Ayer por fin se estrenó en cines la esperada As bestas de Rodrigo Sorogoyen (coescrita con su compañera habitual, Isabel Peña), tras su galardonado paso por Cannes y San Sebastián. El film, un thriller rural que te hace aguantar la respiración más de una vez, consigue en solo un par de horas contarnos una historia compleja y llena de matices que nos hace replantearnos muchas cosas. Hoy vamos a hablar de cómo tanto la película como la historia son un paraíso envenenado, y todo ello sin spoilers.
La España vacía
Fotograma de As bestas
Que Galicia es un paraíso natural lo sabemos todos, teniendo para elegir entre costa y montaña, densas fragas y llanuras extensas, rías y ríos, maleza y lagunas… Y también hay para elegir entre dos historias: la de Antoine y Olga, dos franceses que encuentran en la granja de una aldea gallega el futuro perfecto para su jubilación, o la de Xan y Lorenzo, dos hermanos originarios de la aldea y para los que trabajar en la granja (de manera incansable) es su modo de vida desde que eran pequeños.
Para los franceses la naturaleza gallega es un paraíso; para los aldeanos, un infierno. Esta naturaleza idealizada por Antoine y Olga no es la misma que la experimentada por el resto de personas que viven allí. Antoine, un hombre viajado, con estudios y una vida más allá de la aldea, confiesa que la idea de irse a vivir allí cuando se jubilaran le vino cuando, viajando de joven, dio a parar en la aldea y se quedó dormido allí. Al despertar, quedó maravillado por su naturaleza, la tranquilidad y forma de vivir tan simple que tienen.
Pero para Xan y Lorenzo son todas estas cualidades las que convierten a la aldea en una cárcel: sin futuro, sin salida, sin personas. El plan idealista de los franceses les resulta insultante: ¿quién querrá ir a vivir allí cuando ellos no ven el momento de huir? Que Antoine y Olga quieran revitalizar la aldea y atraer a más personas a ella es lo último que quieren. Evitar esto se convierte en un plan personal, y casi obsesivo, para los hermanos aldeanos.
«Ojalá hubieras despertado en otra aldea».
Xan
La búsqueda del paraíso
Porque Xan y Lorenzo (y muchos aldeanos) han aceptado vender sus tierras a una empresa de energía eólica, y los únicos que no quieren y están convenciendo al resto de no hacerlo son Antoine y Olga. Ellos, en su búsqueda de ecologizar la aldea, plantan tomates y otras verduras (siguiendo un método científico y diferente al que los aldeanos están acostumbrados), arreglan casas y las dejan perfectas para futuros turistas o personas que busquen mudarse a la aldea, y todo esto genera una animosidad con los hermanos que envenena cualquier posible reconciliación. Lo que empieza siendo la búsqueda del paraíso, se acaba convirtiendo en una pelea imposible por ver quién lleva razón y quién se merece más ganar la disputa.
Fotograma de As bestas
Llena de rencores y obsesiones sin fin, As bestas también nos cuenta una historia de amor persistente que nos acaba sorprendiendo mucho al final. Porque el amor es el motor de todo lo que ocurre: Antoine y Olga buscan desesperadamente llenar de vida y color la aldea. El amor que comparten entre ellos y la naturaleza es lo que los mueve. Y para Xan y Lorenzo es la otra cara de la moneda: el odio que sienten por una aldea a la que le deben sus vidas, la necesidad tan imperiosa de abandonarla para encontrar algo nuevo fuera y la obsesión por conseguirlo cueste lo que cueste es lo que les mueve. Porque en el fondo la aldea era suya antes que de los franceses, ¿no debería su opinión contar más? Este amor-odio que sienten hacia su tierra es algo profundamente común, y es lo que consigue que As bestas sea un visionado lleno de paraíso y veneno a la vez: ambas partes llevan razón y ambas partes están equivocadas. Porque la película es como el ser humano: está llena de contradicciones.