Mi abuelo solía contar la historia de una vecina suya que nunca, en su vida, había salido del pueblo. Durante la Segunda Guerra Mundial, empezaron a llegar al pueblo noticias de bombardeos que estaba habiendo en Londres. Ella, sorprendida, dijo: “Es increíble. Lo que se dice, existe”. Mi abuelo no entendió a qué se refería y le preguntó por qué decía eso, a lo que ella contestó: “Se dice ‘¡me cago en Londres!’, y Londres existe”.
Esta es una anécdota que siempre me gustó. Me hacía pensar en que a lo mejor la señora pensaba que la existencia de Londres era consecuencia, y no causa, de aquella frase hecha. O también que fuera fruto de un pensamiento casi filosófico, en el que para que algo exista, hay que nombrarlo.
En cualquier caso, me acordé de ella cuando leí la noticia en la que el presidente del club de ajedrez más importante de Londres dijo, después del estreno de Gambito de dama (Scott Frank, Allan Scott, 2020), que el club había recibido en las últimas dos semanas más solicitudes de mujeres que en los cinco años anteriores. Entonces pensé en aquella señora, y en que a lo mejor tenía razón y sí que hay que decir las cosas para que existan.
Fotograma de Gambito de dama
La importancia de los referentes
Gambito de dama, (la miniserie más vista de Netflix según la plataforma) es la adaptación de un libro de Walter Tevis, y cuenta la historia de Beth Harmon: una niña huérfana que empieza interesándose por el ajedrez y consigue llegar a ser campeona del mundo.
Me gusta, y a la vez me asusta, pensar que si no se hubiera estrenado Gambito de Dama, todas esas mujeres que fueron corriendo a apuntarse a clases de ajedrez seguirían en sus casas sin saber que les interesa este juego. Pero no porque no supieran de su existencia, todas hemos visto alguna vez un tablero de ajedrez, sino porque nunca hubieran oído hablar, ni en la realidad ni en la ficción, de una mujer triunfando en ese mundo. Y me pregunto ¿habría habido tal boom de solicitudes de mujeres en el club de ajedrez si la serie la hubiera protagonizado un hombre?
Está claro que no. Porque si las mujeres no nos vemos representadas, no nos lo planteamos. No es que nos parezca imposible, o que trunquemos nuestros sueños por falta de referentes. Es que lo más probable es que sin ellos no se nos encienda la bombilla, no nazca esa ambición.
Fotograma de Antidisturbios (Rodrigo Sorogoyen e Isabel Peña, 2020)
Una pequeña defensa del test de Bechdel
Por eso es tan importante tener referentes. Y para tener referentes, tenemos que estar presentes, vernos representadas. Fue Alison Bechdel, una historietista estadounidense, la que, sin querer, creó una herramienta para poder analizar la representatividad de las mujeres en el cine, las series, el cómic... El famoso test de Bechdel propone analizar las obras en base a si cumplen los siguientes requisitos: que haya dos personajes femeninos con nombre, que tengan una conversación entre ellas, y que esa conversación no sea sobre un personaje masculino. En los últimos años se ha criticado este sistema tanto desde las partes más conservadoras del mundo del cine, que defienden que no debe ser una herramienta para validar una película, como algunos sectores dentro del feminismo, que sostienen que una película puede seguir siendo profundamente machista a pesar de pasar el test.
Sin embargo, como lo que analiza no es si una película es feminista o no, sino si las mujeres están lo suficientemente representadas, el test de Bechdel puede ser una buena herramienta para considerar el panorama cinematográfico desde una perspectiva social. Es decir, no es un test que demuestre absolutamente nada de una película en concreto, sino que nos permite hacernos una idea general sobre la representación a nivel global de las mujeres en el cine.
Que una película no pase el test de Bechdel no significa nada. No quiere decir que esa película no sea válida o no tenga calidad cinematográfica. Pero que la mayor parte de las películas que se estrenan no lo pasen sí significa algo. Que las mujeres están infrarrepresentadas en el cine. Es por eso que el test de Bechdel puede servirnos para visualizar el problema. Para hacerlo tangible. Sin atacar directamente a la calidad de una obra, ni cuestionar su valor cinematográfico, analizando lo colectivo desde un punto de vista social. Y hacerlo es necesario para conseguir una representatividad real.
Más allá de Beth Harmon
El ejemplo de Gambito de dama es extremo porque podemos apreciar la consecuencia directa en las mujeres yendo a apuntarse en masa a la escuela de ajedrez. Pero en España, sin ir más lejos, también están cambiando la cosas: algunas de las series más populares de 2020, Veneno (Javier Calvo, Javier Ambrossi), SKAM (Julie Andem) Patria (Aitor Gabilondo), y Antidisturbios (Isabel Peña, Rodrigo Sorogoyen) están protagonizadas por mujeres. Y no por mujeres estereotipadas, sino por personajes complejos, mujeres con dimensiones y aristas y y cuya personalidad es algo más que ser una mujer.
Pero no se puede bajar la guardia, el mundo del cine y las series tiene que seguir trabajando. Y tenemos que seguir diciendo las cosas para que, igual que Londres, existan.
Gambito de dama puede verse en Netflix.
Un artículo muy interesante y revelador. Enhorabuena.
¡Muchas gracias! 🙂