Un hombre que está casado con otro hombre se acuesta con una mujer. Ese es el punto de partida del director Ira Sachs en Passages, recién estrenada en España. La película sigue la vida de Tomas (Franz Rogowski) que tiene una aventura con Agathe (Adèle Exarchopoulos), y la consecuente crisis que esta relación provoca en su matrimonio.
Hablamos de cómo Sachs ofrece en Passages una provocativa mirada a las relaciones, la toxicidad y el poliamor, ¡sin spoilers!
Buenas y malas personas
Ira Sachs no quiere que nos caiga bien su protagonista. Se encarga de asegurar ese rechazo en la primera secuencia de la película, en la que Tomas, director de cine, dirige el set de rodaje con muy poco tacto, despreciando a los actores y al equipo. A partir de ese primer contacto con el protagonista, entendemos que las personas que lo rodean son, en general, víctimas. Lo es Martin, su marido, que no es capaz de romper con la relación. Ni siquiera cuando Tomas se lo pone fácil acostándose con una mujer a la que acaba de conocer.
Sin embargo, el personaje de Tomas tiene algo tan atractivo que es difícil dejar de mirarlo. Su expresión, su forma de vestir, incluso sus silencios: Sachs sabe que tiene que seducir primero al público para que entienda por qué un personaje tan detestable tiene tanta suerte con las personas de las que se rodea.
Fotograma de Passages | Caramel Films
Es valiente poner a la “mala persona” como protagonista de la historia, y a las “buenas personas” como secundarios, como satélites del personaje tóxico que lo sufren y lo soportan. Quizá por eso Sachs deja de lado a los personajes más interesantes, los otros dos vértices del triángulo amoroso: ese editor atrapado en una relación tóxica, que no es capaz de ver lo que tiene delante sus ojos, y esa profesora que, a pesar de tomar malas decisiones y engancharse de quien no debe, se nos muestra como una “buena persona”. Sin embargo, Sachs también podría haber dedicado más tiempo a contarnos quién es Agathe y cuál es su personalidad, ya que su poca profundidad se revela exclusivamente a través de su atracción hacia Tomas.
Amor o amor propio
Muchas veces, el egoísmo y el narcisismo se esconden detrás de la etiqueta de “amor propio”. Aunque el personaje de Tomas no habla en ningún momento de amor propio, está claro que es lo que cree que mueve su vida. Se deja guiar por sus sentimientos: si ahora le apetece estar con Agathe, lo está. Si le apetece estar con Martin, irrumpe en su casa. Si siente celos, monta una escena. Sachs lleva ese “amor propio” al límite para mostrarnos cómo puede llegar a ser incompatible con el amor hacia los demás. Una persona narcisista como el protagonista de Passages se vuelve incapaz de cuidar a nadie que no sea él mismo.
¿Hasta dónde podemos dejarnos guiar por nuestros sentimientos cuando hacerlo provoca un daño en las personas que queremos? Sachs resuelve la pregunta siendo crítico con su propio protagonista, llevándolo al límite para mostrarnos que no es fácil ver cuando tienes frente a ti a una persona venenosa.
Fotograma de Passages | Caramel Films
Pero si hay algo sano en el corazón de Passages es su forma de contar lo queer. Los problemas en la película no surgen nunca del estigma, sino que vienen de los defectos de los personajes. El único momento en que el tabú está en el aire es en la secuencia en la que los padres de Agathe van a la casa a comer y conocer a Tomas. Es, posiblemente, la única secuencia de la película en la que empatizamos con Tomas, a quien señalan sin conocerlo, generando una situación con un aura casposa en la que se entrevé la homofobia. Tomas se marcha, y esa es la forma de Sachs de recordarnos que “esa gente” existe, pero que basta con relegarla a ser poco más que un figurante.
En definitiva, Passages es una buena muestra de cómo el dolor lleva a más dolor, de cómo las personas heridas arrastran a los demás a su abismo. Sachs ha puesto en el centro al agresor y no a la víctima, pero no para hacernos empatizar con él, sino para acercarnos a los mecanismos de la manipulación. Salimos de ver Passages con mal sabor de boca, sí, pero con la sensación de saber reconocer un poquito mejor una red flag.
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