Cinco años después de que Netflix estrenase su primera serie en alemán, Dark, Baran bo Odar y Jantje Friese vuelven a dejarnos boquiabiertos con su nueva serie: 1899. Aviso a navegantes —que no hayan leído bien el título del artículo—: se vienen spoilers.
1899 se despide dejándonos dos grandes sorpresas. Por un lado la anagnórisis de la protagonista, en la misma órbita que el duelo que llevaba Wanda Maximoff en WandaVision (Jac Schaeffer, 2021) —bajo una mirada mucho menos oscura—: ella era The Creator. Y por otro, el gran final, la salida de la cueva platónica: 1899 era solo la sombra que reflejaba el verdadero fuego, una nave espacial en el año 2099. Lo que ahora queda preguntarnos es, ¿qué podemos esperar de una segunda temporada? ¿Está el final a la altura de la serie?
1899, segunda temporada
Vaya por delante que Netflix aún no ha confirmado la renovación de la serie, aunque los propios creadores ya han manifestado su intención de articular su historia a lo largo de tres temporadas. La vida de 1899 dependerá de su posicionamiento en el Top10 durante estas semanas, y del alcance que consiga a lo largo de todo el globo. Sin embargo, dada la habilidad de la plataforma para “manufacturar” éxitos, la gran acogida que por ahora ha tenido, y la fidelidad de todos sus fans, heredados de aquella maravilla macabra que fue Dark, me atrevería a decir que sí, tendremos una segunda temporada.
Imagen promocional de 1899
Para su estreno —¿quizás bajo el nombre de 2099— habrá que aguantar, como muy pronto, a un avanzado 2024. De una segunda temporada esperamos que responda a los muchos interrogantes que nos han dejado con respuestas sólidas, y no con más preguntas. Aunque esas respuestas abran la puerta, siempre, a nuevas incógnitas. El delicado hilo que guía a todas esas herederas de Lost, entre las que se encuentra 1899, ha demostrado demasiadas veces que de nada sirven las grandes sorpresas si no nos hacen avanzar y entender mejor su universo, como si ni los creadores supieran a dónde van. Deben llevarnos al lugar correcto. Y eso es algo que no solo debe demostrarlo una segunda entrega, sino que la primera temporada también debe responder de forma consistente: ¿la nave espacial Prometheus es el final que merece 1899?
Lo mejor y lo peor de 1899 en su final
Un cliffhanger tan grande como este condensa lo mejor y lo peor de la serie. Baran bo Odar y Jantje Friese han demostrado ser unos expertos en la construcción de tramas complejas y sorprendentes, pero quizá su flaqueza resida en sus personajes, claramente al servicio de la peripecia y no al revés. Cada diálogo, por pequeño que sea, tiene como razón de ser dar una nueva pista, sembrar una pregunta o poner en duda aquello que hasta ahora habíamos dado por supuesto. Y así, aun trepidante, no dejan oxígeno para quienes habitan ese universo.
Me gusta pensar en la prueba de fuego que supone escribir y dirigir tramas románticas. Esas puramente viscerales, que están en las antípodas de la escritura más cerebral que supone armar un argumento tan enrevesado. Porque en una historia de amor no hay argumentos que valgan, solo emoción. Y, desde luego, la carencia absoluta de química que mantienen parejas como la de Olek y Ling Yi, lo demuestra. Una torpe evolución de personajes que inevitablemente llega a empapar la coherencia de la propia trama, como ese motín innecesariamente violento, o esos sacrificios de algunos marineros por relaciones que hasta ahora nunca habían importado. Son giros que ponen a la sorpresa en el centro y olvidan a los personajes, cuando no son cosas incompatibles —así lo demostraba ya el cúlmen de la hipérbole argumental que supuso Todo a la vez en todas partes (Los Daniels, 2022)—.
Maura en el final de 1899
Pero volvamos al final de la serie. Ese que, desgraciadamente, deja en segundo plano el dolor de una madre para centrarse en la nave espacial Prometheus.
Con todo, es cierto que un giro tan drástico parecería sacado de la manga, pero resulta perfectamente consecuente. Sabíamos que no viajaban de verdad en un barco, pero habíamos supuesto que estaban en un lugar terrenal, incluso en un mundo actual, a juzgar por el hogar de la protagonista. Pero es nuestra culpa haber pensado que esa era la realidad por descubrir, y no una imagen del pasado o incluso otra simulación. Desde luego, 1899 sabe anticiparse a lo que los espectadores van a pensar.
En cualquier caso, me alegra que ese plano final, de un futurista Prometheus, abra la puerta a una ambientación tan peculiar. Al fin y al cabo, la construcción del universo y sus normas es seguramente lo más destacable de esta primera temporada. Y 1899 tiene una magnífica baza: una premisa tan inabarcable como es la de los mundos simulados que se superponen como una muñeca rusa —y que va de la mano de aquella, aún más ambiciosa y trendy, que es la Teoría del Multiverso—. Ojalá este final abra la puerta a una antología de universos y espacios tan sugerentes como el que hemos visto en 1899.
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1899 está disponible en Netflix.