Hace tres años que fuimos testigos del final de Juego de tronos (David Benioff y D.B Weiss, 2011-2019). Una de las series más influyentes y comentadas de la última década nos decía adiós en lo que, para muchos, fue una despedida más amarga de lo que les hubiera gustado. El fenómeno de HBO que se dedicaba a cosechar alabanzas y congregar a millones de espectadores alrededor de sus pantallas cada semana pasó de manera trágica a convertirse en el villano de su propia historia.
El consenso es que, sin duda, Juego de tronos merecía un final mejor. Pero ¿está justificado todo el odio que recibió la serie? ¿Está tan desafinado como lo percibimos en un principio? No creo que haya una respuesta total a estas preguntas, pero si de algo estoy convencido es de que fuimos muy duros con Juego de tronos.
Un final apresurado
Fotograma de Juego de tronos
Caretas fuera: soy de los que piensa que la última temporada de Juego de tronos, si bien no es perfecta, por lo menos es consecuente. ¿Hubo decisiones precipitadas? Sí. ¿Se perdió el foco de grandes tramas de la serie? Por supuesto. ¿Vimos a personajes que considerábamos inteligentes sucumbir ante sus propios planes de bombero torero? Y tanto.
La primera señal que nos advertía del aciago destino de nuestra serie de fantasía épica favorita probablemente estuviera en el polémico capítulo La larga noche (8x03), donde el enfrentamiento entre nuestro improbable plantel de héroes y los malignos caminantes blancos llegó a un agridulce final. Los buenos ganaron, ¡bien! Pero la manera de llegar a esa victoria pareció confusa, precipitada y no muy bien construida.
Claro que no tenía por qué ser Jon Nieve quien acabara con el Rey de la Noche, y creo que fue una sorpresa más que bienvenida que fuera Arya, la que había llegado a ser una asesina implacable, quien le diera matarile al malo misterioso. Sin embargo, bien por cómo se sucedía la acción en ese capítulo o por una puesta en escena que hacía lo que podía con más bien poco, este desenlace nos llegó sin la épica ni la cocción a fuego lento que tanto había caracterizado a la serie en temporadas anteriores.
Fotograma de Juego de tronos
Otra de las grandes vertientes que Juego de tronos tenía la papeleta de solucionar era, sin duda, el descenso a la locura de Daenerys. En cuestión de apenas dos capítulos cayó el castillo de naipes que la aspirante a reina había tardado varias temporadas en construir. La Daenerys que conocíamos y que muchos admiraban de repente dio un vuelco enorme y mostró su lado más implacable, cruel e irracional.
Pero… ¿eran estos cambios realmente tan dramáticos? No descubro la pólvora a nadie si digo que Daenerys ya actuaba como una genocida en potencia desde los comienzos de la serie. No es que únicamente por ser una Targaryen su destino estuviera sellado, pero el camino que emprendió hacia el Trono de Hierro era despótico y desde luego estaba manchado de sangre.
Creo que la problemática con las dos últimas temporadas de la serie (y la última en particular) se concentra en cómo todos los momentos épicos nos llegaron casi sin anticipación, como un aluvión de cosas que pasaban porque sí. Aunque estoy convencido de que el destino que alcanzó cada uno de sus personajes estaba más que justificado, Juego de tronos se perdió a sí misma cuando exigió a sus espectadores que elevaran la suspensión de la incredulidad por encima de lo aceptable para llegar a donde tenía que llegar.
Dracarys en redes
Un grupo de tuiteros promedio escribiendo ácidas críticas sobre el final de Juego de tronos
Está claro que no debemos convencernos a nosotros mismos de que el final de Juego de tronos fue perfecto. Sin embargo, hay algo en cómo vivimos este acontecimiento que lo convierte en un inmerecido linchamiento público: su paso por las redes.
Es lógico: durante 8 temporadas, Juego de tronos no hizo más que crecer y crecer en audiencia y espectacularidad. Después de todo ese tiempo no era solo una cuestión de que hubiéramos acogido esa historia como parte de nuestra vida, sino que además la sentíamos como nuestra. Unido al polvorín que suelen ser las redes, esa sensación colectiva de titularidad hizo que se empañara por completo lo que el equipo de la serie había conseguido llevar a cabo.
Puede que fuera por desgaste, falta de tiempo o de recursos (al contrario que muchos, me niego a tachar de perezoso el trabajo de tantas personas), pero el final de Juego de tronos manchó el conjunto de la serie. Es una pena, porque creo que no solo fue (y sigue siendo) una serie más que notable, sino que también es un ejemplo a seguir en cuanto a cómo adaptar una gran obra literaria, especialmente en sus primeras temporadas.
Cómo solucionará La casa del dragón (Ryan Condal, George R. R. Martin y Miguel Sapochnik, 2022-) —la precuela de Juego de tronos que llega hoy a HBO Max— el escepticismo y el mal sabor de boca que caló en el fandom de la serie original es un misterio. ¿Podrán sus guionistas aprender de los errores de la entrega anterior? ¿Estará mejor contenida esta adaptación al estar escrito ya el final? Con el estreno de La casa del dragón, quizá debamos echarle un vistazo, desde la distancia que ahora tenemos, a cómo acabó Juego de tronos. Es muy probable que encontremos virtudes que pasamos por alto en su día.
¿Dónde puedes ver Juego de tronos?
Puedes ver Juego de tronos en HBO Max.