Un documental es una mirada. Por mucho que se intente reflejar la realidad tal y como es, siempre hay un punto de vista, un enfoque, una “narrativización” de las cosas que permite explicarlas. Pero a veces ni siquiera hay un intento de ocultar esa mirada: a veces el propio autor del documental es un personaje que mueve la historia y la cuenta.
Hay películas en las que el director entra en el texto fílmico y comparte el proceso de producción del documental con el espectador. Se renuncia a esa “magia” del cine de ficción que fabrica emociones en una audiencia que suspende su incredulidad, pero se consigue un texto meta, honesto y real que muestra las costuras y las tripas del proceso cinematográfico. Son películas en las que la autoría está tan abrumadoramente presente que podría decirse que casi se basan en la propia personalidad del director.
Agnès Varda: la espigadora
Agnès Varda en Los espigadores y la espigadora.
Directora mítica de la Nouvelle Vague, feminista y cineasta social, Agnès Varda no esconde su personalidad y su particular visión del mundo en sus documentales. Al contrario: ella es personaje e hilo conductor de sus películas. En documentales como Mur Murs (1981), Los espigadores y la espigadora (2000), Las playas de Agnès (2008) o Caras y lugares (Agnès Varda y JR, 2017), la directora mueve la narración y participa en ella. Su propia curiosidad va guiando el relato, entrevistando a los protagonistas de la historia y narrando sus pesquisas.
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Varda enseña también los momentos en los que, por ejemplo, se le olvida apagar la cámara y graba sin querer el suelo al hablar con los espigadores. Como ellos, ella se reconoce espigadora de imágenes y recuerdos. Su propio viaje personal y sus motivaciones interiores también forman parte de sus obras: al inicio de Los espigadores y la espigadora ella se reconoce mayor y habla de su miedo, o más bien su no-miedo a envejecer:
«No es “oh, vejez enemiga”, podría ser incluso “vejez amiga”, pero aún así mi cabello y mis manos me dicen que pronto llegará el fin.»
O en el final de Caras y lugares, cuando ella y JR van a visitar a Godard y este no les recibe, sino que les deja una críptica nota que hace llorar a Varda. Aquí el proceso se cuela en el documental: JR le dice al final que tal vez sea un juego, tal vez Godard quería desafiar la estructura narrativa de la película. Tal vez él era consciente de que su visita era en realidad parte de su película y él también quiso escribir. “Quizá vuestros textos se han unido”, le dice su codirector.
León Siminiani: desnudar el proceso
Siminiani y el Flako charlan en Apuntes para una película de atracos.
Ese mostrar de manera honesta el proceso de creación lo utiliza también Elías León Siminiani. Cuando comenzó a grabar Mapa (2012), según lo que él mismo cuenta en la película, Siminiani no tenía muy claro lo que estaba haciendo. Seguía un impulso: había roto con su pareja y dejaba su casa de Madrid, así que recogió su vida en cajas, las guardó en un trastero, y se fue a la India a buscarse a sí mismo (o algo parecido).
La búsqueda es lo que guía el documental, que es un poco errático porque es un reflejo de la cabeza de Siminiani en ese momento. Aunque, por supuesto, el reto era ser capaz de construir una narrativa coherente alrededor de todo ese material. Eso es, al final, lo que hacemos nosotros continuamente para explicarnos a nosotros mismos, pero hacer una película, con su principio, nudo y desenlace sobre un momento de crisis vital no es tan sencillo. Y, aún así, Siminiani lo hace con honestidad.
Esa técnica de mostrar las costuras le funciona también en Apuntes para una película de atracos (2018), donde Siminiani se pone en contacto con “El Robin Hood de Vallecas”, líder de “La banda de las alcantarillas”, que está en la cárcel tras haber cometido varios atracos. Elías siempre ha soñado con hacer una película de atracos y quiere que el Flako, como le apodan, le ayude explicándole su historia.
Elías va narrando su proceso de producción en el propio documental: cómo contacta con el Flako, cómo van los encuentros, cómo se van conociendo y haciendo amigos… También la manera en que comparte todo esto con su novia Ainhoa, quien le aconseja y ayuda a hacer recreaciones de cosas que pasaron. Ainhoa, por cierto, la misma que le dejó en Mapa, y con la que terminó volviendo. Porque la vida personal de Siminiani entra en sus películas e interactúa con los propios textos fílmicos. En Apuntes para una película de atracos Ainhoa da a luz a su primer hijo (a quien vemos recién nacido porque el director, por supuesto, lo graba — Deformación profesional, supongo).
Ainhoa y Elías conectan con el Flako y su mujer Mariela a través de sus hijos, y la supuesta película de atracos cobra otra dimensión al convertirse un poco en una historia de padres e hijos: el Flako se dedica a lo que se dedica porque lo aprendió de su padre, también atracador. El personaje del Robin Hood de Vallecas, tan magnético, tan cinematográfico, termina tomando la película de la mano del personaje del propio Siminiani. Es, al final, una crónica de la amistad entre cineasta y atracador, en la que entran reflexiones de clase, de familia y de cine.
John Wilson: crónica titubeante de una ciudad
Un capítulo de How to With John Wilson.
Otro cineasta que tiene una personalidad que guía su obra es John Wilson. En cada capítulo de la serie de HBO How To With John Wilson, el director parte de una pregunta: digamos, “cómo entablar conversaciones con desconocidos”, o “cómo mejorar tu memoria” y va siguiendo una investigación personal, yendo a sitios y preguntando a la gente que encuentra por las calles de Nueva York, que le lleva a lugares insospechados (digamos, a Cancún, o a una convención sobre el Efecto Mandela). Dedica un episodio a la plaga de andamios en Nueva York, y otro a cómo hacer el risoto perfecto.
El hilo conductor son los pensamientos del propio Wilson, tímido, titubeante y, a la vez, brillante, al que vemos en muy pocas ocasiones pero que siempre está detrás de la cámara y de la voz en off.
Su mirada es certera y original. Wilson se relaciona con su entorno a través de la cámara y lleva años grabando pequeñas escenas con las que se cruza en sus paseos por Nueva York. La mayor parte del material de la serie son esas imágenes que ha ido grabando a lo largo del tiempo, pequeñas cápsulas de la vida en la ciudad, anécdotas que él posteriormente pone a favor de su guion.
La empatía que Wilson tiene para con los personajes con los que se cruza, las pequeñas historias de apenas unos segundos que es capaz de encontrar y sus reflexiones en voz alta tratando de dar respuesta a las preguntas que se va haciendo, hacen que esta serie documental de comedia, modesta y costumbrista, termine construyendo la crónica de una ciudad, que es Nueva York pero podría ser cualquiera.
¿Dónde puedes verlas?
Los espigadores y la espigadora (Filmin, Prime Video), Caras y lugares (Filmin, Prime Video), Mapa (Filmin), Apuntes para una película de atracos (Netflix), How to with John Wilson (HBO)