La saga Star Wars ha resultado tan fascinante como irregular, pero parece haber consenso sobre su última entrega televisiva ¿Qué desmarca a The Mandalorian del resto de aventuras galácticas? (Ojo, spoilers)
«A mí me expulsó de Star Wars la turra» Berto Romero
Cuando el mundo entero tuvo la oportunidad de conocer a la dupla formada por Mando y Baby Yoda (O Din y Grogu), la serie apuntaba formas de un western espacial lleno de forajidos, aliados de moral descuidada, y unos poderosos villanos más que capaces de poner en jaque a nuestro héroe. Una historia encauzada de forma sencilla y efectiva, sin más complicaciones ni contexto del estrictamente necesario. Desde luego, The Mandalorian (Jon Favreau, 2019) se ha mantenido fiel a esos conceptos (igual un poco demasiado) hasta el final de su segunda temporada. Desde que se estrenara la serie, muchas voces se han alzado diciendo que, por fin, la saga Star Wars había vuelto a sus raíces espirituales. Cabe preguntarse qué encierra esta especie de vuelta a casa por parte de la saga a ojos de los espectadores. ¿Qué ingrediente separa The Mandalorian de las películas de la marca?
Fotograma de The Mandalorian (Fuente: Disney+)
Star Wars como territorio accidentado
En apariencia, Star Wars son solo películas, mero entretenimiento. La realidad que se materializó desde el estreno del Episodio IV es bien distinta: millones de fans han asimilado la ambientación, personajes y facciones de la saga como propios. Quizá por eso es tan frecuente toparse con opiniones muy polarizadas sobre el último estreno, quién va a dirigir qué, o sobre qué irán las once nuevas series de la franquicia. Dejar que alguien que aún no conoces entre al trapo es duro, porque sabes que tiene el poder de levantar un muro entre eso con lo que te identificas y tú.
«Star Wars es el gigante en cada conversación: es algo tan grande que ya no puede ser solo una cosa. Cada película de las principales es la cosa favorita sobre la faz de la Tierra de alguien» Movies with Mikey
Esto nos lleva a las décadas de sufrimiento padecido por los fans más acérrimos. La percepción general era que, desde La amenaza fantasma, las piezas del tablero crecían en número, pero no llegaban a encajar. De repente había mucha política, las tramas parecían innecesariamente enrevesadas y los midiclorianos parecían haber venido para quedarse. Con la llegada de Disney las cosas se pusieron incluso peor para algunos: se palpaba la nostalgia, pero a la vez algunos cambios parecían ser muy bruscos (la evolución de Luke es perfecta, y de esa burra no me bajaréis). El paso del tiempo y la búsqueda de un nuevo público objetivo erosionaron enormemente el refugio de muchos, llenándolo de aristas incómodas. La gente no quería grandes cambios, morales grises o turras. La gente quería poner el piloto automático y volver a la narrativa clásica de buenos contra malos. Sin matices mediante.
Fotograma de The Mandalorian (Fuente: Disney+)
¿Dónde está lo nuevo?
Nos saltamos en este pequeño repaso el día a día de emisiones en plataforma de The Mandalorian para reflexionar directamente a la recepción que le hemos dado como público. Las aventuras del mandaloriano y su pequeñito acompañante han explotado lo que en un principio hizo que Star Wars fuera tal. Su fórmula, a ratos episódica, a ratos horizontal, ha caído como una bomba que ha convertido todas las asperezas en superficies aparentemente suaves y pulidas. La consecuencia se ha materializado rápido (e incluso potenciado con esta segunda temporada): Jon Favreau y Dave Filoni (es innegable la influencia de este último en parte de lo que ha destacado la serie) se han terminado de consagrar como los autores predilectos de la nueva era de la saga por entender mejor que nadie de qué van las historias de una galaxia muy, muy lejana. El problema es que a este beskar no se le ha sacado todo el brillo posible. Para contar esta historia, Favreau ha eliminado capas de un universo que, seamos sinceros, tampoco derrochaba complejidad en sus entregas cinematográficas, manteniendo únicamente un núcleo dramático muy sencillo y explotado hasta el final.
Da la sensación de que quedan huecos que rellenar y alguna que otra explicación incómoda que hacer, pero The Mandalorian enseña sus cartas y no engaña: no hemos venido a eso. En su lugar, esa vasta galaxia de la que aún nos queda mucho por explorar se queda a medias, con historias y estructuras que cada vez se parecen más entre sí. Veo cada capítulo preguntándome cuánto queda para el deus ex machina de turno, o qué elemento de un canon anterior hará su aparición estelar esta semana. The Mandalorian ha simplificado su discurso, y ha conseguido gustar a quienes son exigentes para con la Wookiepedia, pero no en construcción dramática.
Fotograma de The Mandalorian (Fuente: Disney+)
Tengo una relación complicada con la serie, lo admito. Por un lado, reconozco en Star Wars un lugar donde me gustaría quedarme a vivir, lleno de aventuras y misterios, donde hasta la cosa más mundana es emocionante. Por otro, y aunque The Mandalorian se mantiene fiel a esa esencia que tanto me gusta, creo que su éxito se debe en gran medida a una toma de decisiones sobre seguro. A veces desearía que dejara de ser tan conservadora en el plano dramático y se lanzara un poco más a la piscina, y que se atreviera a dar pasos en falso sin la red de la autorreferencialidad por debajo. En el peor de los casos, si la cosa no cambiase, seguiría siendo solo una serie, ¿no?
Las dos temporadas de The Mandalorian están disponibles en Disney+.