¿Quién no se ha quedado paralizado alguna vez de puro terror? Puede que intentes racionalizar las cosas y relajarte, pero ese miedo irracional que te acosa hace que tu cuerpo se ponga en tensión y le des vueltas a miles de improbables escenarios potencialmente mortales.
Si esta sensación te parece agobiante, debería ser fácil para ti sentir simpatía por el pobre Beau, que encarnado por el colosal Joaquin Phoenix, protagoniza la última película de Ari Aster, Beau tiene miedo. Con este tercer largometraje, el aclamado director deja a un lado el terror atmosférico y opresivo de sus anteriores obras para llevarnos en un viaje más onírico y surrealista por los miedos del bueno de Beau. Pero, ¿sale airoso de este cambio de tercio? Os lo contamos a continuación sin spoilers.
Viaje a través del miedo
Beau es un hombre del que sabemos muy poco en un principio, pero al que conocemos pronto por su manera de reaccionar a todo lo que le rodea. Desde la más que evidente ruina en la que vive hasta sus manías particulares, no es difícil imaginar que Beau es una persona profundamente infeliz. Todo se complica cuando, una vez preparado para visitar a su madre (con la que ya nos adelantan que tiene una relación bastante espinosa), pierde las llaves de su piso, lo que le hace perder el vuelo. A partir de entonces, las desgracias empiezan a sucederse casi sin parar al pobre Beau, que únicamente quiere ir a casa de su madre.
El viaje de Beau es uno difícil de creer, pero que aún así se materializa. Todo lo malo que puede ocurrir, ocurre, y este protagonista tan pusilánime se gana nuestra empatía a base de recibir los peores golpes que puede darle a uno la vida. Es el protagonista víctima definitivo, que avanza casi con resignación de un estadio de su viaje al siguiente sin más pretensión que, finalmente, llegar a casa de su madre. La construcción de Beau es sólida a pesar de anclarse en muy pocos elementos, en gran parte gracias a la interpretación de Joaquin Phoenix, que se lleva de calle cada escena, por pequeña que sea.
Una de las mejores sorpresas de Beau tiene miedo es su capacidad para hacer reír. Porque sí, Ari Aster se ha labrado una reputación en el cine de terror, pero en este filme demuestra que no carece de un humor ácido y muy particular. El resultado de esta mezcla de tonos es una atmósfera extraña e incómoda, que nos distancia de las desventuras de Beau para volver a reengancharnos a su drama particular con más fuerza que antes.
Surrealismo a medio gas
Fotograma de Beau tiene miedo
Por desgracia, la película de Aster, igual que el viaje de Beau, no está exenta de altibajos. Después de dos actos generando un universo único y muy concreto para la película, hacia su último tercio la cinta muta a algo mucho más convencional y francamente previsible. Para cuando Beau tiene miedo vuelve a su cauce original, todo está dicho, sus temas están agotados y la duración de la película empieza a hacer mella de verdad.
Como nota final, tengo que reconocer que el sabor amargo después de ver Beau tiene miedo ha ido suavizándose tras haberla reposado un poco. No es una película sobre la que merezca la pena elucubrar o teorizar, ya que toda su simbología está expuesta y diseccionada a lo largo del metraje de la misma. Es una pena, porque se intuyen las ganas de Aster de plantear una propuesta distinta y resfrescante, pero al final lo que queda es el poso de que Beau tiene miedo es una película rompedora para gente a la que no le gustan las películas rompedoras.
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Un así, habrá que verla. Me ha picado la.curiosidad.
Gracias.