Maricón Perdido es la nueva serie de TNT en la que Bob Pop nos cuenta su vida, desde su infancia hasta el día de hoy. En solo 6 capítulos de media hora, consigue darnos una lección sobre la emoción.
¡Ojo, spoilers!
Un estilo propio
Maricón Perdido consigue emocionarnos desde el principio a través de su estilo. Parte de ese estilo viene de la fantasía, los momentos oníricos como el No lloréis por mí, cuando la clase se convierte de repente en un teatro, o la escena de Candela Peña convertida en maniquí en un escaparate. Esa magia que hace Bob Pop nos atrapa y nos emociona, tanto por la apuesta visual como por lo que sabemos que significa: un niño que por fin se está mostrando como es, y una madre que no cree en su hijo. Nunca salimos de su punto de vista, y por eso todo está distorsionado, como ese padre al que nunca vemos la cara.
La primera vez que vemos al Roberto actual, al que ya conocemos, en ese taxi, nos da un golpe de realidad. Esa ficción que estábamos viendo desde la distancia, ahora tiene un rostro conocido. Ahora nos implicamos más. Aunque ya supiéramos que era autobiográfico, Bob Pop nos lo lanza de repente, como diciéndonos: sí, ese niño soy yo. Yo mismo, de carne y hueso.
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Foto del rodaje de Maricón Perdido
Una reivindicación de la compañía
No todo son personajes destructivos. Si hay algo en lo que Roberto se apoya a lo largo de la serie es en la gente que le quiere bien. Esa amiga del colegio, que no acaba de entenderle, pero lo intenta, su abuelo o el personaje que encarna Alba Flores, su mejor amiga de la universidad, son grandes pilares para un personaje que está perdido.
En el último capítulo, Bob se reúne con Buenafuente, Almodóvar y Berto Romero (productor ejecutivo de la serie). Los cuatro conversan sobre la propia serie, Bob se abre y muestra sus inseguridades y ellos le apoyan, bromean. Poco a poco, dejamos de escuchar la conversación. Nos quedamos con Bob, que los mira, fascinado. Como esas veces que estamos en medio de una fiesta y dejamos de atender a lo que se está hablando para pararnos a mirar a esa gente a la que queremos. Salimos un momento, nos quedamos solos con nosotros mismos, respiramos y nos damos cuenta de la suerte que tenemos, lo bien que estamos.
Es lo que hace Bob, se marcha. Sus tres amigos se quedan en el comedor, charlando y riendo. Nosotros nos vamos con él. En el pasillo, Bob nos da la oportunidad de acompañarle en ese momento, de parar por un momento y que se nos venga encima todo lo que hemos visto, lo que hemos vivido con él. Pero ahora sabiendo que hay buenos amigos que nos esperan en la sala. Sabiendo que no podemos salvar al niño que fuimos, pero él sí puede ayudarnos a nosotros. Y solo nos queda darle un beso y seguir. Y eso es, de nuevo, pura emoción.
Fotograma de Maricón Perdido
Y una reivindicación de la alegría
En esta historia tan dura hay, en el fondo, un mensaje positivo. Que se puede llegar a vivir con alegría aunque parezca que todo va en contra, pero sin olvidar que no ha sido fácil. Bob Pop consigue así el equilibrio entre los dos mensajes que nos lanza. Por un lado nos dice: “Oye, esto es muy duro”, pero por otro: “Aunque sea duro, se puede vivir con alegría”. Y es ese equilibrio tan complicado el que hace tan valiosa la serie. Su mayor lección para la vida es que, pase lo que pase, hay que tirar para delante. Sin autocompasión, sin intentar dar lástima. Con lo que somos, con humor, con emoción y, sobre todo, con verdad. En un momento de la serie, Roberto dice que a veces ganar es tener la razón. Así que Bob Pop, con Maricón Perdido, ha ganado.
Fotograma de Maricón Perdido
¿Dónde puedes verla?
Maricón perdido está disponible en Movistar+