Si buscas “películas de culto” en internet, es imposible que no aparezca en los primeros resultados. The Rocky Horror Picture Show cumple 47 años, y se mantiene tan transgresora como el día de su estreno.
Basada en el musical original de Richard O’Brien, que también firma el guion junto a su director, Jim Sharman, la película se ha mantenido en cartelera en distintas salas desde su estreno en 1975 hasta hoy, y las fiestas que se forman en sus proyecciones son famosas en todo el mundo. Ajustad los corsés y que no falte el glitter: hoy volvemos a bailar el Time Warp.
Una carta de amor a la serie B (y a lo que hay más allá)
Fotograma de The Rocky Horror Picture Show.
El negro de la pantalla nos da la bienvenida, y los primeros acordes traen unos labios rojos que se acercan como un OVNI desde un planeta lejano. Esos labios atrayentes y fantasmagóricos nos cantan una hermosa oda a la ciencia ficción clásica de serie B, a la RKO y los estudios de cine fantástico y a aquellos mundos extraños donde lo disidente se convierte en normativo.
Corren los años 70, la era del glam rock, y el ser humano alza la vista al cielo, a lo que hay más lejos de este y de los encorsetamientos morales de nuestro mundo. Ziggy Stardust baja de las estrellas con su aspecto andrógino para traer un mensaje de esperanza a la Tierra, y todo esto forma un caldo de cultivo en la cabeza de Richard O’Brien llevándole a componer el musical en un alarde de locura y genialidad, que mira sus referentes desde el humor y los utiliza como arma arrojadiza contra la hegemonía de la heteronormatividad conservadora.
Entregados al placer
Fotograma de The Rocky Horror Picture Show.
Brad y Janet representan todo lo que la sociedad de la época (y una parte importante de la actual, no nos vamos a engañar) te dice que debes ser. Quizá Brad no parece a primera vista el ideal masculino, pero se esfuerza con creces en mantenerse dentro de él. Janet hace lo mismo con el ideal femenino y recatado, y los dos acaban de comprometerse para perpetuar este encorsetamiento en la próxima generación. Cuando su coche sufre una avería junto al castillo de Frank ‘n’ Furter, su vida cambia para siempre. El doctor ha organizado una reunión con gente de su galaxia para presentar su última creación: Rocky, una suerte de monstruo de Frankenstein cincelado por los dioses y con una libido descontrolada que debería hacerse mirar.
Fotograma de The Rocky Horror Picture Show.
Cuando Brad y Janet entran a territorio transilvano, su normatividad los convierte en el elemento extraño y disruptivo de la sala. Frank ‘n’ Furter aparece pisando fuerte con sus plataformas de gogó, y se atribuye la misión de liberarlos hacia su mundo de hedonismo puro. El doctor es todo lo contrario a ellos: un ser que fluctúa constantemente en su género y su orientación sexual, que rompe cualquier norma universal con su mera existencia, y que lo hace todo por el placer.
Brad y Janet están horrorizados por los actos de su anfitrión, que hace de su día a día todo lo que para nuestro planeta es tabú. Frank ‘n’ Furter asesina a Eddie tras su canción, en un claro simbolismo del glam asesinando al rock and roll del que nace y a la misoginia y la fantasía de poder que lo acompaña y que el glam rechaza, y se lo da de comer a sus invitados en una subversión de la Última Cena después de compartir un momento de intimidad sexual con ellos, momento que les libera y les permite experimentar la felicidad plena por primera vez.
Unos insectos llamados "la especie humana"
Fotograma de The Rocky Horror Picture Show.
Tras ese primer momento de entrega al hedonismo, el pudor y la moral imperante vuelven a atacar las mentes de los protagonistas. Con la tiranía que le caracteriza y la convicción de liberarlos y llevarlos a su mundo de placeres, Frank ‘n’ Furter arrastra a sus invitados hacia un tercer acto en el que toda norma desaparece, dejando únicamente el amor y las sensaciones. Con su canto de sirena les invita a “entregarse al placer absoluto y nadar en las cálidas aguas de los pecados de la carne” en una piscina donde todo fluye y se disuelve de forma líquida en una orgía liberadora.
Mirando directamente a cámara y tras una imagen de la Creación de Adán, donde el ser humano entra en contacto con Dios, Tim Curry recita el himno de la película, cuyo eco se extiende hasta nuestros días: “no lo sueñes, conviértete en ello”. A esta orden, los personajes se entregan en cuerpo y alma al resto y a ellos mismos. El mundo de los placeres y la desinhibición, el mundo en el que habita Frank ‘n’ Furter, se ha apoderado de todos ellos y les hace sentir en casa.
Fotograma de The Rocky Horror Picture Show.
Pero el otro mundo reprimido y férreo vuelve a hacer su aparición encarnado ahora en la tripulación del doctor, que se vuelve contra él al considerar su estilo de vida demasiado extremo. El mundo no está preparado para el regalo de Frank ‘n’ Furter y le obliga a morir. Aunque la norma lo rechace, en sus últimos momentos puede enorgullecerse de que, a través de sus lágrimas, ha sido capaz de ver cielos azules. Brad y Janet escapan de esa “locura” como víctimas de una guerra, refiriéndose a esa normatividad social como una bestia, unos superhéroes carroñeros que van a alimentarse de la carne que aún palpita. Probablemente volverán a sus vidas, pero la experiencia del castillo les ha transmutado en un ejercicio de alquimia. El mundo gris ha ganado, pero Frank ‘n’ Furter ha creado una brecha irreparable a la que todos podemos asomarnos. Su trabajo en la Tierra está hecho.
47 años después de su estreno, Rocky Horror Picture Show continúa siendo un refugio para todos a los que, como a Frank ‘n’ Furter, esa norma que huele a otro tiempo intenta aplastar, y un faro en la oscuridad para los que hemos encontrado una luz en la casa de Frankenstein. Si tenéis la oportunidad de asistir a una proyección, no la dejéis pasar. No vais a ver un sarao igual en vuestra vida.
The Rocky Horror Picture Show está disponible en Disney+.