres guionistas, directoras, productoras y coordinadoras, no es lo mismo que ver que existen esas mujeres y que se les reconoce su trabajo. Esto, en el mundo del audiovisual, ha sido algo insólito hasta hace poco. Desde siempre los grandes nombres del cine –ya sea español o internacional– han sido hombres. Teníamos que rascarnos mucho la cabeza para recordar a una directora mujer, ya que casi siempre se han encontrado trabajando entre bambalinas, ajenas a cualquier tipo de reconocimiento. Sin embargo, este año parece que todo esto se ha convertido en algo del pasado; sin quererlo, este año hemos llegado al futuro, y no queremos volver la mirada atrás ni para coger impulso..
Por qué el triunfo de este año
Sería imposible hablar de este cambio sin mencionar al ICAA (Instituto de Cine y Artes Audiovisuales), ya que ha sido gracias a él que se ha podido dar este paso. Cristina Andreu, la presidenta de CIMA (Asociación de Mujeres Cineastas), ha dejado claro que la participación ha aumentado gracias a que existen muchas más ayudas para las mujeres cineastas, y que, además, cree que pronto existirá la igualdad en las películas dirigidas por hombres y mujeres.
Pero, ¿por qué este año? ¿Qué tienen de especial las películas, cortometrajes y documentales que están generando tanta expectativa? Creo que es imposible negar que gran parte de este éxito es que son películas escritas por mujeres, sobre mujeres y para mujeres. Con esto no quiero decir que sean películas hechas únicamente para mujeres. Lo que llama la atención es que son películas que tratan la experiencia femenina, lo que significa ser mujer, y todas las consecuencias que ello conlleva.
La Boda de Rosa, con 8 nominaciones y Las Niñas, con 9, son perfectos ejemplos de esto. La primera trata la vida de una mujer que, harta de ser el último mono en su propia vida, decide casarse consigo misma para poder dedicarse el tiempo y el amor que se merece. Demuestra que, por mucho que sea un acto de rebelión e independencia, Rosa sigue viviendo en un mundo patriarcal, que la ha estado asfixiando hasta que ella misma decide usarlo a su favor. Y algo similar ocurre con Las Niñas: una historia sobre Celia y su camino a la adolescencia en un contexto asfixiante, y la historia de su madre, una mujer y madre soltera que sufre todos los prejuicios sociales que conllevaba serlo en la España de los noventa.
La boda de rosa, 2020
Todas son historias que tratan lo que significa ser mujer, aunque sean en momentos distintos y en situaciones distintas. Exploran lo que es ser mujer, lo doloroso, confuso, amargo e injusto que puede llegar a ser, pero también las facetas más importantes: la hermandad, la maternidad, la libertad y el empoderamiento.
Y ahora, ¿a dónde vamos?
Lo ideal sería que, después de todo esto, las mujeres pudiéramos escribir y contar historias de todo tipo, sin tener que hacer una especie de exorcismo de la propia naturaleza femenina. Sería genial que, por ejemplo, pudiéramos ser tomadas tan en serio escribiendo historias de fantasía como los hombres, y que a Los Juegos del Hambre se le denominase “fantasía” de la misma manera que a Juego de Tronos, y no “literatura juvenil”. Con esto parecerá que busco un mundo utópico, en el que no importa a quién pertenece la mano que orquesta una historia; pero nada más lejos de la realidad: no podemos –ni debemos– ignorar lo necesario e importante que es que se dé voz a las comunidades que durante tanto tiempo han estado silenciadas, y si eso significa que vamos a estar viendo historias por mujeres y sobre mujeres durante muchos años, es un futuro con el que puedo vivir.
Lo ideal sería que, después de todo esto, las mujeres pudiéramos escribir y contar historias de todo tipo, sin tener que hacer una especie de exorcismo de la propia naturaleza femenina. Sería genial que, por ejemplo, pudiéramos ser tomadas tan en serio escribiendo historias de fantasía como los hombres, y que a Los Juegos del Hambre se le denominase “fantasía” de la misma manera que a Juego de Tronos, y no “literatura juvenil”. Con esto parecerá que busco un mundo utópico, en el que no importa a quién pertenece la mano que orquesta una historia; pero nada más lejos de la realidad: no podemos –ni debemos– ignorar lo necesario e importante que es que se dé voz a las comunidades que durante tanto tiempo han estado silenciadas, y si eso significa que vamos a estar viendo historias por mujeres y sobre mujeres durante muchos años, es un futuro con el que puedo vivir.
Lo ideal sería que, después de todo esto, las mujeres pudiéramos escribir y contar historias de todo tipo, sin tener que hacer una especie de exorcismo de la propia naturaleza femenina. Sería genial que, por ejemplo, pudiéramos ser tomadas tan en serio escribiendo historias de fantasía como los hombres, y que a Los Juegos del Hambre se le denominase “fantasía” de la misma manera que a Juego de Tronos, y no “literatura juvenil”. Con esto parecerá que busco un mundo utópico, en el que no importa a quién pertenece la mano que orquesta una historia; pero nada más lejos de la realidad: no podemos –ni debemos– ignorar lo necesario e importante que es que se dé voz a las comunidades que durante tanto tiempo han estado silenciadas, y si eso significa que vamos a estar viendo historias por mujeres y sobre mujeres durante muchos años, es un futuro con el que puedo vivir.